A TOTA VIROLLA

Alberto Mayol y Vito Corleone: la nueva vida del autor que quiso presidir Chile

Acaba de publicar Las 50 leyes elementales del poder en El Padrino (ed.Arpa) y protagoniza el podcast chileno más relevante. Por la mañana y por la tarde vive en València, por la noche en Chile

10/06/2023 - 

VALÈNCIA. Alberto Mayol nunca había pensado demasiado en qué consistía el poder (una condición básica del mamífero) hasta que entró en la estructura de la universidad más importante de su país, Chile. Para intentar entender, pero sobre todo para intentar “sobrevivir”, comenzó a releer y a revisitar El Padrino en primera persona. Comenzó a sistematizar alguna de sus leyes hasta conformar su propio abecedario sobre cómo es (así de amorfo) y cómo funciona el ejercicio del poder. En una concatenación rápida de las cosas, que responde bien a una de aquellas leyes (‘Todo hombre tiene su destino’), formó parte desde 2011 de un despertar político. Terminó, contra todo pronóstico, imbuido en el proceso de primarias del Frente Amplio para ser presidente de Chile. Ese tiempo (acompañado de nombres como Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Gabriel Boric) le ayudó a acabar de afinar las leyes elementales del poder. Perdió, aunque “perdió ganando”, afirmará. 

Sin saber muy bien cómo, Mayol acabó en València, donde vive, bien céntrico. Desde donde graba el podcast más trascendente de Chile, La Cosa Nostra, y desde donde acaba de publicar Las 50 leyes elementales del poder en El Padrino (ed.Arpa). Podría parecer un accidente, pero no lo es.

-¿Por qué Vito Corleone?

-Es un personaje que logra reunir atributos que resultan misteriosos. Se adentra en el tema que, posiblemente, sea el tema básico pero al mismo tiempo más complejo: el juego del poder. Todos los mamíferos juegan a ello. Y, dentro de ese contexto, nosotros los humanos lo llevamos a niveles de sofisticación muy altos. Desde la simple violencia animal hasta los tribunales de justicia. Y de alguna manera, El Padrino es una formidable fórmula para introducirnos en ese mundo. Hoy en día, hay muchas series que exploran el mismo fenómeno y me da la impresión de que la obsesión por entender qué significa el poder es algo inherente al ser humano. 

Está lleno de personas que imaginan toda clase de hipótesis extravagantes y completamente absurdas, como si hubiera un grupo de personas de izquierda en organizaciones internacionales y un grupo de empresarios ultramillonarios conspirando contra el resto de la humanidad. Eso tiene que ver con la necesidad de entender un mundo en el cual las estructuras de poder no son evidentes. Te das cuenta de que los políticos que ves todos los días no tienen el poder. 

Tratamos de entender lo que está sucediendo a nuestro alrededor y creo que, en ese sentido, El Padrino es una obra que nos enseña a decir: mira, no puedo decirte cómo funciona el mundo, pero puedo decirte que existe un alfabeto que va de la A a la Z y que puede explicártelo. Puede manifestarse en forma de mafia, en forma de partido político o en lo que sea, pero el alfabeto es el mismo. Y ese proceso de alfabetización es lo que me resulta más atractivo en El Padrino, porque además, tiene sutileza en el caso de estas obras. Está ejecutado de tal manera que la construcción del poder en la obra misma replica los mecanismos utilizados en la realidad. 

No nos muestra a un ser muy poderoso que ha logrado grandes cosas y que estamos viendo todo el tiempo. En ningún momento deja de mostrarnos su vulnerabilidad. Lo vemos tratando de entender el problema que se presenta. Unos minutos después, lo vemos derrotado, herido y casi muerto. Sin embargo, logra transmitir que detrás de esa conducta, hay una gran sabiduría en el manejo del poder. Y esa sabiduría no nos atrae simplemente porque somos mamíferos que sienten, piensan y experimentan cosas, sino porque comprendemos que cuanto más poder tienes, más probabilidades tienes de sobrevivir.

-¿De qué maneras comienzas a interesarte por cómo funciona el poder?

-Es bastante simple, en realidad. Tengo una formación más teórica que práctica. Desde muy niño siempre fui un ávido lector, y prácticamente todo lo que sé hacer es leer y escribir. Y, claro, una de las cosas que más me ha fascinado es entender el fenómeno del poder. Me gusta mucho tratar de comprender los fenómenos del gobierno, el amor y las cosas que no sabes qué son. 

