entrevista. lanzamiento de 'cuántos de los tuyos han muerto'

Ruiz Sosa: "Persistir en la memoria de los demás es nuestra forma de resistir"

29/09/2019 - 

ALICANTE. Rescatar palabras que mueren al final de unas líneas cojas y ‘resucitarlas’ en las consecutivas es un proceso vital del ciclo literario. Una especie de darle trazo a la vida para que muera y así, precisamente, adquiera sentido. Esta es una de las mayores virtudes de Eduardo Ruiz Sosa. Después de triunfar con ‘Anatomía de la memoria’, el autor mexicano afincado en Barcelona ha presentado en la librería 80 Mundos de Alicante su último trabajo, ‘Cuántos de los tuyos han muerto’. Una serie de cuentos que vuelven a ahondar en conceptos como el tiempo y el olvido, y a alterar las acepciones comunes de espacio-tiempo para darle un giro a la existencia de cualquier vida. Que conlleva, como todo, su propia e intransferible muerte. Lo entrevistamos.

-‘Cuántos de los tuyos han muerto’. El libro que presentaste este sábado en la librería 80 Mundos. Un tema tan universal como es la muerte, y en el que te has mostrado todo un especialista.

-La muerte es un acontecimiento que actúa como una especie de onda expansiva que hace que nosotros, los supervivientes, comencemos a mirar a nuestro alrededor. No se trata del fenómeno en sí del que muere, sino del que ve al otro morir. Por tanto, los narradores, los personajes, son gente que acompaña a los muertos, de alguna manera. Se trata de procesos de muerte en general, no necesariamente de muertes físicas, aunque buena parte de los cuentos van sobre esto último. Pero, insisto, también habla de la muerte de la infancia, de la amistad…De procesos más intangibles, siempre vistos desde el borde, de aquel que se asoma para ver al otro, que muere.

-Un concepto de la muerte que no es el mismo en España que en Culiacán, en México, de donde tú vienes y donde has vivido hasta el año pasado.

-Sí. Es bastante diferente por una cuestión de tradición, de folcrore, si se quiere decir, o de cultura en general, que tiene que ver con el arraigo de los muertos que hay en México y con la cercanía cotidiana de la violencia, y también en casi toda su historia como país, que ha permeado la vida del día a día. La naturalidad con la que uno se enfrenta al morir ajeno.

-Un juego con la memoria, con el salto temporal de los acontecimientos que sitúan a grandes protagonistas, la primera, la abuela.

“El libro aborda procesos de muerte no tanto física, sino de conceptos más intangibles, como la infancia”

-En el primer cuento, ‘Desaparición de los jardines’, es la abuela del narrador. Que está en un proceso de desmemoria, o Alzheimer, o demencia senil, algo así. Y termina borrando de su memoria a los otros, que también es una forma de muerte, la pérdida de la memoria de uno. No solo eso; cuando el otro pierde la memoria, la parte compartida con ese otro, también muere. Pierde, mi abuela, su memoria de mi infancia, y mi infancia desaparece con ella. O una parte de esta. Hay ese lazo de giro entre la relación con esa información que los otros conservan de nosotros.

-Por tanto, grandes rasgos de autobiografía, en este libro.

-Sí, prácticamente todo el libro es autobiográfico. Parte de la muerte de mi madre, que es el segundo cuento, el primero que escribí de toda la serie, un año después de ese suceso. A partir de ahí, fueron saliendo el resto.

-La supervivencia de la mente de ‘vomitar’, expulsar, aquellos recuerdos menos agradables. Por supervivencia.

-Quizá sí. Una manera de autoprotección, de cuidarse a uno mismo. Quizá no es la forma más sana, si lo pensamos en términos de autopreservación, de coherencia mental, el borrarlo. De hecho, las tradiciones mexicanas en torno al día de los muertos son justamente lo contrario: el tener presente siempre al ausente. La idea de la ausencia presente, que vuelve una vez al año. Nada nos salva del golpe de la muerte; evidentemente, todos vamos a morir. El persistir en la memoria de los demás es la única forma de resistencia que tenemos. Contra la muerte, el olvido, la pérdida del tiempo.

-¿Cómo recibe el público tus trabajos? Por ejemplo, la que es una obra maestra, ‘Anatomía de la memoria’.

-Creo que hay buena respuesta, aunque ‘Cuántos de los tuyos han muerto’ está aún llegando, no se ha distribuido de forma completa. Creo que más o menos igual. Sí es cierto que en mi ciudad la ‘anatomía’ podría tener un eco mayor porque retrata acontecimientos históricos que ocurrieron allí realmente. En mi familia tendrá seguro una repercusión peculiar, ya que son procesos íntimos de luto, de recuperación y de resistencia, tanto para bien como para mal. Lo que necesita hacer la literatura es precisamente eso: afectar a las personas. El modo de llegar a través del contexto es adaptable para un lector mexicano, español o argentino. Al fin y al cabo, los personajes son individuos que, como el propio lector, sufren y gozan, viven y mueren. Como él. La forma de apelar es, más o menos, la misma.

