MADRID (EFECOM).- El crecimiento del turismo, especialmente tras la pandemia, ha llevado a los destinos a articular medidas en un intento de conjugar la vida de los locales con el desarrollo de una actividad que reporta ingentes ingresos, como las tasas turísticas o los cupos de entrada, e incluso a poner trabas a los 'influencers' en su afán de conseguir la mejor foto -como ha ocurrido en Japón-.
Además de las limitaciones a los pisos turísticos, que se extienden sobre todo por Europa, los destinos se afanan en dar con medidas que ordenen el turismo. En América Latina, sin embargo, el fenómeno es justamente el contrario, ya que lo que se busca es ampliar los flujos de turistas.
Venecia (Italia) ha sido la primera ciudad del mundo en cobrar una entrada, cinco euros para quienes la visitan, pero no pernoctan, aunque los lugareños lo consideran insuficiente. La ciudad recibe 30 millones de visitantes al año, y en su centro histórico residen, por primera vez desde 1871, menos de 50.000 personas.
La más activa es Ámsterdam (Países Bajos), que lleva años tomando medidas para limitar el turismo, y donde los viajeros que pernoctan en un hotel pagan una tasa de casi 17 euros por persona y noche. Su última medida es un freno en las licencias para la construcción de nuevos hoteles y la reducción de los cruceros fluviales.
La ciudad se centra también en desalentar el turismo de sexo y drogas. Trata de trasladar el Barrio Rojo lejos del centro histórico, ha impuesto horarios de cierre más tempranos en bares y establecimientos de trabajo sexual y ha prohibido el uso de las drogas blandas en el espacio público del centro.
En Francia, en el Mont Saint Michel hay restricciones en los aparcamientos y los acantilados de Etretat (Normandía) o el Parque Nacional de Calanques (junto a Marsella) son algunos de los lugares que han limitado el número de visitantes o de zonas accesibles.
En el Reino Unido, en zonas como Bath y Somerset (al oeste del país), abrumados porque reciben más turistas que su población, anuncian limitaciones en la circulación por el centro de las ciudades.
El Gobierno noruego trabaja en una ley para que municipios costeros puedan incluir el pago de alguna tarifa y algo semejante estudian en Copenhague.
Las Islas Feroe, territorio autónomo de Dinamarca, aprobaron recientemente el pago de una tasa de 20 coronas danesas (unos 2,5 euros) diarias de acceso a las rutas de senderismo.
En Islandia, un destino cada vez más popular, el puerto de Isafjordur decidió en abril limitar el número de visitantes que pueden desembarcar a diario de los cruceros a 5.000 por día.
En Polonia, uno de los destinos turísticos emergentes de Europa, se ha cerrado el acceso a enclaves naturales, pero la presión de empresarios y propietarios de negocios turísticos, que en muchos casos prefieren pagar multas que perder clientes, mantiene abierto el conflicto.
En Suiza, la quejas se focalizan en comunas rurales, que han pasado a atraer miles de turistas tras su promoción por los 'influencers' en las redes sociales, como en el caso de Lauterbrunnen, que considera establecer una tasa de entre 5 y 10 euros a quienes lleguen en coche privado.
Otro pueblo, Iseltwald, comenzó a recibir de forma inesperada miles de turistas asiáticos después de que se rodara una serie de televisión surcoreana, que llevó a las autoridades a cerrar al público el embarcadero local, donde se filmó una escena, y se comenzara a cobrar entrada.
Con un cariz algo diferente, ha habido quejas hacia el turismo en Davos, sede del famoso foro de líderes mundiales, donde se han dado frecuentes tensiones entre locales y los numerosos visitantes judíos ortodoxos para los que el lugar es muy popular, lo que ha llevado a los establecimientos a no admitir estos grupos, en un conflicto con condicionantes culturales, religiosos y políticos.
En Grecia, en septiembre de 2023 se impuso un límite de 20.000 visitas diarias a la Acrópolis de Atenas y ha habido campañas y protestas ciudadanas contra la ocupación ilegal de playas públicas, especialmente en islas como Paros, Naxos o Creta, que se multan con hasta 60.000 euros.
En Dubrovnik (Croacia) se limitó en 2019 el número diario de visitantes desde los cruceros, lo que ha reducido desde entonces en un 78 % esas vistas, hasta los 4.500 al día el año pasado, y la también croata Split impone multas de hasta 300 euros a los turistas que orinan y vomitan en las calles.
