VALÈNCIA. Seguro que se han topado por las redes con algún fragmento del programa: en un decorado chillón, naranja y violeta, sentada en un sofá rojo, alguna estrella de cine cuenta una anécdota divertida junto a otras estrellas. O un cómico inglés despliega toda su ironía en sus respuestas. O dos actrices comparten confidencias o contrastan opiniones. Sin duda, alguno de esos vídeos les habrá llegado en forma de viral a través de las redes. Si se fijan, a su lado verán al conductor del programa, que les anima a contar cosas, pregunta, asiente, replica, hace chistes o muecas. Muchas veces los invitados se preguntan cosas entre ellos, verdaderamente interesados por lo que el otro quiera decir. Todos parecen relajadísimos y estar pasándolo muy bien: se aprecia un clima realmente distendido y cómplice.
Es The Graham Norton Show, el programa de la BBC que dirige y presenta, como su propio nombre indica, Graham Norton, que es el caballero ingenioso, inteligente, muy bien informado y súperprofesional que consigue sin esfuerzo que el plató parezca una reunión de amigos encantados de compartir charla, aunque esté lleno de famosos, creadores y artistas que, muchas veces, no se conocen entre sí. El show comenzó en febrero de 2007 y va por su temporada 29, convertido en uno de los grandes éxitos de la BBC. Tiene un montón de nominaciones y premios BAFTA, tanto el programa como su presentador, entre otros numerosos galardones, y sigue siendo nominado tras tantas temporadas. No parece dar síntomas de cansancio, ni siquiera tras su reinvención durante la pandemia. El programa se retransmite en países de todos los continentes y aquí en España pueden verlo, con cuentagotas, en el canal Cosmopolitan.
Norton, irlandés, es toda una institución en el Reino Unido y también es muy conocido en Estados Unidos. Hace años que comenta el Festival de Eurovisión para los espectadores británicos. Es actor, escritor y cómico y también un apasionado activista por los derechos de la comunidad LGTBI.
La fórmula es bien simple. Tres o cuatro invitados que tienen algo nuevo que promocionar comparten sofá y charla. En vez de un formato de entrevista tradicional, uno a uno, Norton los junta en su plató a la vez, les pregunta sobre su proyecto, de modo que a cada uno le da tiempo a explicar su nueva película o libro, pero también les interroga sobre muchas otras cosas: saca anécdotas, les pide opinión sobre algunas cuestiones (unas más serias que otras, que de todo hay), o les hace conversar entre ellos.
No hay ningún problema, más bien es deseable, cuando la conversación va por derroteros insospechados; Norton conduce con mano maestra y sabe cuándo dejar hablar, cuándo tiene que callar, se adapta al ritmo de sus invitados, se salta el guion todo lo que haga falta e improvisa con total seguridad. La complicidad con el público presente en el estudio es total.
Las combinaciones de invitados incluye estrellas de cine y series; caras conocidas de la televisión británica, con mayor o menor proyección internacional; figuras mediáticas, como chefs o deportistas; creadores, escritoras, músicos y cantantes, etc. Con una buena documentación y con mucha maestría, sentido del humor y desparpajo, Norton, que es un extraordinario conductor del programa, consigue un ambiente de complicidad, diversión y afabilidad que se transmite a los espectadores y que logra que nos divirtamos tanto o más que ellos. Así que ahí estás tú, encantada y con una sonrisa, disfrutando incluso de gente que, a lo mejor, ni siquiera te cae bien o cuyas películas o canciones no te gustan. Pero no importa, Graham Norton siempre saca partido de todos y resulta un auténtico placer ver el show.