“En México destaca la naturalidad con la que uno se enfrenta al morir ajeno”

-¿Cómo es trabajar con la editorial Candaya?

-Una maravilla. Llegué precisamente con ‘Anatomía de la memoria’ con la beca de Creación Literaria Han Nefkens y el Máster de la Pompeu Fabra, que orquestaba la publicación de la novela, aunque los conocía porque había alumnos de la universidad que salieron con ellos previamente, a través de ‘Emergencias’, doce cuentos iberoamericanos, donde había uno mío. Ahí empecé a tratarlos. Cuando empecé a buscar editorial, siempre pensé que ellos eran quienes más me gustaban. Ahí comencé a tratarlos más de cerca. La relación ha sido estrechísima; son como mi familia. Lo tengo muy claro y muy decidido que siempre voy a publicar con ellos. Hasta que digan basta. Es una editorial que refleja mucho lo que yo pretendo al escribir, que es resistir. No son tan pequeños ni minoritarios ya, tienen quince años, con un centenar de títulos publicados, entre los que hay cosas espectaculares. Sigue manteniendo, no obstante, ese espíritu de resistencia, de lucha, cultural, social y política. Es lo que a mí me interesa y me atrae. Ya te digo, no tengo intención de mudarme.

-La melancolía es una de tus marcas, esa ‘tristeza poética’, ¿verdad?

-Yo utilizo mucha poesía. Aunque mis lecturas son muy variadas, tengo temporadas que se caracterizan más por la poesía que por la narrativa. Pero desde luego el pulso del lenguaje poético es fundamental, tanto en el libro de cuentos como en la novela. Lo poético es aquello que nos aproxima a hablar de cosas que son imponderables, como la muerte, la memoria, la ausencia, el deseo. Que no tienen una manifestación física concreta, en tanto que entidad abstracta.

-Una vez mencionaste a García Márquez como autor de referencia. ¿Qué otros? En la literatura hispanoamericana.

-De las primeras lecturas reveladoras para mí fueron tanto ‘Cien años de soledad’ como ‘El otoño del patriarca’. Aunque no diría que está entre los últimos autores que me han influenciado en los últimos años. El principal es el autor mexicano Fernando del Paso, de ‘José Trigo’, entre otros, que murió el año pasado y que recibió el premio Cervantes. Me gustan también Inés Arredondo, Roberto Juarroz… La lista es muy larga.

“Cuando el otro pierde la memoria, la parte compartida con ese otro, también muere”

-Compaginabas la tarea de escribir, con enseñar a lo mismo, como profesor.

-Hace un año que renuncié como profesor. Ahora sí soy profesor, pero de talleres de escritura. Estuve en la facultad de Historia cuatro años como docente, ya que vine aquí entre 2006 y 2014 a cursar un máster y un doctorado de Historia de la Ciencia. Primero estudié Ingeniería Industrial, después el máster y doctorado que te comentaba, y regresé a trabajar a la universidad. Las clases que di eran muy variadas, prácticamente no tenían nada que ver con Historia de la Ciencia. Es un trabajo que me gusta muchísimo, lo disfruto una barbaridad. Creo que es un trabajo fundamental, necesario, tiene que haber profesores siempre de esos que, cuando eres estudiante, te marcan, como un punto de inflexión. La principal labor, de hecho, es hacer leer a los estudiantes, sea de la disciplina que sea. En un modo de encauzar la rebeldía y la resistencia a tu mundo, que ha crecido, tal vez, de manera injusta.

-¿Cuál es el objetivo de tus conferencias? Vas a llevar tu último trabajo a toda la Comunidad Valenciana, también a Andalucía.

-Mi idea es que el lector se plantee la cuestión de cuántos de los suyos han muerto, y cómo sobrellevan esos procesos. Y qué tan olvidados los tiene, o qué tan ocultos, se empeña en tenerlos. ¿Qué hacemos con esa memoria ‘achatada’, amagada, olvidada? Y cuando despiertas porque hay algún estímulo que nos remite a la voz de la madre muerta, o del padre, o del hermano. ¿Cómo sobrevivimos a partir de aquí? De eso se trata. Yo no tenía pensado escribir este libro: hacía mucho que no hacía cuentos. A partir de este episodio, se hizo necesario soltarse. Morimos tantas veces al día…Mi padre me daba muchas explicaciones acerca de la muerte cuando yo era pequeño. La última, la que se me quedó grabada fue que hay gente que dice que nosotros somos habitantes de un sueño de alguien más. Yo le dije: “¿Qué pasa cuando despierten?” Y me dijo que no sabía, porque nunca habían despertado. La idea de que al dormir hay una experiencia de la muerte, mínima, no real, siempre la he tenido en la cabeza. El que mueran ciertas memeces, incluso esperanzas, es un proceso de resistencia. Como la vida en sí misma.

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