En Argentina el turismo masivo ha sido recibido con menos resistencia en comparación con otros países, como en Uruguay, donde en Punta del Este tratan de que no confluyan más de dos o tres cruceros al mismo tiempo.
En Chile, buscan impulsar el turismo al máximo, y en particular en el segmento del lujo pero en destinos como San Pedro de Atacama y la Patagonia hay tensiones por la presión sobre los recursos naturales y la infraestructura local.
En Perú no se han establecido restricciones, más bien al contrario, ya que han aumentado el número de entradas diarias al Machu Picchu, en contra de los criterios de la Unesco, hasta las 5.600 personas, desde las 4.000 anteriores.
En Colombia, el Gobierno aspira a impulsar el sector para que los ingresos de esta actividad reemplacen a los del carbón. Sí ha habido protestas en Medellín, donde son constantes las denuncias sobre turismo sexual de extranjeros, incluso con menores.
En Costa Rica, las autoridades promueven el destino en ferias internacionales, pero se han impuesto restricciones a los visitantes diarios en el Parque Nacional Manuel Antonio y el Volcán Poás, que en realidad responden más a una falta de infraestructura adecuada, en el primer caso, y a motivos de seguridad, en el segundo, por las erupciones volcánicas.
Las Islas Galápagos es la única zona de Ecuador que ha tomado medidas para restringir las visitas: subió la tasa de entrada al archipiélago desde 6 a 30 dólares para turistas nacionales y de 100 a 200 dólares para los extranjeros, con lo que busca un perfil de turista más exclusivo para evitar la masificación sin recortar los ingresos por turismo.
En Puerto Rico han surgido quejas de parte de los ciudadanos sobre los alquileres vacacionales, que han aumentado de 1.000 a más de 25.000 en la última década, pero aun no está regulado.
En la República Dominicana las comunidades costeras empiezan a expresar su preocupación por la presión sobre los ecosistemas y el desplazamiento de poblaciones locales producido por el desarrollo de grandes 'resort', pero la importancia del turismo en el PIB hace que estas voces no dominen el discurso público.
En Cuba, donde el Gobierno sigue apostando por el modelo de sol y playa en polos turísticos como Varadero y otros 'resorts' todo incluido en distintos cayos del país, el problema no es el exceso de visitantes sino el contrario. Otro tanto ocurre en Venezuela.
En México no se registran protestas pese a la creciente actividad turística.
En África, lejos de la turismofobia, los países del continente están impulsando estrategias para fomentar el turismo internacional, aunque hay excepciones, como Kenia, en la reserva del Masái Mara, que el año pasado adoptó un nuevo plan que incluye nuevas regulaciones y requisitos de licencia para campamentos y guías.
En China, algunas localidades con cascos antiguos famosos como el de Lijiang (sur) han recurrido al cobro de entradas o de tasas turísticas y en Hong Kong en los últimos años numerosas voces han protestado por las aglomeraciones.
Asociaciones de vecinos del 'barrio de las geishas', en Kioto (Japón), han prohibido la entrada de visitantes a varias calles por el acoso al que someten a estas profesionales.
En Fujikawaguchiko se ha instalado una tela negra que tapa la icónica vista del Monte Fuji desde una tienda, porque los turistas cruzaban la calle por lugares indebidos -muy mal visto en Japón- para fotografiarlo y se han impuesto tarifas extra y un límite diario de senderistas para escalar el emblemático volcán.
La Oficina Nacional de Turismo (JNTO) ha puesto en marcha un programa de designación de áreas para prevenir y controlar el "sobreturismo", en el que ya se han incluido 20 lugares.
En el Sudeste Asiático comienzan a brotar tímidas voces críticas por la llegada masiva de visitantes. La isla indonesia de Bali aplica desde febrero un impuesto turístico de 150.000 rupias indonesias (unos 10 dólares) y Tailandia considera imponer una tasa a todas las llegadas.
La creciente popularidad del Everest ha llevado al Gobierno de Nepal a anunciar un aumento de la tasa para subir a la cima hasta 15.000 dólares, 4.000 más que ahora, que podría entrar en vigor en 2025.
Para visitar Bután, además de la visa de 40 dólares, hay que abonar una 'tarifa de desarrollo sostenible' de cien dólares diarios.