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La Maskletá, el fanzine que agitó la escena metal y de hip hop del Alicante de los 90

28/06/2021 - 

ALICANTE. Hubo un tiempo en que los fanzines lo eran todo. Eran la fuente de información principal para estar al tanto de la contracultura, del cine de terror o de la música menos difundida por los medios tradicionales. Los fanzines también eran lugares de encuentro, de búsqueda (encontrarlos a veces era un milagro) y de libertad creativa.

Un fanzine capital en Alicante, como lo fue La Karretilla en Elche, fue La Maskletá. Ahora se cumple el 21 aniversario de su nacimiento con sus 39 ejemplares, y su creador, Jorge Villar, acaba de presentar un libro, La Maskletá XXV Aniversario, que recoge la historia del zine, y que también es parte de la historia de la ciudad.

Los 90 fueron años de pura efervescencia creativa, y de ese momento de pirotécnica social nace La Maskletá. “El fanzine surgió de la necesidad de comunicar, de mostrar la escena musical alternativa que estaba estallando en Alicante a mitad de los 90”, explica Villar. “En ese momento no existían las redes sociales, y el uso de Internet y de los teléfonos móviles no estaba generalizado, así que canales como los fanzines eran la forma más económica y creativa de mostrar tendencias culturales, sociales o políticas minoritarias, aquellas que no ocupaban espacio en los medios de comunicación convencionales”, señala el editor.

Pero La Maskletá no apareció en vacío; germinó gracias a otros fanzines que estuvieron ahí antes, como La Karretilla. “Para cualquier proyecto cultural o artístico, la existencia de referentes cercanos, con los que te puedas identificar, es clave”, puntualiza. “En nuestro caso, conocer la existencia de La Karretilla fue decisivo para decidirnos a realizar La Maskletá; era cercano geográficamente, se hacía en Elche, y utilizaban unos medios técnicos (fotocopias y mucho corta y pega con barra de pegamento) que también estaban a nuestro alcance”.

Y el encuentro entre ambos fanzines sucedió. “Nosotros no los conocíamos en persona, pero meses después fue Pito, fundador de La Karretilla, quien nos localizó y acabó decidiendo dejar de editar La Karretilla para sumar esfuerzos en La Maskletá”, recuerda.

La efervescencia metalera en los años de vida del zine fueron espectaculares en Alicante: Bronka, Furia Animal, Overlife o Difteria. Algunas bandas lograron traspasar los límites imaginarios de la provincia. “En Alicante había un ambiente muy heavy metal a principios de los 90, y como decía antes, la existencia de referentes empuja a otros a iniciar nuevos proyectos”, señala. “Bandas como Aker, Haysen, Metralla o Bronka fueron muy significativas, lo cual posiblemente animara al resto a continuar”.

Entre todas ellas, Overlife destacaba por su importancia fuera de casa. “Overlife fue la banda alicantina con mayor proyección internacional en un estilo minoritario, el metal progresivo, que en aquellos momentos vivió su momento de mayor fama gracias a grupos como Dream Theater. Sin embargo, era un mercado difícil y sólo llegaron a editar tres discos, aunque de una gran calidad. Algo similar a lo que ocurrió con Furia Animal”, apunta Villar.

Aunque fue un estallido sonoro intenso, el número de bandas de metal en Alicante se ha mantenido más o menos uniforme. “En número, bandas deben haber las mismas o más, otro tema es que tengan proyección”, comenta. Está claro que todo ha cambiado en el mundo de la música.

“Ahora es más sencillo tener un buen local de ensayo, y mucho más económico grabar un disco o comprar instrumentos de calidad, pero a la vez es mucho más difícil actuar en directo y conseguir destacar. En el Alicante de los 90 realizaban actuaciones en directo todas las semanas decenas de locales de copas, aunque fueran minúsculos o no tuvieran medios técnicos mínimamente decentes; pero daba igual, esa posibilidad alimentaba la escena e ir de concierto a ver a una banda desconocida era algo habitual”.

No solo fue el rock/metal en los 90, también hubo tiempo para el rap cantado en castellano. La Maskletá también le tomó el pulso al género, que en Alicante estaba muy en boga con referentes como Nach o Arma Blanca. “Conocí a Nach justo cuando publicó su primera maqueta, Descansa en Paz. En ese momento el hip hop era algo muy minoritario en Alicante pero también en el resto del Estado. Los referentes alrededor del hip hop que teníamos la mayoría del público se resumían en el Príncipe de Bel Air, que se emitía constantemente en televisión a la hora de comer, y cosas más o menos frikis como el rap de la abuela”, recuerda Villar.

Nach ya tenía algo especial, que luego lo encumbraría como un tótem del hip hop nacional. “Aun así me llamó muchísimo la atención la propuesta que presentaba, incluso estando grabada con una cadena HIFI y un micrófono. Por ese motivo lo entrevistamos en el número 2 del fanzine, y empezamos a incluirlo en los conciertos que organizábamos, compartiendo cartel con bandas de metal o hardcore, algo realmente inusual en ese momento”.

Quizás no estamos en ese momento de tanta pasión por el hip hop, pero siguen quedando referentes en Alicante. “A mi parecer Nach hizo piña desde siempre con diferentes grupos locales, como Arma Blanca o La Odysea, y hubieron propuestas muy interesantes como Syla, pero es cierto que la escena no ha crecido de forma equilibrada”.

