ALICANTE. Plaza del Mercado, 12:00 de la mañana. Un calor abrasador quema las últimas naves de Podemos para conseguir salir con vida en las elecciones europeas del próximo 9 de junio. Visita Alicante Ione Belarra, secretaría general de la formación morada con el ánimo de motivar a los valientes que pese a las adversidades siguen al pie del cañón; quien sabe si el haber convocado a los fieles un mediodía de junio con sofocantes temperaturas es una prueba de fuego para identificar a los incondicionales. Esperan a Ione Belarra luchando para paliar el ambiente infernal, todo sea por evitar la caída de Podemos a los infiernos. Una bandera palestina preside la plaza, permanece apoyada, vigilante, aguardando el desarrollo de los acontecimientos. Un roll-up
Con la llegada de Belarra acompañada de María Teresa Pérez, líder de Podem en la Comunitat Valenciana, la enseña que minutos antes ondeaba impasiblemente empieza a moverse con fuerza cuando un chico de tez morena emprende la reivindicación ondeando con persistencia la enseña. La carpa electoral está repleta de motivos palestinos, de apelaciones pacifistas en contra de la guerra. En cuanto la secretaria general del partido se pone frente a las cámaras unos escenógrafos improvisados levantan un cartel en el que se puede leer Palestina libre.
El discurso de Belarra va por esa línea, la enarbolación de la bandera de la causa de la paz, destaca su decepción ante “el anuncio fake” del ministro de Exteriores José Manuel Álbares al no haber roto relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. Alenta a pararle los pies a Benjamín Netanyahu. Acusa a Estados Unidos de querer meter a España y a sus aliados en una guerra a cualquier precio. Pese a sus sermones monacales declara la guerra al Partido Popular asegurando de forma categórica que ahora que el PP gobierna en la Comunitat Valenciana está allanando el terreno para volver a robar con la construcción de complejos inmobiliarios; me llama la atención que estas piedras las lancen los mismos que acusan a otros instigadores de acusarles injustamente de pecadores. Dicen representar la izquierda de verdad, la que parará a la extrema derecha (como si el progresismo no estuviera gobernado a nivel nacional).
María Teresa Pérez ahonda las raíces de sus apelaciones en la Terreta, enfoca el discurso en la causa verde, en la crítica a los apartamentos turísticos, en el turismo masivo, en un centro urbano que cada vez está más lleno de turistas que de vecinos.
Unos turistas que parecen tener más interés en la carpa informativa de Podemos que los lugareños. Tres italianos curiosean observando perplejos el paisaje electoral; una mujer le pregunta a su acompañante que qué es exactamente eso que venden ahí y el hombre le responde que es un partido político español, que ahí no sirven paella. Unos magrebíes se ríen con cierta perplejidad al observar tanta parafernalia palestina y uno de ellos decide inmortalizar el tinglado haciendo una foto con el móvil; hasta ellos alucinan de que a miles de kilómetros hablemos sobre un conflicto del que no tenemos ni idea.
Una marroquí ataviada con un velo magenta (un poco más y se piensan que es de Sumar) se acerca a la mesa informativa con una sonrisa. Una señora pasa por delante de la carpa y manda a la mierda a los políticos. Uno de Podemos le devuelve la misiva; después este mismo se envolverá en una pátina conciliadora. Agasajan a Belarra con ramos de flores con los colores corporativos, quién sabe si a modo de obsequio de buenas nuevas o como muestra de respeto ante la crónica de una muerte anunciada que profetizan algunos medios; al menos Pablo Iglesias les hará precio en la funeraria que tiene previsto montar.
Resulta curioso que se conformen con que Ione Belarra, secretaria general de Podemos, figure en una mera mesa informativa con un escueto canutazo y no hayan montado un mitin para enseñar músculo. Al preguntar a fuentes de la formación aseguran que no se ha hecho ningún acto porque ya se hizo uno en València, pero sin embargo Vox ha estado tanto en Alicante como en la ciudad del Turia. Es inevitable que surja la sospecha de si el motivo de rechazar un gran desembarco tiene más que ver con un miedo escénico a pinchar en asistentes que en razones logísticas.