ALICANTE. De las cuatro temporadas que de manera consecutiva pena ya el Hércules en Segunda División B, su actual plantilla es sin ninguna duda la que peor rendimiento ha ofrecido.
Los pobres resultados obtenidos en 32 jornadas se han llevado por delante ya a dos técnicos: Gustavo Siviero y Claudio Barragán; pero también parece que le van a costar la continuidad a Josip Visnjic y es que ahora mismo sería una sorpresa mayúscula que el serbio fuera el entrenador blanquiazul en la 2018/19. Y en cuanto al director deportivo, Javier Portillo, se salvará de la quema porque es copropietario del club, ya que de no serlo el 30 de junio correría el mismo destino que su antecesor, Dani Barroso.
Qué me pasa doctor
Ninguno de los tres técnicos, por no hablar de Portillo, han sido capaces de hacerle entender a la plantilla que están en una entidad que necesita sí o sí ascender y que da igual si enfrente está el último, el Mallorca, el Villarreal B o el Elche, que solo vale salir a ganar como mínimo.
Si al propio Hércules, un club tan histórico como histérico, no le vendría nada mal algo de terapia, qué decir de una plantilla que solo parece motivarse cuando se enfrenta a un 'grande'. La falta de actitud (en algunos casos también de aptitud) de los jugadores en muchos momentos del presente curso ha terminado condenando al Hércules a un final de Liga anodino en el mejor de los casos, ya que como no obtenga una victoria pronto, el equipo se puede ver metido en un lío morrocotudo, con la amenaza de un descenso a Tercera...
Tres puntos, por favor
Así que ganar o ganar, no cabe otra posibilidad ante el Valencia Mestalla el domingo. Si se quiere espantar temporalmente el fantasma de la desaparición hay que sumar ya tres puntos y es que puede que exista alguna duda sobre si el Hércules sobrevivirá o no a las amenazas de Bruselas y Hacienda, pero no cabe ninguna respecto a que otro descenso será letal.
Todo lo que no sea una victoria ante el filial valencianista, que nadie dude que no lo va a poner nada fácil, puede dejar a los blanquiazules a un partido del descenso, teniendo que jugar el fin de semana siguiente en el Nou Morvedre de Sagunto; recibir a continuación a un Lleida que como el Valencia Mestalla aspira a jugar el 'play-off'; visitar luego El Clariano donde espera un Ontinyent de Vicente Parras que quiere clasificarse para la Copa del Rey; jugar a continuación el derbi provincial en el Martínez Valero; y cerrar la Liga en el Rico Pérez con la Llagostera que puede llegar descendida o con opciones de salvarse, ya que los equipos de la parte baja se están mostrando muy vivos en este tramo final de campeonato.
Limpieza a fondo
Eso sí, que nadie se confunda o se llame a engaño: aunque ahora se logren seis victorias en los otros tantos partidos que restan, muy pocos en el vestuario local del Rico Pérez serán merecedores de continuar teniendo una taquilla en el mismo. Y si Juan Carlos Ramírez y Enrique Ortiz no quieren ver lo anterior o sí pero no están dispuestos a gastarse los cuartos para rescindir contratos y firmar una plantilla nueva y verdaderamente de garantías, es que tenemos otro problema mayúsculo...
Portillo es el máximo y último responsable de que sean estos y no otros los jugadores que defienden la camiseta del Hércules, pero lo que tampoco se puede hacer es exigirle que tire del carro y al mismo tiempo ponerle a este ruedas cuadradas: el verano pasado se condicionó, para mal como estamos ahora sufriendo, la planificación deportiva con el asunto de la deuda con Hacienda (para luego no resolverlo) y en enero tampoco hubo rastro del tristemente famoso cheque en blanco para los necesarios fichajes. Si Ortiz y Ramírez insisten en seguir por ese camino, el fracaso está garantizado.