Teatro y danza

Patrícia Pardo: "Nuestra capacidad de acción desde el escenario es limitada, funcionamos más como guarida"

La autora y directora de escena estrena en el Teatre Rialto 'Canviarem bolquers segons el BOE', una ambiciosa reflexión sobre los cuidados hecha comedia

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VALÈNCIA. Hay un momento en la vida en el que el orden natural se invierte y quienes cuidaban empiezan a necesitar cuidados de quienes cuidaron. Este aparente trabalenguas es el núcleo de la comedia Canviarem bolquers segons el BOE, la nueva producción de Contrahecho Producciones que se presenta en el Teatre Rialto del 8 al 11 de enero.

Esta encrucijada vital y política, escrita y dirigida por Patrícia Pardo, despliega un mapa contemporáneo complejo de preguntas sin resolver bajo el manto del humor. Se trata de un tema que a ella misma la atraviesa como autora, pero su propuesta va más allá y también incorpora a las personas que asisten más allá del meollo familiar. La obra abre así el campo hacia las cuidadoras (contratadas o no), el sistema sanitario, el sistema público de cuidados sostenida por los impuestos y la idea de una familia pública que, como sociedad, hemos construido.

El punto de partida es el conflicto aristotélico de una familia nuclear occidental en la etapa en la que las personas mayores toman conciencia de que van a entrar en una fase de dependencia. No se trata de ofrecer soluciones cerradas, sino de formular cuestiones suspendidas en nuestro pensamiento, pero que a menudo no se expresan en voz alta: ¿Qué es cuidar?, ¿cómo deberíamos hacerlo para ser lo más amables y justas posibles?, ¿cómo asumimos la responsabilidad sin que se convierta en una servidumbre? y ¿de qué manera asumimos el cuidado como una acción que nos afecta como sociedad?

Sobre el escenario, cuatro intérpretes, Claudi Ferrer, Pilu Fontán, Silvia Valero y Alberto Baño, encarnan a una decena de personajes, lo que compone un mosaico social que va mucho más allá del clan protagonista. Entre otros perfiles que expanden la trama aparece una médica de hospital, una enfermera, una mujer sin hogar y una cuidadora.

La presencia de una sintecho es primordial para Pardo, a la que le atenaza la inquietud sobre qué ocurre con quienes no tienen familia ni refugio, con quienes quedan fuera de cualquier red de protección: “El sinhogarismo es lo peor que tenemos, lo que no hemos resuelto como sociedades. ¿Cómo es posible que haya personas durmiendo en la calle? ¿Qué podemos hacer ante eso?”. 

La pieza no esquiva el dolor ni la frustración que genera esa realidad ajena, ni tampoco el miedo latente a que se convierta en propia. Ese temor colectivo evidencia la falta de respuestas estructurales. 

Texto, clown y ruptura de la cuarta pared

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Aunque Patricia Pardo proviene del clownCanviarem bolquers segons el BOE nace como un encargo para una compañía con una fuerte base textual. “Contrahecho es una compañía de texto, con actores y actrices, así que decidí escribir una dramaturga muy teatral, un textazo para que los intérpretes tuvieran su herramienta de trabajo”, cuenta la autora. A partir de ahí, el espectáculo incorpora ritmos, silencios e inserciones no textuales que conectan con su universo clownesco. El resultado es una mezcla de lo textual con lo histriónico, con momentos de surrealismo y una enunciación del texto que huye del naturalismo.

Uno de los recursos más reconocibles en el trabajo de la directora de escena es la ruptura de la cuarta pared, que aquí también pone en práctica a través del elenco. “El texto ya estaba hecho para interpelar”, explica Pardo. A veces se respeta la convención, pero otras se emplea “como un efecto brechtiano para sacar al espectador de la hipnosis de la ficción”.

- ¿Cómo definirías el verbo en torno al cual gira toda la obra?

- Cuidar es tan inmenso y tan extenso que no sé si soy capaz de definirlo. Hay cuidados fáciles: enviar una postal, cocinar para encontrarse, responder a tiempo una llamada, escuchar más que hablar… Luego están los cuidados que requieren más trabajo o más conciencia, como acompañar de manera pacífica a las hijas, a las parejas, a las madres. Y están los cuidados difíciles, los de acompañar a personas con gran dependencia o enfermedad. Pero también los cuidados posibles: cuidar a quien no conoces. Reconocer el sinhogarismo, no aceptar la deshumanización de ninguna persona venga de donde venga, esté donde esté.