Luego, en mi formación como sociólogo, tuve mucho aprendizaje en investigación y metodología, y soy bueno en eso. Sin embargo, en algún momento comencé a trabajar en un departamento siendo joven, más joven que los demás, en la principal universidad de Chile. Y descubrí con horror que, seis meses después, yo era un ser indefenso en ese mundo. No era parte de la fauna, ya que no tenía a nadie que me protegiera, ningún árbol que me diera sombra. Había entrado solo y pensaba que si hacía las cosas bien, todo saldría bien. Pero un amigo mayor me dijo una vez: "¿Sabes que en seis meses estarás lleno de problemas? Pero bueno, disfrútalo". Efectivamente, alrededor de seis meses después, comencé a darme cuenta de que las cosas se estaban complicando sin razón aparente. Cada vez había más tensiones hasta llegar a un punto en el que era insoportable. En un momento, pensé: "El mundo de la sociología, en todas partes y aún más en Chile, es pequeño. Si tienes problemas en la universidad más importante, ¿a dónde irás?". 

Comprendí que lo que me había sucedido era un reflejo de los escenarios de poder. Aunque confiaba en que la única herramienta que tenía para mejorar era pensar, me senté a reflexionar. Me acordé de las clases de teoría política, tanto en política como en sociología y derecho. Se utilizaban ejemplos de El Padrino y muchas negociaciones de profesores. Comencé entonces a trabajar en un libro similar a este, pero sin ningún propósito más allá de expresar mis ideas.

Después de semanas, logré sistematizar bastante el asunto, pero también sin ningún objetivo. Pero comprendí que empezaba a servir efectivamente y me dio claridad. En ese momento me habían reducido mi salario a proporciones sorprendentes. Me lo bajaron a la mitad, luego a la mitad de la mitad. Me busqué un trabajo en un banco. Comencé a aplicar allí mucho de lo que había aprendido en El Padrino

-¿Qué hacías en el banco?

-Hacía investigaciones, por lo que tenía acceso a todas las reuniones importantes, aunque no era el protagonista. Luego proponía soluciones basadas en las leyes y comenzaron a funcionar. Me di cuenta de que había un aprendizaje práctico que podía usar para trabajar fuera del ámbito académico convencional. Empecé a usarlo para trabajar en otras cosas. En el mundo académico los rumores sobre mí ya se habían extendido y no tenía nada que hacer, sin embargo de repente me convertí en una figura reconocida a partir de una conferencia muy famosa en la que participé como sociólogo. Generé gran atracción en los medios y capté la atención de personas con intereses políticos.

-Era el contexto de las revueltas estudiantiles de 2011.

-En ese momento estaban ocurriendo cosas que no se sabía interpretar y yo estaba trabajando en una investigación relacionada con eso. Ya desde antes habíamos empezado a estudiar el fenómeno. A principios de 2011, comenzó a emerger algo importante, y yo ya estaba publicando artículos que decían: "Mira, esto es muy relevante, se está abriendo una grieta en...". Publiqué directamente sin intermediarios, sin tener afiliación política o cualquier tipo de apoyo orgánico. Colaboré con el movimiento estudiantil del 2011 y ayudé a sus dirigentes, que todavía no eran figuras conocidas, como Camila Vallejo o Giorgio Jackson. Ellos no tenían a nadie que les brindara apoyo, asesoramiento. A partir de ahí, encontré mi camino y pensé: bueno, me ha tocado vivir una de las leyes del libro: cada persona tiene su destino. Algo importante y sobre lo que no tienes control determinará tu futuro, y esto es algo significativo. 

-¿Cómo acabas convirtiéndote en candidato a presidente en las primarias del Frente Amplio?

-Hice todo lo posible para que las candidaturas del Frente Amplio fueran para otras personas. Yo me dedico mucho al análisis estratégico, normalmente a través de investigaciones y a veces como consultor político. Me reuní varias veces con el diputado Jackson, por ejemplo, y con personas del Frente Amplio. Pasaron algunos meses y surgió un movimiento que pensaba que yo podía ser el candidato. Entonces pensé: lo primero que debo hacer es reflexionarlo, lo segundo es que cualquier cosa que decida hacer, no lo comunicaré todavía. Esperaré. Necesito tiempo para prepararme y entender cómo afectará mi entorno. No cumplieron y, después de dos días, se supo en la prensa. Me di cuenta de que lo mejor, si me consideraba un actor político, era entrar en la arena y, si es necesario, alejarme de ella más tarde.

-¿En ese camino político aplicaste las leyes de El Padrino o descubriste muchas más?

