ELCHE. Isabel Agulló Vicente, Petronila Alcaraz Blaya, María Belló Pérez, Rosario Hernández Sandoval, Francisca Vázquez González, Asunción Ventura Soler, Elena Gil Olaya o Carmen Rodríguez Salinas. A priori son nombres que no dicen nada. Sin embargo, son algunas mujeres que tuvieron, por desgracia, bastante en común. Fueron violadas, torturadas o, directamente, asesinadas por el franquismo; todas ellas represaliadas. Algunas de las cientos de mujeres que lo fueron en nuestra provincia y en nuestra comunidad. A ellas rinde homenaje ‘Luces en la Sombra. Josefina Manresa y las olvidadas’, una exposición que nucleada en Josefina Manresa Marhuenda, conocida por ser la mujer de Miguel Hernández. ‘La mujer de’, otro común denominador que seguramente también tuvieron gran parte de estas mujeres.
Josefina Manresa, ‘la mujer de’, como tantas otras ‘mujeres de’ y pocos o ningún ‘marido de’ conocidos, tuvo que sacarlo todo adelante. Todo. Después de que la barbarie franquista se llevara por delante al universal Miguel Hernández, tuvo que esconderse, cuidar de su hijo y a la vez del legado del difunto poeta. Unas condiciones que no le eran nuevas, puesto que sufrió el asesinato de su padre en Elda (1936) y el fallecimiento de su madre un año después, por lo que tuvo que hacerse cargo de sus tres hermanas pequeñas. Una vida dura, más si cabe, teniendo en cuenta que sobrevivió a sus dos hijos; uno fallecido prematuramente, el otro en 1984, tres años antes que ella.
Por eso, con el pretexto del 75º aniversario del asesinato de Miguel Hernández —porque le dejaron morir, enfermo de tuberculosis en la cárcel de Alicante—, y centrándolo en la persona de Josefina Manresa, la exposición de 30 cuadros hace referencia también en su título a “las olvidadas”. Mujeres que como Josefina, arrojaron algo de luz en medio de tanta oscuridad durante aquellos años, bien fuera con lucha activa contra el régimen, lo que a algunas les costaría la prisión, el fusilamiento o la violación, o el mero hecho de sacar adelante a sus familias, fueran hijas mayores, viudas o esposas de fugitivos.
Tanto entonces como hoy se hace extensiva esa consigna feminista de ‘las mujeres que mueven el mundo’. Porque no sólo son ellas las que dan a luz y traen la vida, aún son, y sobre todo en aquella época fueron, quienes se encargan de los cuidados, de las tareas fundamentales del día a día, de la educación de los hijos. Mujeres fuertes que en aquella época tenían que encargarse de todo eso y soportar la represión de la dictadura por ser o haber sido ‘las mujeres de’. También fue el caso de Josefina, que se instaló en Elche en 1950 precisamente buscando el anonimato que le permitiera no ser señalada y poder criar a su hijo para brindarle un futuro mejor. Y para que ella pudiera tener un presente más sosegado.
Desde la venta de frutas y verduras hasta la costura de vestidos de comunión en su casa —una vez más, relegadas al ámbito privado— para varias empresas ilicitanas, con sus consiguientes secuelas físicas —una historia que sonará a esas madres que hacían/hacen lo propio con la máquina de coser del calzado, en casa o el taller clandestino—, en su caso el glaucoma, Josefina pudo labrarse una vida tranquila en Elche. Si es que su mente atormentada por tanto sufrimiento acumulado pudo dejarle alguna vez ‘tranquila’. Sometida a tanto estrés, la frustración salía a pasear e incluso cuando el poeta estaba en el frente o más tarde preso, le envió varias cartas de resignación por la situación tan precaria con la que vivían ella y su Manolito.
Así pues, un necesario homenaje a través de treinta cuadros realizados con diferentes artes plásticas a todas esas ‘mujeres de’, anónimas, que sufrieron la dictadura pero que gracias a su fortaleza hicieron o lucharon por hacer del mundo en el que vivían un lugar con más luz, a pesar de las sombras que las rodeaban. Para que su memoria no quede olvidada ni sepultada en alguna cuneta.
Hasta el 19 de noviembre en la sala de exposiciones de la Orden Tercera Franciscana de Elche.