ELCHE. El Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (Idibe), instalado en la Universidad Miguel Hernández (UMH), avanza de nuevo en su desarrollo de antivirales contra la covid-19. Precisamente por las últimas olas de la pandemia se retrasaron sus trabajos, así como las obras de su laboratorio, pero el proyecto ha vuelto de nuevo a primera línea y la siguiente fase es la de probar los compuestos que han diseñado con el virus. Algo que a priori realizarán en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, al disponer de laboratorios de bioseguridad de nivel 3. Sobre el papel, los antivirales que han creado son efectivos contra todas la varientes conocidas del coronavirus, inclusive la Delta, mayoritaria hoy en diversos países, inclusive España, además de ser más infecciosa.
Hasta ahora, como explica el director del instituto, Antonio Ferrer, catedrático en Bioquímica y Biología Molecular, hasta ahora han estado diseñando por ordenador los compuestos, conociendo la estructura de la proteína de la espícula del virus, del que se conoce su arquitectura molecular. Con técnicas in silico —simulaciones, modelizaciones, experimentos o análisis que se realizan por ordenador mediante algoritmos de simulación y predicción computacional—, testan los productos que pueden interferir con esta espícula y su receptor en las células humanas. "En el instituto no tenemos la posibilidad de trabajar con el virus por su patogenicidad porque hace falta un laboratorio de nivel 3, donde necesitamos probar de todos los compuestos que hemos diseñado, cuáles intervienen mejor con la proteína del virus que hemos aislado", y añade que han identificado las secuencias y los productos que reaccionan a esa proteína espícula del SARS-CoV-2. "Los hemos graduado en eficacia y hemos visto por análisis informáticos que estas secuencias también interaccionarían de forma similar con las nuevas variantes del virus". También la Delta.
Explica Ferrer que estos días han tenido una entrevista con la técnica del mencionado centro del CSIC, en el que se están desarrollando las vacunas españolas de la covid para avanzar en el proyecto. Allí se trabajará con el virus para añadir la tasa de infección del virus, de las células y probar los compuestos que han diseñado y que buscan ralentizar la tasa de infectividad del virus. A priori esperan que se pueda testar en septiembre. "Así veremos si lo que hemos probado en nuestros ensayos in vitro puede tener su traslación para frenar la infección o ralentizar la infección del virus", lo que podría suponer desarrollar antivirales para rebajar la infectividad. Será la prueba de fuego; confirmar que sus resultados teóricos se trasladan a la práctica. "Hasta ahora se ha estado trabajando con antivirales que no son concretos para el virus, son más genéricos para reducir inflamación y que son para otros virus, y están funcionando bien pero este sería uno de estos productos concretos". Han tomado una aproximación a la que le llaman 'producto señuelo', "que pretende intentar distraer al máximo al virus para que el sistema inmune pueda atacarlo y destruirlo antes de una reacción sobreactuada, una ayuda al sistema inmune para controlar la infectividad del virus", explica el director del Idibe.
Por tanto, de confirmarse la efectividad de este producto, la siguiente fase sería elaborar un plan preclínico con la información que tienen y hablar con compañías para desarrollarlo, ya tienen varias interesadas "y una muy interesada", puntualiza Ferrer. También se comunicaría a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aems). En cualquier caso, tendría que se un proceso relativamente rápido, "lo que depende de que los legisladores permitan avanzar en paralelo distintas pruebas y que exista financiación para ello, porque es caro: un ensayo preclínico puede costar medio millón o un millón de euros". Sobre todo para los preclínicos se buscan empresas del sector biotecnológico, ya que estos son ensayos en una fase de mayor riesgo. Normalmente las farmacéuticas no ven aquí mucho interés y optan por entrar a financiar cuando ya son fases de pruebas clínicas. En cualquier caso, para ambas siempre hay opciones financieras de multinacionales o de la propia Sanidad Pública, "que como está haciendo con la vacuna, habría que acelerar al máximo todas las pruebas, haciendo las secuenciales en paralelo, haciendo un plan lo más racional posible para ver si la iniciativa es viable".
Obviamente el del Idibe no es el único grupo de investigación que está trabajando en estos posibles fármacos, "el problema es que solo hay unos pocos centros apropiados para hacer los experimentos, y hay que priorizar", señala el investigador. En cualquier caso, si alguien se pregunta si es necesario el desarrollo de estos fármacos a pesar de que los procesos de vacunación ya están muy avanzados, el profesor de universidad asevera claramente que sí, porque complementan. "Las vacunas ya estamos viendo que si el virus tiene una mutagenicidad elevada, puede que las vacunas tengan que ser readaptadas de forma periódica. Ahora no vemos si son del todo eficaces con las nuevas variantes, hay alguna reactividad cruzada de unas más que otras, y mantienen la gravedad bajo mínimos, pero la tasa de infectividad aún es muy alta". Recuerda que la gente vacunada aún es infecciosa a pesar de no llegar a la UCI, pero sí es potencial transmisor del coronavirus.
"Los antivirales son adyuvantes de la vacuna, les puedes reducir la tasa de infectividad, y por tanto potencia el efecto de la vacuna. Las mutaciones afectarán muchísimo menos y es lo que vemos en nuestro estudios teóricos". Además indica que para casos leves puede que en el futuro no haga falta vacunar y que se pueda dominar la covid únicamente con un antiviral, "eso se verá con el tiempo y lo decidirá el facultativo", y aprovecha la conversación para sentenciar sobre las vacunas, que "algunos creen que son una maldición, pero lo que son es una bendición, porque se el impacto sanitario brutal". Un efecto que podría potenciarse si los antivirales del Idibe acaban confirmando su efectividad y se comercializan como fámarcos. Por el momento, están implicados los cinco grupos de investigación del instituto en el proyecto, financiado con fondos propios hasta ahora.
Por último, también por la covid-19 tuvieron que retrasarse las obras de su laboratorio, pero empezarán en breve para transformarlo en uno de bioseguridad nivel 2. Será una actuación que durará tres meses con una inversión de 100.000 euros. Para él tienen previsto proyectos con otras enfermedades infecciosas que están trayendo bacterias que están siendo cada vez más resistentes a los antibióticos, las conocidas como superbacterias. "Por tanto nos abre una puerta a trabajar con estos patógenos. También con otros no tan virulentos, más imbricados con el virus del resfriado u otros tipos que necesitan este nivel de bioseguridad 2 que en estos momentos no podemos tratar. Cuando tengamos la infraestructura podremos incrementar nuestra capacidad".