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CASTELLÓ. Recuerda Emilio Tuñón los arroces que encargaba cada jueves cuando iba a Castelló allá por los años 90. El arquitecto andaba inmenso por entonces, junto a Luis Moreno Mansilla, en la creación del Museu de Belles Arts de Castelló. Una ambiciosa obra que cambiaría desde ese mismo instante la vida cultural de la ciudad y que le llevó, en su caso, a obtener numerosos galardones. Pero a Emilio Tuñón no solo le define esta obra, aunque sea por la que más se le recuerde en la ciudad. El profesional ha sido reconocido, en efecto, con el Premio Nacional de Arquitectura 2022. Una distinción que se le entregó por su extensa trayectoria y por "su vocación al servicio de la sociedad".
Tuñón, que regresó el jueves pasado a Castelló para impartir una conferencia en la sede de la firma APE Grupo, comparte con Castellón Plaza algunas notas sobre sus trabajos, además de su visión sobre cuál cree que es el futuro que le depara a la arquitectura.
-En Castelló dejó huella para siempre con la construcción del Museu de Belles Arts. ¿Qué recuerdo tiene de aquel proyecto?
-Fueron dos años y medio de trabajo y lo recuerdo como una experiencia estupenda. El museo es muy interesante, es una caja de aluminio que guarda los tesoros de la ciudad. Son activadores de esta. Una buena gestión de un museo es importante para que la ciudad tenga una buena activación cultural Y en este caso, el de Castelló tiene un patio de entrada que recoge a la gente, después guarda los restos de los árboles de la antigua escuela que había allí ubicada y es bonito ver cómo se apilaron los cuatro museos que alberga: el de arqueología, etnología, bellas artes y cerámica. Y como, en realidad, cada uno es igual al otro, pero a la vez diferente. La sala tampoco es inmensa, pero sí muy dinamizadora.
-Se dice de Castelló que es una ciudad "desordenada" en cuanto a su paisaje, por tener edificios de diferentes niveles y sin mucha cohesión. ¿Podría esto, ahora, resolverse? ¿Cómo mejorar una ciudad ya construida?
-Tenemos que aceptar la vida como es. Las condiciones que tenemos y con eso es con lo que hay que jugar. Las ciudades son hermosas no solo porque tengan una catedral del siglo XII, son hermosas por la forma en la que la gente las usa. Evidentemente, todas las ciudades son mejorables. Más ahora que se buscan ciudades sostenibles, en la que se reduzca el tráfico, en la que se pasee más, haya espacios para los niños y para reunirse. Pero a veces no tienen por qué ser bonitas. Es más importante que existan plazas donde la gente se reúna a que sean unas plazas hermosas.
De Castelló me parece bonito, por ejemplo, que por un lado tienes Castelló y por otro el Grau. Parece una tontería, pero hace la ciudad más hermosa. La existencia del mar a una cierta distancia la hace más interesante. De hecho, veo a Castelló como una ciudad muy bonita, en esa condición de elementos fragmentados. Luego hay viviendas de mucha altura, como bien dices, pero creo que se pueden hacer cosas muy interesantes con ella. Aquí se puede aplicar muy bien la idea de ciudad en '15 minutos', algo que se está haciendo en Barcelona, pero en realidad Castelló ya es casi una ciudad de '15 minutos', porque en ese tiempo vas andando a todos sitios. Esto no es una condición estética, pero sí vital que hace la vida muy agradable.
-No todo el mundo recibe un Premio Nacional, así que, ¿qué le diría a los arquitectos o a los estudiantes que ven tan negro el futuro de la profesión?
-El futuro de la profesión nunca se ve negro. Es de las pocas carreras en las que no hay paro. Es cierto que nos hemos proletarizado más que en otras carreras. Un estudiante de arquitectura cuando acaba gana a lo mejor menos que un abogado que entra en un bufete, pero tenemos una vida más larga en el sentido profesional. Las vidas profesionales de ejecutivos o abogados se acaba a los 55 o 60 años. Los arquitectos estamos más tiempo en activo. También creo que es un trabajo hermosísimo. Algo que no entiende la gente es que hay tanta cantidad de arquitectura en una pequeña reforma de un piso como en un rascacielos de Nueva York. Puede haber la misma cantidad. Eso es hermoso, porque un joven que acaba y le toca hacer una reforma de unos pisos, el trabajo le puede llevar tanto tiempo como si hiciera un rascacielos. Es una profesión que todo el mundo que la hace sabe que es tremendamente enriquecedora y apasionante. Otra cosa es que uno no se haga millonario. Aceptamos casi de buena gana que nuestras vidas son económicamente más ajustadas.
-Y ante la evolución de la tecnología, ¿cómo puede adaptarse la arquitectura?
-Los arquitectos fuimos de los primeros que en cuanto aparecieron los ordenadores, empezamos a trabajar con ordenadores; cuando aparecieron los portátiles, trabajamos con portátiles. Tenemos, en ese sentido, cierta añoranza por la tecnología, nos interesa. Efectivamente ya hay programas que te permiten optimizar viviendas, grados de aislamiento... Pero suelen ser genéricos y siempre hace falta cierta interpretación del lugar en el que trabajas. Hay que tomar decisiones. La inteligencia artificial nos va a aportar mucho en organización, pero como decía Miguel Fisac, cuando uno hace arquitectura primero piensa el qué- qué es-, segundo el dónde- dónde está- y después el cómo- con hormigón, ladrillo...- y por último, y lo más importante, que es el no sé qué. Ese no sé qué no lo tiene la inteligencia artificial y es lo que vuelve un lugar más especial. Le das algo que hace la obra más hermosa y que le permite a las personas vivir mejor. Los arquitectos no somos capaces de cambiar el mundo, pero sí hacemos que las personas vivan mejor.
-Opina que toda obra arquitectónica es un autorretrato. ¿Cómo es el de Emilio Tuñón?
-Lo bonito de las obras arquitectónicas es que van construyendo una autobiografía de tu vida. Vas conociendo las ciudades a través de las obras. Es bastante hermoso. Acabas teniendo una relación con la ciudad, las personas y el clima. No son iguales, pero siempre empiezas la siguiente donde has dejado la anterior. Siempre van como hermanadas. No son iguales, pero tienen algún gen común. Mi equipo y yo siempre hemos estado obsesionados con la idea de la igualdad y la diversidad. Por ejemplo, en el Museo de Castellón, los cuatro niveles de los cuatro museos son iguales en metros cuadrados, en superficies, en dobles alturas, pero son diferentes porque la doble altura se va moviendo y desplazando. Cuantitativamente es igual y cualitativamente es diferente. Ocurre en todas las arquitecturas que hemos hecho.
-¿Le ha quedado algún sueño profesional por cumplir?
-En ese sentido soy muy pragmático y pienso que uno hace lo que puede. El arquitecto hace lo que le van dejando hacer. Aunque, siempre hay algún trabajo que a uno le hubiera gustado afrontar. He hecho muy poca vivienda social. Me gustaría tener un buen cliente al que le gustara la investigación en vivienda social. También, una capilla, que no he hecho. Un espacio sagrado y más espiritual, me parecería interesante de abordar.
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