ALICANTE. Es la segunda alicantina que gana el Premio SGAE de Teatro Ana Diosdado. Alicantina de provincia, pues el matiz está unos kilómetros al suroeste de la capital, en concreto, en Elche. La ilicitana Laura Aparicio recibe hoy, sábado 5 de noviembre este galardón en su cuarta edición por la obra La última función de Silvia K., en un acto que tendrá lugar en el centro cultural Las Cigarreras, en el marco de la XXX Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos. La obra presenta varias tramas y parte de un animal: el caballo. Con intención de introducir números circenses cuando se ponga en escena, la dramaturga aboga por "soltar los textos" y dejar trabajar a quien asuma la dirección de la misma, una fase a la que todavía no se ha llegado.
- Enhorabuena por el premio de la SGAE. Te unes así a Josi Alvarado (Alicante), Nieves Rodríguez (Madrid) y Ruth Gutiérrez (Santander), las tres anteriores ganadoras. Eres la segunda alicantina. ¿Cómo te sientes?
- Estoy encantada de la vida. Además con estas compañeras tan especiales. Es un honor este cuarto premio.
- Tu obra premiada se titula La última función de Silvia K. Sin hacer demasiado spoiler, ¿cuál dirías que es la sinopsis?
- Es una obra que tiene varias tramas que avanzan a la vez. Se trata de un hijo que busca a su madre. Él es político y la acción está ubicada en una sociedad que empezó siendo una distopía, pero que, al final, terminó siendo una ucronía. No se sabe por qué hay una mutación equina en la mitad de la población y a lo largo de la obra se dan varias hipótesis, todas con humor, pero fundamentadas. Silvia regenta un circo que, seguramente, haga su última función, porque mucha gente quiere que esos que son diferentes dejen de hacer lo que hacen.
- Me lo imagino sobre el escenario y suena complicado a la hora de trasladarlo. ¿Has pensado ya en algo?
- Yo espero que haya alguien que quiera poner la obra en escena y que sea una persona muy resolutiva. En la función del circo se cuenta cómo estos equinos o híbridos están en la sociedad, tienen unos derechos y ya hubo contactos previos. Entonces, hay números circenses donde esos personajes hablan a través de escritores que conocemos en su forma de escritura. Es divertido. Una yegua habla sobre su historia, una centáuride habla sobre los refugiados que llegan a Europa... Así visto parece complicado, pero es factible.
- O sea que vas a mezclar el teatro con el circo. ¿Tienes en mente algún elenco, alguien a quien te gustaría incluir en la obra?
- Son nueve intérpretes que darán vida a 25 personajes. Y van desde los 18 hasta los 70 años. Hay mucha gente que podría. Pero como dramaturga, pienso que debemos soltar los textos y dejar que quienes los van a dirigir los asuman como propios y les den una vuelta. Eso hace que las funciones siempre ganen.
- ¿Y cómo te surgió la idea de escribir esta obra que suena tan loca en un primer contacto?
- Fue estando en un laboratorio con otras dramaturgas y dramaturgos que dirigía María Velasco, una mujer a la que admiro muchísimo. Yo ya había trabajado con ella en otros laboratorios y, de hecho, ella presentó mi primer texto ganador en Cuenca a Escena 2018. En este laboratorio con Velasco, se nos animó no recuerdo si a elegir un animal o el mote con el que nos llamaban en nuestra familia. En mi caso, era el mismo: caballo. En mi casa me llamaban caballo. Ahí surgió, el ser diferente, cuál es la voz de una yegua, desde dónde puede hablar un caballo.
- ¿Puedo preguntar por qué te llamaban caballo?
- Porque llevaba una cola de caballo y porque soy una mujer alta, delgada y con mucho brío.
- Ahora que me has puesto en contexto entiendo que esta obra se defina como "una narrativa que se aleja de los códigos escénicos tradicionales".
- Vamos saltando de un lado a otro. Por un lado, tenemos a un hijo que busca a su madre y, por el otro, a Silvia la Koryfa, que regenta ese circo, con unos coreutas LGTBIQ+, personajes que entran y salen de la función.
- ¿Y cómo ha sido el proceso de escribirla? ¿Tenías esta idea madurada desde hacía tiempo o es más reciente?
- Lleva muchos años. De hecho, la tenía guardada y a veces le daba algún giro. Cuando la presenté en primavera recordé las palabras de Itziar Pascual, otra dramaturga a la que admiro mucho. Ella me dijo: "Tienes que presentar los textos porque tienen que leerte". Eso es lo que me mueve como motor a la hora de presentar un texto. Cuando fui con este, pensé que si no llegaba a ningún lado tenía que dejarlo dormir, porque igual no era el tiempo de la obra, aunque después de varias reescrituras yo creía que podía estar lista.
- Pues parece que le tocaba despertar ya...
- Ha tocado, ha tocado. Yo sé que es un texto un poco complicado porque es arriesgado, pero a mí, como espectadora, me gusta que me hagan trabajar. Porque la televisión y el cine nos ha acostumbrado a ir por delante de lo que va ocurriendo en las historias. Pero el teatro que a mí me gusta es el que hace trabajar al espectador y que acompaña a los personajes en el descubrimiento. Me llama más el teatro que me sorprende y en el que tengo que estar descubriendo, investigando.
- Hay opiniones diversas de que se entreguen premios dedicados a determinados colectivos, en este caso, mujeres. ¿Tú qué opinas de esto, de que se creen premios a los que solo puedan optar las mujeres?
- Llevamos muchos siglos sin tener un lugar en la dramaturgia, en la literatura o en el mundo en general. Y a mí me parece que hay que apoyar a las mujeres para llegar a esas cuotas. Me encantaría que esto no fuera necesario, pero aún lo es. Además me parece un premio precioso, no solo por apoyar la dramaturgia de las mujeres, sino también porque es de Ana Diosdado, una actriz, guionista y dramaturga que abrió mucho a las que hemos venido después. Cuando he presentado algún texto a diversos premios de la SGAE, siempre he pensado que el que más ilusión me podía hacer era este. Tenía un vínculo emocional fuerte.