ALICANTE. Me gusta el mes de marzo. Siento que es imprescindible en el calendario. Tengo el día ocho marcado con subrayador lila en todos los sitios –a pesar de que siempre digo que la igualdad se defiende todo el año–. Las calles se llenan y luchamos por los derechos, por la igualdad que se empezó hace más de cien años con aquella Declaración de Séneca Falls en la que Lucretia Mott y Cady Staton pusieron sobre la mesa lo que la sociedad demandaba en silencio.
No soy mujer, pero creo que si naciste siéndolo en 1800 eras algo así como un adorno que se llevaba a la fiesta para presumir de él. Un objeto sin ningún tipo de poder, opinión y decisión. Eran madres, esposas, hijas; pero nunca mujeres. Solamente unas pocas fueron capaces de plantar cara a una sociedad machista y patriarcal, las demás crecieron con el miedo a enfrentarse a ella. Y en ese punto, hace 170 años comenzó en Estados Unidos uno de los movimientos sociales y políticos más importantes de la historia de la humanidad: el sufragismo.
Las sufragistas adoptaron prendas características. Hicieron del verde, azul y blanco un símbolo feminista, así como de una iconología que las distinguía al momento. Largas faldas, carteles y bandas en las que “Votes for Women” iba escrito en tinta negra, sombreros acordes con el ideario… Estos símbolos precedieron al morado hasta que en la fábrica textil Triangle Waist Co. se sucedió la tragedia.
La mayoría de las trabajadoras de la empresa eran mujeres jóvenes procedentes de diversos países europeos que habían cruzado el Atlántico en busca de trabajo y una vida mejor. Allí, sobrevivían con una jornada de 52 horas semanales que veían retribuida con un mísero sueldo y que las arrojaba a unas pésimas condiciones de vida. En contra de cualquier medida de seguridad, los responsables de la fábrica mantenían los accesos al edificio cerrados para evitar robos, algo común en la zona. El desastre comenzó cuando el 25 de marzo de 1911 se declaró un incendio en las instalaciones.
Murieron un total de 146 personas y quedaron gravemente heridas 70, la mayoría de ellas mujeres. Puesto que los bomberos también tuvieron dificultades para acceder a las instalaciones el fuego consumió la práctica totalidad de la fábrica, con la maquinaria y los materiales en su interior. Se dice que el humo que expedía el edificio, que podía verse desde casi toda la ciudad, era de color morado debido a los tejidos que se usaban en esta fábrica de camisas.
Si algo tuvieron que hacer las mujeres fue adaptar su ropa al momento social que les tocó vivir. El pantalón es el mayor símbolo de la conquista de derechos de las mujeres para obtener una igualdad real con los hombres. Aunque el diseñador Paul Poiret fue el primero en incluir esta prenda en el armario de las mujeres gracias a una de sus colecciones inspiradas en oriente, en su momento fue muy ridiculizado por ello, por lo que su propuesta no fue aceptada y se olvidaron de ella.
No fue hasta mucho tiempo después que Coco Chanel inició una de las revoluciones más grandes en el mundo de la moda gracias a su invención del estilo garçonne, en el que se apropia de prendas típicamente masculinas y las añade al vestuario femenino.
Poco a poco la diseñadora fue metiendo los pantalones en el armario de la mujer y, en sus propias palabras, Chanel afirmaba que había devuelto a las mujeres su libertad: "Les di brazos y piernas de verdad, movimientos que eran auténticos y la posibilidad de reír y comer sin tener necesariamente que desmayarse". Ella nunca llegó a meterlos en sus colecciones, pero sí que los visitó en público en muchísimas ocasiones y llegó a convertirse en toda una abanderada de ellos. Y al ver a la gran Coco, muchas fueron añadiéndolos a su armario. Y a día de hoy, ese pantalón que Chanel puso de moda sigue estándolo bajo el nombre de flare, palazzo o pernera ancha.
Fueron muchas las mujeres que han contribuido a la igualdad real entre sexos. Una lista eterna en la que solo unas pocas han quedado para la posteridad. Solamente puedo dar las gracias a las que andaron para que en el presente se pueda correr. Y a las que no pudieron, porque la vida no ha sido fácil para nadie.
Gracias a Juana de Arco y a Inés Suárez de Plasencia por enseñar que el sitio de una es donde ella quiere estar. Sin importar las opiniones de los demás.
Gracias a Frida Kahlo, por su destreza en la pintura y entereza y lucha ante los hechos que le tocaron vivir. Por darnos una lección de vida a todos. Porque como ella dijo: “Yo le duro lo que usted me cuide, yo le hablo como usted me trate y le creo lo que usted me demuestre”.
Gracias a las hermanas Brönte por ese reto que emprendieron, tentadas unas por otras y regalarnos esos tres manuscritos que son pura poesía visual para los que seguimos creyendo en el orden de las buenas palabras.
Gracias a Virginia Woolf, por la valentía de escribir y por la osadía de tener su habitación propia en unos tiempos revueltos.
Gracias a Hipatia de Alejandría, por descubrir parte de la astrología y matemática que hoy conocemos y defender sus ideales, le pesase a quien le pesase. Le costara a quien le costara. Aunque a ella llegara a costarle la vida.
Gracias a Coco Chanel, por hacer de la moda algo cómodo y liberal, rompiendo toda norma escrita sobre corsés y faldas con miriñaques.
Gracias Mary Quant, por la minifalda, y a Vivienne Westwood, por dar a luz al punk.
Gracias a Diana Vreeland, por ser feminista sin saberlo y hablarnos de moda de una manera divertida.
Gracias a Françoise Gilot por enseñarnos que en el amor no todo vale. “Pablo [Picasso] quemó todos los puentes que me unían a un pasado que yo había compartido con él. Al hacerlo así, me obligó a descubrir que yo podía sobrevivir. Nunca dejaré de estarle agradecida por este último gesto” decía es sus memorias sobre la vida con el pintor.
Gracias a Lisa Meitner, por ser la madre de la física nuclear.
Gracias a Margaret Ann Bulkley, por ser la primera doctora de Gran Bretaña.
Gracias a Isabel Allende, por darnos una lección de que nunca es tarde para empezar un proyecto si la intención y las ganas no fallan.
Gracias a Carmen Balcells por esa frase que decía “no dejes que nadie se vuelva a meter con tu trabajo ni con tu dinero” cuando se metieron con su representada por el simple hecho de ser mujer.
Gracias a Cristina Ortiz, La Veneno, y a Paca, La Piraña, por abrir paso a las que vienen. Porque, ¿hay espacio para un feminismo sin nuestras hermanas trans?
Gracias a Olvido Gara –Alaska— por enseñarnos que a quién le importa lo que uno haga.
Y a todas las demás: gracias. Por hacer que este mundo sea un sitio en el que poder vivir. Porque la marea morada que sale a las calles el ocho de marzo sé, en mi interior, que está en cada casa, habitación y rincón de este planeta.
Y así, sin más, un mundo que se viste de morado todo el año.