Uno está gozando, perdido en la niebla de las trincheras de la “rave” de Sant Mateu a toda leche, molestando a conciencia a vecinos, olivos, santos profetas y demás especies y sagrados símbolos indígenas del paisanaje. Qué placer. Una interminable misa cantada como una catedral gótica de cuatro días y una sola noche. Anda un servidor expulsando -mientras observa vomitar como los ángeles a una Venus y a un Ganímedes recién bajados del éxtasis del Parnaso- el Gaudeamus Igitur cuando escucha al DJ dar la nueva. Duele el silencio. Medito las consecuencias irrepabarables de la última ejecución ilegal de Qassem Soleimani ordenada por un Donald Trump inaugurando la campaña de su contra impeachment y futura reelección -esto era el fascismo, Philip Roth que estás en Berkshire MA, USA- electoral. Pienso en el futuro de Torra, en que Teruel también existe y Arcopal resiste o en lo próximo de Billie Ellis y Rosalía cuando el mundo me dispara en el entrecejo a bocajarro y me despierto. Un número -no mejor, un sargento de la Guardia Civil- se me cuadra, se identifica y me comunica “señor De Manuel, la senyora alcaldessa Anna Beldasuch, que tiene usted una conferencia en alcaldía”. Exactamente sesenta y nueve minutos y medio después, mi nunca bien pagado ni ponderado Herr Direktor Miquel González, me lanza tres drones como misiles de la guerra fría: “tienes que volver”. Cada uno de los electrones de la habitación -hasta la foto de SM el Rey Felipe VI- me mira con comprensión: seguro que a éste le han nombrado algo. Pero no, no hay helicóptero.
En la puerta, vestido de astronauta y con cara de no haber amerizado todavía, me espera David Martínez, tan excelente periodista de Alicante Plaza como terrible conductor. Tres rotondas más abajo temo seriamente por nuestra vida y ay! Mare de Déu de la Vallivana. El objetivo del colega es sobrevivir raudo y veloz al rallie: tiene que llevar a su nana a la Cabalgata de los Reyes Magos allá en Alacant, tierra soñada por mí. Iluso, creo que soy imprescindible y que me toca escribir la necrológica de la Navidad pirotécnica y flamenca -sólo ha faltado una novillada con picadores- de Luis Barcala, alcalde de Alicante por la gracia de Carlos Mazón. Amén. No, querido, me contesta mi periodista conductor con cara de velocidad, no puedes desaparecer tanto: “Pedro Sánchez lo ha conseguido”. Suelto un gritito trans a lo Joan Monleón, Amadeu Fabregat y Empar Marco juntos. Toca escribir del pasado: el primer gobierno de coalición desde el 78. Caprile debe de andar a toda leche haciéndole algo elegantoso a SM Letizia Ortiz. Las chiquillas, de Zara, y va que chuta. Salgamos de paso como sea. España no se va a romper.
Qué largo es lo País Valencià. Y mira que me lo quiero. Ponemos la radio. Salen Los Chichos y cuarto y medio boletín -y botellín, se lee “boteyín”- Pedroche después me entero que mañana comienza el juicio de Harvey Westein y, qué desgracia sicalíptica, monseñor Cañizares nos exhorta -qué acojono en el club de tenis- de que nos viene encima en un régimen social-comunista. Coño -con perdón- con el relato. Los rojos españoles siempre ganamos las elecciones tras un golpe de estado. Abro la tablet y no sé si soy más social que comunista, pero sí que la guerra cultural 2030 la están ganando ya la derecha de Steve Bannon y los ojos de princesa medieval desmayada de Díaz Sánchez Ayuso. Que está en plena berrea como toda la derecha cerril pero a lo suyo, con mucha sangre reprimida y prohibida. Joan Baldoví receta “menos napalm y más tila”. Quina Santa Catalina. Olé. Pedro -Peter Pan- ha crecido. Se sale hasta en el hemiciclo. Pablo -Campanilla- parece que no lleva coleta. Paramos en la gola de l’Albufera. Me baño. Hasta el Papa Bergoglio saca la mala leche en plena fiesta sagrada. El río Jordán. La virgen se está peinando entre cortina y cortina. Vamos a morir todos.
Madrid mira y espera a Núñez Feijoo. Pablo Casado, bloqueado y bronco, pero menos que Santiago Abascal, se ha refugiado en el madroño de Cayetana Álvarez de Toledo. Que es divina de la muerte: el futuro emoji de la bronquiolitis del dinero de la factoría FAES. Isabel Bonig le declara -pero ahora también desde el norte nórdico- la guerra formalmente a Ximo Puig. El president sale del saco rojo su vivac en la montaña de Aguamarga, mira la isla de Tabarca, suspira, se siente socialdemócrata, ve despegar un avión, reza y comprende, al fin, héroes sin silencio ni tregua en la roca Tarpeya del sur del sur, a Paco Sanguino. Alicante Distrito Digital. Ciudad sin Ley. Bromas, las mínimas forastero. Cómpreme usted un clavelito. Vuelven los clásicos: el carajillo cremaet del tío Rogelio. Els llençolets de Paco i la seua germana del Bar Rama en Castalla. Palabra de Dios. Te alabamos señor.
Mónica Oltra se ajusta el vestido imposible, se atusa la montura -de las gafas- y se dice a si misma: “lo tienen claro si éstos se creen que me voy a quedar para vestir santos. Y menos apócrifos”. El camarín de la Mare De Déu dels Desamparats se estremece. A todo el Bloc y a medio Compromís se le retuerce el pito de la apendicitis. Oltra, al final se irá con Puig. La clave no está en el territorio. Está en los de arriba y los de abajo. Nadie lee ya a Oscar Wilde. Ni a Estellés. Ni a Joan Fuster.
Llegamos de nuestro viaje iniciático a la redacción los 2 -DM y JCDMR, casi Thelma y Louise - medio vivos pero coleando. Descargamos entre los restos de mistela, leche condensada y polvorones los móviles, las cabezas y el resto de armas. Suena el amanecer de las 5 en las teles apagadas la lotería del niño de los ministrables, los tres avisos y un “senyor pirotènc no ha començat la mascletà”com el Misteri d’Elx. Allá arriba del Espadán, Inma De laConcepción tiene una corazonada. Siento la punzada y le llamo: suspira por fin. Que si me he tomado la leche con la medicina. Y que empiece a teclear. Domingo 5 de enero de 2020. He perdido el ordenador. Todo huele a nuevo. Por fin