"Oye, Javier, ¿por qué no entrevistas a Gan Pampols, que parece un tipo interesante?", me preguntó el otro día un amigo, lector de nuestro periódico. Traté de explicarle que no tengo ni idea y prometí trasladar la conversación a una columna dominical porque si él me lo pregunta, es posible que otros lectores que no me conocen se estén preguntando por qué el vicepresidente segundo de la Generalitat y conseller para la Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana ha sido entrevistado hasta en la hoja parroquial, en varios medios dos o tres veces –“sale mucho en Las Provincias", dice mi amigo–, y después de casi cinco meses en el cargo no ha dado una entrevista a los periódicos del grupo Plaza.
Y no es porque no hayamos insistido desde que la solicitamos por primera vez el 20 de noviembre. De hecho, estamos por dejar de pedirla porque cada vez que lo hacemos –siempre prometen que están buscando una fecha– aparece entrevistado en otro medio, como hecho adrede para regodearse.
Debe de ser, le respondí, por el mismo motivo por el que desde hace año y medio no hemos podido entrevistar a prácticamente ninguno de los aproximadamente 130 altos cargos que tiene el Consell, ni Mazón ni consellers ni secretarios autonómicos ni directores generales. Concretamente, los altos cargos nombrados por el PP, porque a los nombrados por Vox en el primer gobierno sí pudimos entrevistarlos sin ningún problema. De los nombrados por el PP creo que la única que se ha dejado –o nos han dejado– entrevistar desde septiembre de 2023 ha sido, hace seis meses, la directora general de Emprendimiento e Internacionalización, Ester Olivas, a la que agradecemos su predisposción.
Hay altos cargos que nos dicen que por supuesto que sí a una entrevista, pero que la pidamos por el conducto oficial, el gabinete de prensa, que es como una ventanilla única de la administración, que te dice una y otra vez que está buscando un hueco, vuelva usted mañana, y cuando te das cuenta ha pasado un año en el que has visto al personaje entrevistado en otros medios, sin contar su participación en eventos patrocinados, que daría para otra columna.

- Foto: JORGE GIL/EP
Nos dolió especialmente no poder hacer nuestra tradicional entrevista de agosto al conseller o al secretario autonómico de Educación para hablar del curso escolar en puertas, casi una tradición que veníamos repitiendo con el gobierno del Botànic y pudimos mantener en 2023 con el recién nombrado conseller José Antonio Rovira, que a la vista de lo acontecido después pudo deberse a que lo pillamos desprevenido.
¿Y cuál es ese motivo? Se preguntará el lector, como se preguntaba mi amigo y se pregunta un servidor. Pues no lo sé, porque aunque tenga el coll verd como un pato, ande como un pato y grazne como un pato, no hay ningún veto, según me aseguró el otro día el secretario autonómico del Gabinete del President y Comunicación, José Manuel Cuenca, máximo responsable de la comunicación del gobierno autonómico.
"Será que os tienen miedo porque hacéis preguntas incómodas", dijo mi amigo. Si fuera por eso, nadie daría entrevistas a Alsina, y hasta Gan Pampols ha pasado por sus micrófonos. Además, ¿qué es una pregunta incómoda? ¿Querer saber cómo es posible que la Generalitat le haya pedido al Ejército que abandone la zona afectada por la Dana cuando todavía hay garajes inutilizados y polígonos industriales embarrados? ¿Saber qué clase de recuperación social es que la Generalitat tire la toalla con el tema de los ascensores y asuma que el próximo 29 de octubre, un año después de la Dana, no estarán todos reparados? ¿Querer saber por qué en la presentación del diagnóstico que hizo en el Palau parecían más culpables de su desgracia las víctimas que fueron a sacar el coche que los responsables de emergencias?
Pero esto no va de Gan Pampols. Él es la gota, la excusa, la percha para hablar de algo más grande. Que todo un gobierno autonómico no conceda entrevistas a un grupo de comunicación como Plaza – tres cabeceras digitales y una revista–, que, humildemente, tiene cierta presencia en la Comunitat Valenciana, es una desconsideración con el medio y con sus lectores.

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La rendición de cuentas a la que están obligados los gobernantes exige que den la cara en todos los medios de comunicación para llegar a toda la ciudadanía, sin discriminar por su línea editorial. Este periódico siempre ha sido crítico con los gobiernos –tienen palmeros de sobra–, sean del color que sean, porque la obligación de un medio es señalar aquello que no funciona, dar voz a los descontentos y ejercer una labor de control ante los inevitables abusos de poder. No es de recibo que quienes se prestaban a ser entrevistados cuando estaban en la oposición ahora cierren la puerta.
Desgraciadamente, es cada vez más habitual que los presidentes del Gobierno o de comunidades autónomas decidan no acudir a medios que consideran críticos. Empezó haciéndolo Aznar con Iñaki Gabilondo, que dirigía el informativo más escuchado de la radio, en una anomalía tan clamorosa que Luis del Olmo, que disputaba el liderazgo a Gabilondo, se la hizo notar al presidente en una entrevista. Esta actitud que empobrece la democracia se ha ido normalizando –Sánchez no va a unos medios y Feijóo no va a otros–, igual que las comparecencias sin preguntas y el envío a las redacciones de notas de prensa, vídeos y audios unilaterales sin dar opción a ampliar la información. Así empezó Trump, al que señalan mientras siguen sus pasos.
También está pasando en la Comunitat Valenciana con determinados políticos y determinados medios. En la segunda legislatura del Botànic nos costó cuatro años entrevistar a Ximo Puig. Accedieron a darla el último día antes de disolver Les Corts, cuando ya estaba en precampaña electoral. Pero al resto de miembros de su gobierno lo entrevistamos sin problema. Con Mazón lo intentamos durante meses pero perdimos la esperanza ya antes de la Dana. Lo que no debería ser normal se ha hecho habitual en el caso de los presidentes. Lo extraordinario es que sea todo un gobierno –en el amplio sentido del término, hasta directores generales– el que no acuda a un grupo de comunicación local que ha pedido durante 18 meses decenas de entrevistas.
Por eso, aunque tampoco sea normal que un periodista hable de sí mismo ni de sus problemas para conseguir información, he considerado necesario dar explicaciones, por si algún otro lector echaba de menos alguna entrevista.
PS: otro día escribiré del desprecio del Gobierno central hacia la prensa digital regional: ni entrevistas –¡hola, Arcadi!–, ni publicidad ni subvenciones a la digitalización, reservadas a los grandes grupos editoriales.