-Fue un desafío muy interesante en el que pude poner en práctica todo lo que había trabajado. Fue una combinación de ambas. Tuve que ir purificando cosas y aumentando la cantidad, la complejidad y la variedad de temas. Pero los fundamentos eran los mismos, entonces se me hizo mucho más fácil. Lo que cambia en un momento político así es que aunque seas una persona que tiene mucho pensamiento estratégico, eres el protagonista. Es muy diferente, muy diferente porque tienes unos niveles de contaminación muy grandes, dejas de tener contacto con la realidad. Y además, la política está llena de entusiasmos completamente absurdos. Entonces, por ejemplo, para alguien que está en una candidatura y no conoce ese ambiente previamente, la cantidad de veces que vas a perder el tiempo en la reunión equivocada, en el evento equivocado, en aceptar lo que no debiste, en no ir a lo que debiste, en no gestionar aquellas cosas que tenías que hacer, es enorme. 

-¿Cómo fue el desenlace de esas primarias? 

-Yo digo que en política se pueden dar cuatro escenarios. Ganar ganando, ganar perdiendo, perder ganando y perder perdiendo. Todos queremos ganar ganando. Pero normalmente o ganas perdiendo o pierdes ganando. Lo mejor que te puede pasar dentro de esos escenarios es perder ganando. Porque ganar perdiendo significa que todos creen que ganaste, pero tus cimientos son débiles. Le pasó a Macron. Macron sabía que él había ganado perdiendo. Y él dice el día que asume: "Yo sé que no me eligieron a mí. Han solicitado un representante capaz de sostener la República francesa. Pero yo no soy al que han elegido". Se convierte en custodio del estado. Pero cuando estás dentro, en palacio, acabas creyendo que ganaste.  

Saqué un tercio de los votos, una muy buena votación, y me fui. En condiciones y sin errores. Pero me fui con muchas deudas. ¿Qué puedo hacer para pagarlas? Y en ese momento quise hacer seminarios, un podcast, explicando las leyes del poder de El Padrino. Se convierte en un éxito.

-Vito Corleone te ha ayudado a pagar tus deudas.

-No solo me ha salvado desde el punto de vista de las estructuras de poder, sino que también ha sido un razonable instrumento para conseguir ingresos.

-¿Cuántas veces has visto El Padrino y has leído el libro? 

-Cuando empecé a trabajar en ello, creo que había visto cada una de las películas unas tres veces. A partir de ahí vi 20 veces cada película, aproximadamente. Además, releí el libro unas 20 veces también. Me sumergí mucho en los detalles y en cada escena importante de El Padrino y el contexto político que lo rodea. 

El libro no trata solo de la mafia y la violencia, sino también de la protección y la importancia de la familia. Tiene mucho que ver con eso. 


-Una de las leyes explica que una negociación no puede conllevar una humillación.

-Negociar implica reconocer que ambas partes tienen algo que obtener. Si solo una parte obtiene todo lo que quiere, es probable que vuelva a generar conflictos y quiera negociar nuevamente. Es necesario encontrar un equilibrio en el que ambas partes obtengan algo más de lo que merecen. Además, es crucial no mostrar todas tus cartas ni dar a entender que ya ganaste. No puedes dejar que el otro lado se sienta ofendido. Debes ser consciente de cuál es el verdadero escenario del otro y no subestimarlo.

Si decides negociar, significa que no deseas la guerra. Pero también es importante tener en cuenta que si el otro lado obtiene mucho más de lo que merecía, es probable que intente generar conflictos nuevamente para volver a negociar contigo. Por lo tanto, se debe tener precaución y mantener un cierto grado de poder. No puedes mostrar en ningún caso que estás ganando, ya sea en gran medida o en pequeña medida. No debes ofender ni revelar tus cartas antes de tiempo, demostrando que ya te sientes victorioso. Existe la posibilidad de que el otro esté negociando porque necesitan algo de tiempo.

-Vives en València. ¿Qué te llevó hasta aquí? 

-Después del proceso en el Frente Amplio vuelvo al mundo académico, pero se convierte en un escenario muy desagradable. Las universidades públicas son un botín muy valioso. Y entonces comienzan a suceder cosas bastante sorprendentes. Tengo que enfrentar toda esa dinámica, lo cual resultó muy desgastante al final. A mí no me interesa la política universitaria. Surgió una oportunidad para poder venir y cerrar algunas cosas pendientes en términos de estudios en España. Decidimos irnos a Madrid. Tengo tres hijos y mi esposa, por lo que somos cinco en total. No me gusta estar muy lejos del centro porque hay más vida, es más entretenido. Me gusta ir a las cafeterías, me gusta trabajar en esos lugares, leer ahí, salir a caminar, tener todo más o menos cerca. En Madrid el centro es muy caro, mi mujer extrañaba mucho el mar. Entonces decidimos venir aquí. Fue una elección diría que casi milagrosa, en realidad. Y todo nos ha ido bastante bien en esta venida. 

Noticias relacionadas