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de la vía pa'arriba / OPINIÓN

Vuelve Trump

10/11/2022 - 

El otro día una señora me preguntó por el club de lectura en el que milito, porque yo milito en un club de lectura. Tenía cierta curiosidad, como lectora, por saber cómo nos organizábamos y me dijo: ¿Y si algún mes el libro propuesto por la mayoría no te gusta? Y le conteste. ¿Y si sí me gusta?

El club de lectura me saca de mi zona literaria de confort, de mis prejuicios respecto a una temática, a un autor, a un tipo de novela o de obra. Si fuera por mí solo leería a Jane Austen, a Isabel Allende y Benito Pérez Galdós. Afortunadamente el Club de las Doce me obligó a leer La suerte del Enano, de Cesar Pérez Gellida, o La señora March de Virgina Feito y muchas otras novelas, Algunas me han gustado más otras menos, pero me ha abierto la mente y me ha encantado compartir estas lecturas con Las doce. Las Doce somos doce señoras de bien de Elche, cada una con sus cosas que no nos conocíamos apenas o como mucho de oídas hasta que la que la ahora secretaria general de la CEV, Esther Guilabert nos convocó en plena salida de la pandemia hace dos años.

Un whatsapp con el siguiente texto, ¿Oye te gustaría formar parte de un club de lectura?, ha terminado uniendo y haciendo confluir a personas de diferentes edades, pensamiento, formación, profesión, ideología…  Una noche nos contamos nuestras historias y afianzamos una alianza que va a ser difícil de romper. Porque no nos une casi nada pero nos une todo. La esencia.

Y no somos únicas, nos pasa con más gente con la que hacemos lazos y confluencias desde los libros y la lectura. El sábado pasado, incluso nos invitaron a su décimo aniversario otro club con el que nos hemos hermanado, Las perras lectoras y sucedió lo mismo, diferentes personalidades, diferentes opiniones y mucho interés en entender al otro, escucharle y repensar tu propio criterio. (Amigas perras de Carrús tendréis que explicar vosotras el nombre).

Y cuento esto porque nos movemos en un mundo de discrepancias que cada vez nos separan más, se están polarizando. Las redes y los algoritmos ayudan.

Y llegamos a periodos electorales cada vez más polarizados y la necesidad de ser elegidos y la de elegir confronta todavía más y abre la brecha entre dos polos de manera que acaban siendo opuestos. Los extremos empiezan a reforzarse y a formar parte de las estrategias de manera que se implanta el blanco o negro, el estás conmigo o contra mí.

Las diferencias son buenas, ayudan a ver las cosas de otro modo, a comprobar todas las posibilidades a priorizar, pero la crispación  y el no  por sistema impide el diálogo, la negociación, el sumar y por lo tanto resta. Y esto vale para aplicarlo a una guerra, a un carril bici o a una comunidad de propietarios.

El  club de lectura es un mosaico donde a unas les encantas un libro y otras lo aborrecen pero todas son capaces de primero, acordar un título entre la multitud que existen, dos leerlo con buena predisposición y tres, comentarlo y exponer puntos de unión o diferencias e incluso siendo capaces de reflexionar sobre algunas creencias y ponerlas en duda. No sé por qué en otros ámbitos no se puede llegar ahí.

Trump vuelve y los que lo jalean no son muy diferentes de Putin y los suyos, y los que en un pleno municipal o en la política local tampoco son capaces de llegar a acuerdos, no siempre, alguna vez, para lo importante, no están haciendo por mejorar esta sociedad. Trabajan en remarcar discrepancias para hacerse con los votos, pero eso no es hacer política, aunque lo parezca.

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