El pasado 30 de enero, con el fin de conmemorar el día de la paz, en el Centro de Congresos de Elche se celebró una mesa redonda organizada por varios institutos de enseñanzas medias de la ciudad; tuve la ocasión de haber sido invitado a participar en la misma y quiero en primer lugar destacar el interés de aquel numeroso grupo de jóvenes, estudiantes de los últimos cursos de Bachillerato, quienes con su interés por el tema y sus acertadas intervenciones, desmontaron el mantra tantas veces repetido de que la juventud es ajena a las inquietudes políticas; tal vez si la preocupación por la paz, la sensibilidad ante los desastres de la guerra, ocupasen el centro de las intervenciones de muchos de los dirigentes políticos y no tanto se recreasen en las luchas internas -cosa que en muchas ocasiones solo les interesa a ellos mismos- es muy probable que la función política se revalorizaría.
El acto estaba centrado en el reconocimiento, en la necesidad de conocer y reconocer desde las aulas los Derechos Humanos, pues éste debe ser el faro que ilumine la educación en valores de los alumnos. El respeto a esos derechos, así lo leemos en la propia declaración de las Naciones Unidas proclamada en el año 1948, es la base para construir un mundo en paz “la ausencia de estos derechos ha desencadenado las grandes tragedias del siglo XX” -leemos en el preámbulo de esta declaración- y si el menosprecio y el desconocimiento de estos derechos ha originado tantos males a la humanidad, es necesario por medio de la educación y la enseñanza fomentar estos valores.
La cultura de la paz en los centros de enseñanza es fundamental para construir un mundo en paz; pero los derechos humanos no son principios que habitan en el mundo de las ideas, viven encarnados en la realidad de nuestras vidas y deben ser la brújula que guie las actuaciones en la sociedad concreta en la que vivimos, son el sustrato de nuestra ética social y la ética no es una mera especulación, es la concreción de estos ideales en la vida de cada día. Una educación en los derechos del hombre no puede ser ajena a la realidad, por ello en la actual Ley de Educación se insiste en prestar especial atención al conocimiento y respeto de los Derechos Humanos, practicándolo desde las aulas y fomentando con ello una cultura de paz.
El objetivo último de la educación es conseguir ser buenos ciudadanos, de ahí la necesidad de implicarse más allá de las aulas, prestando atención a las necesidades de la comunidad en la que se vive empezando por la vida municipal, pues en el desarrollo de esos derechos siempre, pero hoy más que nunca, el papel de las ciudades puede ser decisivo en los procesos de paz. La denominación de quienes habitan el municipio es el de vecinos, es decir, el que se siente cercano al otro y es en la política municipal donde precisamente por la concreción de las actuaciones se puede entender el sentido más pleno de la palabra política. Hoy día más que nunca adquiere pleno sentido extender la vecindad más allá de nuestras fronteras.
Sabemos por propia experiencia que lo que ocurre en Ucrania o en Palestina, como en tantas otras partes del mundo en el que se viven tantas guerras, tantos conflictos olvidados y que tienen tantas repercusiones en el día a día de nuestras vidas, no solo en el encarecimiento de productos, sino sobre todo en la desaparición de tantos valores como consecuencia de estas guerras; sin duda la pérdida de vidas humanas y más cuando se trata de inocentes es especialmente dramática, también la pérdida de patrimonio cultural con lo que se quiere borrar la memoria de los pueblos; esta pérdida nos es especialmente sentida cuando afecta a la tierra de Palestina, ya que es una parte esencial de nuestra propia historia.
Ante estas y otras situaciones injustas en nuestro mundo no podemos ser indiferentes, ya vemos cómo las consecuencias de la guerras las pagan fundamentalmente la población civil, especialmente dramática resulta esta situación en la ocupación de Palestina; el atentado del 7 de octubre de Hamás estuvo dirigido contra la población civil, la respuesta desproporcionada que está llevando a cabo el gobierno de Netanyahu ya vemos a quienes está afectando, por ello si las consecuencias de la guerra las paga la población civil, también ésta tiene el derecho a reclamar un mundo en paz, no se puede dejar la paz solo en las manos de los que mandan. La indiferencia ante esta situación está inoculando un virus de deshumanización atroz en nuestro mundo, rendirnos a la indiferencia significa renunciar a la civilización e instalarnos en la barbarie.
Recordar desde las aulas es un ejercicio y una reivindicación necesaria en nuestro tiempo. El acto llevado a cabo por los profesores y alumnos de estos centros es un ejemplo a seguir.