Yo no digo que sepa hacer todos esos cuidados ni que tenga soluciones. Solo pienso que, si no es para cuidar y dejarnos cuidar, ¿qué sentido tiene ser sociedad, ser sociedad política? Cuidar debería ser el principio y el fin. Sin política no hay contribución común, no hay impuestos, hospitales, asistencia en las casas, escuelas, oficinas de correos, casas de cultura. Por eso a veces pienso: ¿qué diferencia realmente a la derecha de la izquierda? Que la derecha acepta la desigualdad y el no cuidado, mientras que la izquierda intenta generar reglas para luchar por la igualdad y el cuidado. No podemos pensar los cuidados sin política. Incluso para enviar una postal hay que saber escribir y tener buzones en la calle. Y eso requiere un cuidado social impresionante.

- ¿Meterías en ese saco el cuestionado término autocuidado?

- El autocuidado es un arma de doble filo. Estoy harta de escuchar que se basa en caprichos o modas, que no es marxista. Oiga, la clase trabajadora también tiene derecho a un masaje y a media hora al día para respirar. Claro, eso implica reducir la jornada laboral, menos horas de trabajo, mejores condiciones laborales. Todo está conectado. Desde una perspectiva de clase, creo que hay que apropiárselo. No es una tontería exigir autocuidado. El problema es superficializarlo. No hay autocuidados sin logros sociales. Si trabajas 14 horas en un sitio inmundo, por mucho que respires, va a ser difícil cuidarte.

Una oda a la sanidad pública

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El título de la propuesta, cargado de ironía administrativa, ya anuncia el territorio que pisa Patrícia Pardo, el de los cuidados entendidos no solo como asunto doméstico, sino como estructura social, política y económica. En ese aspecto, la obra contiene un señalamiento velado de la privatización sanitaria. “En la obra hay una oda a la sanidad pública, ese lugar que nos hemos construido entre todas, pero de repente, hace unos años, ha empezado a decaer”, lamenta. 

Ese declive extendido del estado de bienestar afecta a la familia protagonista y se convierte en  espejo del modelo de cuidados públicos, en su situación de precarización mientras el envejecimiento de la población avanza.

En el proceso de documentación del montaje, a la dramaturga la ayudó mucho El manifiesto de los cuidados, de The Care Collective, un ensayo “muy esclarecedor”que analiza desde la familia hasta el territorio político para abrir un debate que espolee un cambio radical en la sociedad.

- En un contexto de crisis de los cuidados, ¿el teatro puede repensar el modelo?

- El teatro no tiene las soluciones. Las preguntas sí las lanzamos. Hay antropólogos, sociólogos, políticas que saben cómo hacerlo; otra cosa es por qué no se hace. Nuestra capacidad de acción desde el escenario es limitada. Funcionamos más como guarida, como abrazo, como complicidad. Y eso ya es mucho. A veces digo que el arte no salva vidas. Pero no es del todo cierto. Sí salva cuando no eres solo espectadora, sino protagonista: cuando cantas, escribes, interpretas, tocas un instrumento… Por eso hay que democratizar la cultura, para crear espacios donde cualquier persona, ya sea una peluquera, una conductora de autobús, una ingeniera o una policía, pueda crear. Eso sí que transforma. Eso sí que cuida.

- La feminización de los cuidados es una realidad estructural. Según recoge el Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad, ocho de cada diez cuidadoras informales son mujeres. ¿Cómo aparece recogido en el espectáculo, si aparece, su impacto en la desigualdad de género?

- Los trabajos de cuidados siempre han estado feminizados, de forma altruista, obligada o remunerada. No descubro nada nuevo. La obra refleja ese peso que recae sobre las mujeres en el ámbito familiar, en el contractual, en el sanitario. Es un trabajo mal pagado, sin prestigio social, pero absolutamente necesario: sobre él se sostiene la economía. Ahora estamos en ese momento de poner los cuidados en el centro para que se valoren y se remuneren.

- ¿Ha cambiado de alguna manera tu manera de cuidar y de ser cuidada después de escribir y dirigir esta pieza?

- Radicalmente no, pero sí me ha colocado en un lugar de reflexión. Cuando escribes te pones en la piel de personajes más moralistas o más cuestionables, y te preguntas qué tienes tú de villana y de buena persona. Como autora es fácil colocar a los personajes en situaciones de tensión y hacer que las resuelvan. En la vida personal no es tan sencillo. Sobre todo, me ha llevado a replantearme algo muy importante: la paciencia. Trabajarla, tanto para los cuidados como para el trabajo. Replanteársela es maravilloso.

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