en la frontera / OPINIÓN

Mazón/Arrimadas: buenrrollismo

21/11/2021 - 

Estaba en su obligación Inés Arrimadas, en su mega-visita a Alicante el pasado viernes, en defender lo obvio: que PP (conservador) y Cs (liberal) son dos partidos diferentes, que hay que hacer un muro de contención contra las políticas sectarias del nacionalismo y todo ese tipo de cosas. Y que en Alicante (Ayuntamiento y Diputación) el pacto entre ambas formaciones funciona poco menos que a las mil maravillas, pasando por alto que en otros sitios donde también hay pacto de gobierno, Orihuela, los populares, con el alcalde Emilio Bacuñana al frente, y los naranjas, con José Aix a la cabeza, están situados en una media de bronca diaria, unas de mayor intensidad, otras de menos.

Y sin tener en cuenta que el consistorio de la capital, que nadie se ofenda, Luis Barcala ha absorbido de facto, y no tan de facto, a los cinco concejales de Cs encabezados por Mari Carmen Sánchez que ostenta el título de vice-alcaldesa: se limita a transitar de puntillas este año y pico que queda de mandato y luego dios dirá. Pongo como prueba del algodón la ordenanza de convivencia cívica que se lleva este próximo jueves a pleno y donde se contemplan multas de hasta 3.000 euros para putas, mendigos y sintecho, todo a la mayor gloria del partido de las tres letras. Eso ni es humano ni es cristiano. Mucho menos liberal. Ha tenido doña Sánchez trece meses para enmendar la plana y no ha movido un dedo. Ahora balbucean un conato de rebelión. A buenas horas, mangas verdes. Digo putas pero quiero decir mujeres prostituidas y atrapadas en muchos casos en ese pecado capital que es la trata de blancas.

Podríamos obviar, pero no es el caso, el grado de descomposición del grupo parlamentario en Les Corts, con cinco tránsfugas teledirigidos por otro tránsfuga, senador territorial, que fue mano derecha en su día del todopoderoso Fran Hervías, el mismo que ahora es como una especie de asistente de Teodoro García Egea con una misión muy concreta (Hervías) como es la de dinamitar los restos que quedan de la formación liberal, antes socialdemócrata: véase el embrollo que se ha organizado en Andalucía con una filtración interesadísima de una conversación del vicepresidente de la Junta, Juan Marín, sobre conveniencia de que Cs retire su apoyo al PP en la aprobación de los Presupuestos Generales de dicha comunidad autónoma. Todo con olor a cloaca, a burda desestabilización, el mismo olor que ha descrito Cayetana Alvárez de Toledo en una entrevista/bomba a El Mundo, promocionando su libro de paso, y en ajuste directo de cuentas al señor Teodoro: solo le ha faltado llamarle mamporrero. Demodelores contextos que afean o aminoran el visitazo de la líder de Cs a Alicante, incluida alfombra roja en el diario Información.

Lo que impera ahora en Cs (más que hace escasos meses) es un sálvese quien pueda toda vez que el partido, Arrimadas, reducido a una decena de diputados en el Congreso, nueve si descontamos al tránsfuga Pablo Cambronero, haya renunciado a cualquier opción de visagralidad, que es lo que querían los padres de la patria, Albert Rivera y su núcleo duro: al sanchismo ni los buenos días (así les fue en las últimas generales, de 57 a 10 escaños). Y eso se ha convertido en categoría de dogma desde la fallida moción de censura de Murcia, de la que Arrimadas salió escaldada. No me gustaría estar en su piel, sinceramente: haga lo que haga, le van a caer bofetadas por todos los lados.

Se había creado cierta expectativa, como describía ayer Miquel González, sobre si del encuentro entre Carlos Mazón y Arrimadas iba a salir un pacto para acudir a próximos comicios en coalición. Tengo el barrunto, casi certeza, de que eso no va a ocurrir, más aún tras el monumental batacazo de Cs en las últimas elecciones de la Comunidad de Madrid: cero diputados. Y no va a ocurrir tampoco porque en política dos más uno no son tres, como se vio en los comicios vascos de julio de 2020. Mazón y Arrimadas han escenificado, que es lo que toca, un posado buenrrollista y pare usted de contar. El presidente de la Diputación, presidente regional del PP y candidato a la Presidencia de la Generalitat Valenciana tiene un amplio cajón de peticiones de cargos públicos naranjas ofreciéndose para el puesto que sea. Puede que no sea un cajón: más bien una amplia estantería. Rescatará con cuentagotas compromisos ineludibles, marcados por Hervías y el senador territorial tránsfuga, en aras a los servicios prestados como el de reventar el grupo parlamentario en Les Corts, al que ya he aludido. Poco más.

Habrá repesca tal vez en municipios pequeños y medianos donde el tirón personal de algún que otro regidor naranja pudiera ser determinante. Y Cs, lamentablemente, pasará a ser historia. En España, de momento, está taponada una vía liberal/progresista. No hay más cera de la que arde: Rivera y Pedro Sánchez tuvieron una oportunidad de oro en las generales de 2019 de gobernar con una holgadísima mayoría absoluta y la desperdiciaron. Sánchez sigue y Cs se ha ido al carajo porque el elector de centro dejó de ver su utilidad. Fin de la historia.

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