ALICANTE. Ángela tenía dos años recién cumplidos cuando le diagnosticaron hipermetropía. Tardaron como una semana en tener las gafas en la óptica y cuando fuimos a recogerlas, un viernes, Ángela no quiso ni probárselas. El óptico me decía: “Tranquila, en cuanto se las ponga y note que ve mejor, no se las querrá quitar”. ¡Pero es que no se daba ni la oportunidad de ponérselas! Pasé el fin de semana haciendo todo lo posible para convencerla: les puse gafas a sus muñecos, pinté un retrato suyo con gafas, incluso me compré unas gafas para mí del mismo color sin cristales. No hubo manera.
Este es el origen de Unas gafas para ver todo lo mejor, el libro ilustrado infantil con el que Bea consiguió que su hija Ángela quisiera ponerse sus gafas y, de paso, hacer cómplices a todos sus compañeros de escuela y sus profesoras, especialmente Lourdes, la maga que consiguió en una mañana que Ángela llevara sus gafas, y a la que Bea pidió que hiciera una lista con lo mejor de cada niño de la clase. Destacar lo positivo de cada uno, más allás de las trastadas y el día a día, ha servido para que este libro sea un éxito que vaya de boca en boca de una buena parte de la comunidad educativa alicantina, a punto de dar el salto más allá.
Beatriz Vicente Hernández (Zamora, 1975), lleva diecisiete años de alicantina de adopción, tras aprobar la oposición de docente de secundaria e incorporarse al IES El Pla, donde imparte clases en la familia profesional de Imagen Personal, de Diseño Gráfico Aplicado para Caracterización y maquillaje profesional, y de Estilismo en el Vestir, Usos Sociales y Habilidades en Comunicación para Asesoría de Imagen Personal y Corporativa. Licenciada en Ciencias del Mar por la Universidad de Vigo, cambió el Atlántico por el Mediterráneo, sin perder la vinculación con su Castilla natal.
-¿Primera incursión en el libro ilustrado?
Sí, es la primera vez en cuanto a libros infantiles, pero hace unos años escribí un libro que se llama Dibujar es fácil, para aprender a dibujar, que me lo ilustró una buena amiga, Penélope Tortosa, un encargo de la editorial Videocinco, que se encargó de publicarlo.
Confiesas en el libro que “te encantan las historias basadas en hechos reales”, pero ¿cómo se va de una anécdota vital personal, como es que le pongan gafas a tu hija de dos años, a convertirlo en una “ficción edificante”?
Mi pareja, Fernando, y yo siempre habíamos fantaseado con la idea de hacer cuentos ilustrados. Él tiene una imaginación desbordante y a mí siempre se me ha dado bien dibujar. Así es que cuando me dijeron que Ángela necesitaba gafas y se lo conté a Fernando, lo primero que me dijo fue: “Pues habrá que hacerle un cuento con una superheroína que lleve gafas”. Me pareció una gran idea, porque hasta Superman se quita las gafas cuando se transforma en superhéroe, o se las pone cuando se transforma en hombre de a pie, según cómo se vea, en cualquier caso es como si las gafas fueran un signo de debilidad o algo así. Así es que transformarlas en lo contrario, en algo que aportara un superpoder era algo necesario.
Por otra parte, en la escuela infantil de Ángela, mi hija, a los padres se les ofrece la posibilidad de ir a pasar un rato con la clase y hacer una actividad con ellos. Así es que una noche se me hizo “La Luz” y se me ocurrió la historia de las gafas mágicas con las que podía ver lo mejor de cada uno de sus compañeros.
No era la historia de una superheroína, pero el mensaje me pareció genial. De hecho, de lo entusiasmada que estaba con la idea, no pegué ojo en toda la noche. Ya ves, ¡ni que hubiera descubierto la penicilina! Pero a mí me parecía que había tenido una idea estupenda.
-¿Cómo te planteaste editarlo? ¿Cómo ha sido ese proceso de edición? ¿No pensaste en acudir a un crowdfunding?
