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reflexionando en frío / OPINIÓN

Quedada para insultar a Zaplana

16/04/2024 - 

Dicen que el ingenio se recrea con el aburrimiento, nuestro cerebro es capaz de despertar en nosotros las mejores ocurrencias cuando no tenemos nada que hacer. Hablan los coach posmodernos sobre la necesidad de caer en el tedio que tanto detestaba Baudelaire, señalan a la procrastinación como una muestra de rebeldía contra un tiempo hiperestimulante en el que no podemos dejar de producir para el sistema. Hasta cuando la alargada sombra de la ociosidad nubla toda inercia de entretenimiento, el subconsciente nos sorprende con planes improvisados: ir a insultar a acusados cuando salen o entran del juzgado.

Los hemos vuelto a ver, se han reunido en la Ciudad de la Justicia de València para increpar a Eduardo Zaplana y a sus amigos (algunos no lo son tanto). Cuando los medios de comunicación enfocaban a los imputados del Caso Erial unos figurantes hacían acto de presencia. Personajes con pancartas improvisadas diseñadas siguiendo un tutorial de Art Attack en los que se podían leer originales insultos a Zaplana, gentes que se agolpaban en la puerta de la audiencia para llamar de todo a los investigados. Me ha sorprendido mucho la actitud de estos sujetos, no porque tenga nada contra ellos, lo lógico es que se reprochen las conductas de los presuntos delincuentes si finalmente son condenados, sino porque hay que estar aburrido para tomarte la molestia de coordinar una visita al juzgado con el fin de increpar a los acusados. ¿En serio no tienen nada mejor que hacer? Hay que tener mucho tiempo libre para tener la capacidad de maquinar un plan de ataque dialéctico de esas características, uno debe vaciarse la agenda para no faltar a la cita judicial y estar justo en el momento que los susodichos van a comparecer y esperar pacientemente hasta la finalización de la sesión. Un alarde de 15-M judicial, unos revolucionarios acampados para hacer una doble justicia que todavía no han hecho los tribunales. Héroes, llaneros solitarios, justicieros… Siempre vuelvo a aquella frase que decía Andy Warhol de que todos tenemos derecho a quince minutos de gloria una vez en la vida. Es aquí donde lo están encontrando estos anónimos que con un acto social dignifican la figura del hombre tedioso, en lugar de estar procrastinando hacen una causa justa, le dan su merecido a los que ya van a recibir el veredicto que merecen de manos del tercer poder.

Hablando con un amigo expolítico de la actitud de los manifestantes ociosos (ya les digo que me ha hecho pensar mucho) deslizó la macabra teoría de que muchos de los que se congregan en estos escarnios públicos son subvencionados por determinadas plataformas políticas por intereses partidistas. Puede tener razón, aunque lo veo muy rebuscado, a lo mejor mi juventud me mantiene sano de la corrupción del pensamiento, pero creo que es algo tan sencillo como que vivimos en una sociedad puritana que proyecta en los demás una justicia que no nos impartimos a nosotros mismos. Juzgamos doblemente a los culpables cuando la labor baremar la bondad o maldad de los actos debe recaer en aquellos que están facultados para ello. Evidentemente se debe auditar toda conducta sospechosa pero no me deja de sorprender la capacidad de dejarse en evidencia de aquellos que acuden a la llamada de una falsa conciencia cívica de ir a insultar a unos acusados en una causa judicial. Mientras escribo estas líneas no atisbo ningún tipo de rédito o ventaja de practicar estos escarnios, ¿es qué acaso esas manifestaciones van a provocar un arrepentimiento en el caso de que sean culpables? ¿es qué acaso esos gritos y arengas van a incentivar que devuelvan el dinero que presuntamente se han llevado? Háganse un favor y búsquense un hobbie, se sentirán más llenos y plenos construyendo una maqueta o cuidando un huerto urbano que haciéndose notar tanto en la plaza pública. Las santas procesiones de la Semana Pascual han dejado paso a los paseillos judiciales que despiertan más interés en algunos que cualquier otro acto penitencial.

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