Indudablemente en aquellos años de menor acceso a la información, un fanzine podía servir de eje vertebrador para la cultura de una ciudad. Un lugar capital para darse a conocer. “Cualquier fanzine que trate de una escena local, musical o cultural, lo es, porque inevitablemente los artistas y sus amigos como mínimo estarán interesados en leerlo y conocerán lo que está ocurriendo en su misma ciudad. En los 90 además era un canal necesario, aunque solo fueras parte del público, para enterarte de conciertos, grupos, maquetas o cualquier actividad relacionada”, dice

Uno de los mayores problemas que tuvieron algunos fanzines fue su falta de disponibilidad o su irregular periodicidad. “En el caso de La Maskletá esa importancia fue mayor debido a la rígida periodicidad mensual de sus inicios y al tiempo total en que se desarrolló, unos ocho años”.

Txus, cantante y bajista de Disidencia, una de las bandas de la provincia con mayor proyección con diferencia, lo describe así en la introducción del libro: “No nos debe llevar a pensar que fue un simple juego de aficionados, que pasó sin transcendencia debido a su carácter local. La Maskletá cumplía sobradamente su función. En aquella época no existían las redes sociales y las bandas en las que ellos se centraban no sonaban en los medios de comunicación; pero sin duda, La Maskletá era un soporte para las bandas emergentes alicantinas. Para las emergentes y, probablemente, también para las consolidadas”.

Entre 39 ejemplares, todos ellos con bastantes entrevistas, siempre destaca alguna que se queda clavada por algún extraño motivo. “Sin duda la que recuerdo con más cariño fue la que hicimos a Armando de la tienda de discos El Viejo UFO, y de hecho es la única que hemos reproducido de forma íntegra en el libro”, señala. “Armando fue un personaje clave en la escena local; tanto en la difusión de maquetas como en el apoyo a iniciativas como La Maskletá. Pero además era una persona espectacular, y su tienda era un auténtico punto de encuentro donde se debatía de música y de otras muchas cosas, una auténtica escuela donde muchos nos formamos. Armando falleció hace unos años y el libro está dedicado a su memoria”, comenta.

Está claro que La Maskletá también estuvo ahí donde se comenzaban a fraguar los artistas que ahora está más que consolidados.  “La más histórica posiblemente sea la primera que realizamos a Nach. Fue en el número 2, julio de 1996, cuando era un absoluto desconocido, y cuando era realmente extraño entrevistar a un rapero en una publicación con una orientación más próxima al metal o al rock radical, que eran la tendencia en ese momento”, comenta. “Nosotros apostamos por Nach porque nos entusiasmaba lo que hacía, y creíamos que tenía un gran potencial. Le dimos una gran relevancia a lo largo de la historia del fanzine y, sin duda, acertamos de pleno”, sentencia el editor.

En aquella época existían dos componentes muy importantes y sinérgicos para conseguir transmitir información y actualidad en la cultural alternativa: los fanzines y las distribuidoras, las distris. “La labor de las distribuidoras alternativas era esencial”, asevera. “Estamos hablando de un ecosistema de posiblemente miles de distribuidoras en todo el Estado, algunas microscópicas y otras prácticamente profesionales, muchas alegales y la inmensa mayoría sin ningún ánimo de lucro” comenta. “Las distris permitían que fluyera la información, aunque como no existía Internet ni los teléfonos móviles, el canal estrella eran las cartas de correo, por lo que todo era muy, muy lento”.

Leyendo algunas entrevistas del fanzine, uno se percata que existe una conexión entre el entrevistador y el entrevistado. Algo especial. “Una de las características de La Maskletá que más popular la hicieron fue que todas las entrevistas se hacían en persona, normalmente después de la prueba de sonido de los conciertos, o en los propios locales de ensayo de los grupos. Ese contacto tan personal implicaba dedicación y tiempo, pero a cambio generaba una cordialidad y una confianza que ayudaba a cohesionar aún más la escena”.

El fanzine sigue vivo, pero cuando apareció Internet arrasó con casi todos. “Cuando dejamos de editar La Maskletá en 2004 Internet ya estaba muy generalizado; era una herramienta más económica, más sencilla, más rápida y más completa, ya que no había limitación de espacio y se podía complementar la información con videoclips o canciones en mp3. La parte práctica pesó más que la romántica, lo cual tiene todo la lógica del mundo, y los fanzines prácticamente desparecieron”, apunta.

El fanzine ha evolucionado en su concepto, ya no lo entendemos como en los 90. “Los pocos que siguen existiendo tienen una maquetación más similar a una revista profesional, y posiblemente su función sea más simbólica que la que tenían los fanzines en los 90, que aunque ahora nos parezcan piezas de coleccionismo casi artísticas, tenían un planteamiento práctico de canal informativo”.

La Maskletá desapareció. Ese punto de encuentro llegó a su fin un día. “Porque no podíamos competir con Internet”, dice. “En ese momento, portales como Manerasdevivir.com ya disponían de una agenda de conciertos y de un volumen de entrevistas a grupos y crónicas de conciertos difícilmente imaginables en los 90. Internet y las redes sociales eran mucho más efectivos”.

Muchos fanzines echaron el cierre, o se pasaron a la red. “Además nosotros mismos, que éramos de la vieja escuela, caímos en la trampa de la comodidad, y empezamos a realizar entrevistas a través de correo electrónico. Cuando un fanzine como La Maskletá pierde su parte de contacto humano con la escena, considero que es momento de cerrar etapa, y eso hicimos”, comenta Villar.

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