ALCOY. Para correr una competición de fondo no hay que echar la vista atrás. Al menos, no excesivamente, igual que tampoco es recomendable frenar en seco cuando se necesita un descanso. El escritor original de Orihuela Manuel Mira Candel lo sabe por su propia experiencia. En su último trabajo - Las zapatillas vietnamitas, un thriller publicado justo antes de entrar en plena pandemia- adapta la que ha sido una de sus pasiones y la convierte en la alegoría que es el maratón más importante de todos; el de la vida. La novela está estructurada en 42 capítulos y 195 "metros cuadrados", como él mismo explicaba antes de su lanzamiento, ya que la prueba deportiva es de 42 kilómetros y 195 metros. Una historia que resume en ocho preguntas para AP donde ninguna, absolutamente ninguna respuesta tiene pérdida alguna.
-Tu debut en el género del 'thriller' con 'Las zapatillas vietnamitas'. Una novela de 500 páginas. ¿Por qué ahora esta transición, Manuel?
MM: Quería experimentar con nuevos registros, salirme de mi habitual línea narrativa. Creo que el resultado no admite muchas diferencias, sin embargo. En Las zapatillas vietnamitas sigo siendo el mismo de antes, el de Madre Tierra y el escritor de El olivo que no ardió en Salónica, por ejemplo. El introspectivo y detallista que busca el núcleo mollar de la vida. Es un texto, eso sí, en el que se implementa la acción, la aventura, una historia de amor desaforada, los viajes, y hasta una interesante incursión histórica sobre la existencia de la Ciudad de los Césares... En este aspecto, creo que este trabajo último es una novela que encierra muchas novelas; una novela con muchas caras que, sin duda, puede empatizar al lector con facilidad.
-La trama gira en torno a los movimientos ultraderechistas, con un cierto halo visionario. ¿Qué hay de 'fascista' en toda la gestión que estamos viviendo con el tema de la pandemia? El virus viene a demostrar, precisamente, que las tragedias son democráticas, ¿no?
MM: Me preocupa, como a todos, supongo, la irrupción de los movimientos xenófobos y radicales en la Europa democrática. Y decidí que mi novela se circunscribiera a ese entorno político como contexto. Sinceramente, la formidable aventura de los protagonistas está muy por encima. Es el hombre que corre maratones el verdadero héroe; el hombre que corre para salvar el mundo. Esos héroes generosos, inteligentes, audaces, son necesarios ahora más que nunca. Es decir, los verdaderos líderes. El problema de ahora es que no hay líderes. Y, por tanto, corredores de fondo que puedan superar pruebas tan duras para la vida como un maratón. En ese sentido, sí cabe un parangón entre la novela y la crisis del coronavirus. En la terrible prueba de maratón que corre una sociedad entumecida por el miedo, resultan imprescindibles los líderes capaces de superarla.
-¿Por eso la metáfora de las 'zapatillas'? Y por qué Vietnam.
MM: No es una metáfora. Las zapatillas son icónicas en la novela. Ellas encierran el secreto por el que unos y otros corren... Y no es el momento de descubrirlo. Las zapatillas existen. Están fabricadas a mano por un zapatero artesanal de Hanoi.
"Responder a si lo que está pasando es merecido o pura veleidad es tan importante como una vacuna contra el virus"
-¿Qué es lo importante en la maratón de la vida? Igual ahora priorizaríamos otras cosas.
MM: Vencer lo que los maratonianos denominan the wall, 'el muro'. El obstáculo, aparentemente insalvable, que aparece hacia el kilómetro treinta de la prueba. Precisamente la convicción de que ese muro existe fue lo que me indujo a escribir la novela. El ser humano se enfrenta a obstáculos increíbles que debe salvar, y los salva, los supera… Por su voluntad, su resistencia, su audacia, y también por su imaginación, entre otras.
-¿Qué supone este libro para tu carrera, en este caso, sí metafóricamente hablando?
MM: Nunca hay un antes y un después cuando se publica un nuevo libro. Tampoco un libro nuevo es un libro más en la vida, como no lo es un nuevo hijo. Todos los hijos que vienen, o por venir, son como el primero. Si acaso, Las zapatillas vietnamitas rompió a llorar por primera vez de una manera distinta, quizá de manera más estridente, y me llamó la atención esa forma tan peculiar de manifestar su amor a la vida, en este caso también a la literatura… Se ha dicho de esta novela que es un thriller culto. Bueno, en cualquier caso yo diría que es un thriller de buena literatura.
-¿Está el escritor en su mejor momento creativo ahora mismo o pendiente de un hilo, como teme el resto de sectores culturales? ¿Cómo vive la cuarentena?
MM: Estoy preocupado. La humanidad, la sociedad, el hombre, tienen que cambiar. Ya nada será igual que antes. Me gustaría que prevalecieran los valores de siempre que hemos perdido. Que las ideologías con promesas impracticables y populistas dejen paso a los valores eternos del hombre. Que lo sencillo regrese a ocupar el lugar en una sociedad que ha sobrevalorado el consumo y el bienestar. Que seamos capaces de engendrar una idea del mundo basada en la compasión por nosotros mismos. Habría que preguntarse si cuanto está ocurriendo es porque nos lo hemos merecido o por una extraña veleidad del destino... Responder con sinceridad a esa pregunta es tan importante como descubrir la vacuna contra el coronavirus.
-No es extraño que aparezca una periodista como protagonista de tu novela. ¿Lo estamos haciendo bien los periodistas? ¿Hay demasiado bulo suelto?
MM: Sí. En casi todas mis novelas aparece un periodista… No puedo escribir sin dejar de sentirme periodista un solo instante. Lo llevo en la sangre. Amalia van Campen, la periodista de Las zapatillas vietnamitas es una periodista muy especial. Yo creo que estoy enamorado de ella. Amalia nunca miente, es una criptoanalista… Busca la verdad oculta, el secreto de los secretos.
-La presentación de tu novela quedó truncada por el parón socio-sanitario. ¿Dónde estaba previsto y qué más citas has tenido que cancelar?
MM: Ha sido una pena. La presentación estaba prevista en la Universidad, a cargo del alcalde de Alicante y de la presidenta de la Asociación de Periodistas de la Provincia. No ha podido ser. Tampoco me atrevo a predecir cuándo será… Después, iba a tener una recepción especial en la Feria del Libro de Valencia. Se había previsto ir a la de Madrid… En fin. Mejor pensar en que vendrán tiempos que nos harán olvidar estas contrariedades. De ahí mi agradecimiento a Alicante Plaza por permitir asomarme a su balcón y cantar, con mi novela en la mano, Resistiré, resistiré... Gracias.