Algunas combinaciones de invitados, para que se hagan una idea: Lady Gaga, Josh Gad, Michaela Coel, Michelle Dockery y Chris Evans. Robert De Niro, Sienna Miller, Paul Rudd y Bruce Springsteen. Helen Mirren, RuPaul, Jack Whitehall y Simon Reeve. Elizabeth Banks, Ricky Gervais, Lewis Hamilton y Kylie Minogue. Miriam Margolyes, Daniel Radcliffe, Alan Cumming y Sharon Horgan. La lista es inmensa y muchísima gente repite, no solo porque forme parte de la promoción acudir al programa, sino porque están encantados, se sienten cómodos y a gusto, se desinhiben, se sueltan la melena y se lo pasan pipa. Como dijo Matt Damon la primera vez que fue: me lo habían recomendado, y de verdad es el programa más divertido en el que ha estado. Y lo único que hizo fue charlar.
Porque The Graham Norton Show es bastante diferente de los talk shows americanos, como los de Jimmy Fallon, Jimmy Kimmel o Ellen De Generes. Aquí no hay juegos o concursos, no han de disfrazarse, ni mostrar sus habilidades ocultas. Basta con que tengan cosas que decir y estén dispuestos a charlar. El espectáculo surge de dejar que los invitados sean ellos mismos, que se expresen, que interactúen entre ellos, que sorprendan y se dejen sorprender. Es un talk show en el sentido estricto: se trata de hablar. No hay muchos programas así, cuyo objetivo sea el puro placer de la conversación.
A estas alturas ya habrán adivinado que tampoco es El hormiguero. Aquí a nadie se le pide que se quede como un pasmarote mirando un experimento científico o alguna aparatosa prueba física, o que haga alguna representación o numerito, normalmente a su pesar (¿recuerdan la cara de Marion Cotillard en su visita al programa? ¿las declaraciones de Charlize Theron cuando volvió a Estados Unidos?). Esa molestísima sensación de estar desaprovechando al invitado o invitada, que tantas veces transmite El hormiguero, o de utilizarlo de excusa para hacer cualquier otra cosa, como si fuera parte del atrezo.
Pero, sobre todo, en The Graham Norton Show todo el programa y su presentador buscan ofrecer un espectáculo inteligente y divertido (nunca decae el ritmo) sacando lo mejor de sus invitados. Nunca queda por encima de ellos, ni siquiera cuando alguien resulta poco estimulante o parco en palabras y entusiasmo. Y podría hacerlo: talento, labia e ingenio no le faltan precisamente a Graham Norton, pero nunca, jamás, los emplea para quedar por encima de quien visita su sofá, incluso si alguno de los convocados no da mucho de sí. Así que si ven por ahí algún titular que dice ‘Graham Norton, el Pablo Motos británico’ (yo los he visto), no hagan ni caso, nada que ver.
Francamente, es un formato que me encantaría ver en nuestra televisión, ¿a ustedes no? Ya sé que hay tertulias en la televisión, pero, como todos sabemos, su objetivo no es precisamente conseguir una buena conversación que apetezca seguir y disfrutar. Y tenemos algunas limitaciones: soy consciente del poder de atracción que tiene colocar en el mismo sofá a varias estrellas de cine y televisión de Hollywood y que en España acceder a todos esos nombres es muy complicado. Pero no tendría ningún inconveniente en sentarme a ver a muchos de nuestros y nuestras intérpretes, cineastas, escritoras, músicos o creadores presentar sus obras y charlar entre sí, unidos por un maestro o maestra de ceremonias capaz de crear el ambiente necesario para que eso tenga interés, como hace Graham Norton. Ahora están en auge los conversatorios en teatros, auditorios y centros culturales. Y los podcasts, por supuesto. No estaría de más que una televisión pública, les recuerdo que la BBC lo es, apostara por este tipo de shows y recordara que una buena conversación siempre será un espectáculo digno de ver.
Mejor que cualquier serie de Netflix o HBO son las entregas del programa Imprescindibles de RTVE y, en su plataforma, hay como doscientos episodios listos para ser vistos. Uno de los últimos, sobre Carlos Tena, nos descubre a un periodista musical difícil de ver hoy. Enfrentado con y contrario a los dictados del mercado, abierto de mente y ecléctico, con interés en lo antiguo tanto como en lo moderno. Un personaje singular que puso su granito de arena para que la explosión musical española de finales de los 70 fuese como fue