Pues aunque pensaba que tenía una idea estupenda, jeje, en principio no me planteaba editarlo ni nada, únicamente hacer las copias suficientes para regalarlo a los niños de la escuela. Mi idea era hacerlo e ir un día a la escuela, para contárselo a los protagonistas. Pero a medida que iba haciendo las ilustraciones, y comprobaba que gustaban mucho, entre los compañeros del centro, que me veían en los ratos libres esbozar y dibujar, empecé a investigar cuanto me supondría imprimirlo y descubrí un sitio online que se encargaba de todo el proceso de impresión, pero de la edición y la distribución me he encargado yo misma. La empresa de impresión me resultaba baratísima, o al menos eso me pareció a mí, y además se encargaban de gestionar el ISBN, el Depósito Legal y todas las gestiones para que un libro salga al mercado.
Realmente yo le encargué las ilustraciones a mi amiga Penélope, la que me había ilustrado mi primer libro sobre dibujo, pero cuando ya se había pegado un buen trabajo y me enseñó lo que había realizado, no era lo que yo había imaginado, porque lo había imaginado de manera muy precisa, tenía muy claro qué tipo de ilustraciones quería, y en este caso no acabábamos de confluir. Así es que aunque yo siempre he dibujado, no me veía con tiempo para ponerme a ello, debido a mis obligaciones laborales y familiares, pero al final decidí que era la mejor manera, porque una de las cosas que tenía muy claras es que los niños, los “modelos” se identificaran en sus personajes de papel. Desde enero hasta mayo me llevó acabar todas las ilustraciones, trabajando con pinturas de madera y acuarelas, a las que posteriormente tuve que hacer retoques digitales para la impresión, para lo que me echaron una mano la propia Penélope y otra amiga, Ana Gozalves.
-¿Cómo está siendo la recepción del libro?
Pues las primeras 100 copias que hice volaron nada más llegar. No fui a crowdfunding ni nada parecido porque mi intención era hacer esas copias para los niños del cole y con los que sobraran, venderlos para sufragar la impresión. Me vi superada por el impacto del libro y ahora ya hemos hecho una segunda edición del mismo número de ejemplares, y una tercera un poco más reducida, de momento a demanda, ¡pero es que la demanda está siendo mucha!. De la distribución me encargo yo a través del boca-oreja, en Zamora, de donde soy originaria, mi madre se encargó de ponerme en contacto con una librería, donde hizo la presentación una amiga que es contadora de cuentos, y en Alicante está disponible en Llibres Chus, de Sant Joan, que son especialistas en libro infantil, aunque tengo pendiente de hacer una presentación también en Alicante.
Y además de la demanda, la repercusión del libro en sí me está dejando encantada. Por poner un ejemplo, hubo una maestra que me dijo que el libro le había llegado justo el día que tenía que hacer la evaluación de sus alumnos y escribir los informes para los padres, y después de leer el libro, había hecho unos informes más detallados y destacando las cosas más bonitas de sus alumnos. Que el libro haya servido para que nos demos cuenta de que debemos destacar las cosas buenas de la gente que nos rodea, es la mejor acogida que me podía esperar.
-¿Qué te han dicho los pequeños modelos cuando se han reconocido retratados?
Yo había visto a la profesora de Ángela contarles cuentos a sus alumnos, y cómo conseguía que se mantuvieran atentos y todos sentados, pero cuando fui yo a contarles el cuento, su cuento, a los protagonistas, y se empezaron a reconocer, primero la propia Ángela, después los demás, no había manera de que se estuvieran quietos en el sitio, ¡los tenía a todos en primera fila, de pie, tapándose entre ellos, emocionados! Fue un poco desastre, con lo cual me hizo valorar aún más a las profesoras de infantil y de las escuelas infantiles, vaya trabajazo tienen. Aún así fue genial, porque incluso los que yo pensaba que se parecían menos se reconocían y flipaban de verse en un libro. Incluso las madres me contaron que al llegar a casa por la noche, tuvieron que esperar que se durmieran para poder echarle una ojeada, ¡porque ninguno se despegaba de “su” libro!