MUTXAMEL. Una habitación propia, de Virginia Woolf, y El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, fueron algunas de las obras que, durante su adolescencia, despertaron en Luis Sala Miquel (Mutxamel, 2002) su necesidad de contar. Con tan solo 16 años, empezó a escribir para sí y hasta presentó a una editorial una novela que nunca le publicaron. Ahora, entre risas, entiende y agradece aquel primer “no”. De alguna forma, lo impulsó a seguir creando, porque fue en plena pandemia, con el tiempo que confiere el confinamiento, cuando combinó 2.º de Bachillerato con la escritura de un texto reflexivo sobre el devenir de la sociedad actual. “Algunos vierten el odio en el hemiciclo y otros lo practican fuera. Eso a mí me da mucho miedo, y creo que fue lo que me movió a escribir Oda”, explica. Solo cuando alcanzó las 150 páginas, pensó que podía tratarse de una novela.
En la primavera de 2020, Sala trasladó a su manuscrito lo que estaba ocurriendo de puertas para fuera, aunque llevado al extremo. En el libro, el gobierno español opta por cercar el foco de una epidemia nacional, Madrid, pero la decisión provoca que un grupo de militares se rebele en Alicante, de modo que el país se divide en dos: los afines al sistema y los sublevados. Es entonces cuando la protagonista, una joven recién graduada en Medicina, llega como infiltrada a la ciudad costera para desarrollar un trabajo. Sin embargo, “las peores consecuencias que podrían darse en una situación así —revela el autor—, se le presentan a ella. Se empieza a ver hasta dónde llega la condición humana; el odio que se observa en las calles, pero en la mayor de sus magnitudes”.
La historia de Oda es una historia distópica, bélica… ¿No es muy intensa para un comienzo? “Eso me dice mucha gente, pero sentí que tenía que contarlo. Creo que las historias te eligen a ti, yo solo soy el intermediario”. La trama, resume Sala, es el resultado de mezclar la Guerra Civil con la actualidad y agitarlas en una coctelera. “La reflexión que se extrae es que el destino, muchas veces, te arrastra sin que tú lo elijas. Por eso, siempre digo que Oda es una novela agridulce tirando a amarga”, sintetiza.
En realidad, no tomó como inspiración ningún libro de este género: “Leo cosas que no tienen nada que ver con la distopía. De hecho, cuando terminé la novela, no sabía que lo era. La presenté a una editorial y me dijeron que no publicaban distopías. Me pilló por sorpresa”, relata Sala, para quien un paseo por la playa o las hojas de cualquier libro son suficientes para seguir imaginando. Aun así, su mayor fuente de inspiración es, sin duda, el estilismo. Como estudiante de Diseño de Moda y de una especialización en arte contemporáneo en la que fue becado por el MoMA de Nueva York, tiene la certeza de que “la moda y la escritura están relacionadas”. Ambas, asegura, son disciplinas con las que contar historias.
Tal es su convencimiento que acaba de terminar un ensayo —el primero de su carrera— en el que relaciona el mundo del estilismo con el literario. Además, en su perfil de Instagram (@luissalamiquel), publica regularmente ilustraciones digitales y microcuentos de su puño y letra. Por supuesto, su faceta artística también está presente en Oda: solo un estudiante de Moda podría describir los vestuarios de sus personajes con semejante detalle. El diseño lineal de la portada, por cierto, también fue idea y creación original de Luis Sala. Pero son solo las primeras pinceladas de este joven de 19 años en el universo de las artes. A principios de 2021, terminó su segunda novela, que ahora espera las valoraciones editoriales. Prefiere reservarse la temática, aunque desvela que se trata de un homenaje a un momento importante de la historia contemporánea del que ya ha transcurrido una década.
Para enfrentarse a un folio en blanco, Sala tiene varios nombres y títulos en los que fijarse: “Me gusta mucho la literatura feminista. Ayanta Barilli me encanta, con Un mar violeta oscuro. De Carmen Martín Gaite, me he leído prácticamente toda la obra, y las de Isabel Allende también me vuelven loco. La novela Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo, me parece exquisita, y Federico García Lorca tiene unas obras preciosas”. Lo admite. Es una persona muy cambiante en la elección de sus lecturas, pero no en su fin último cuando escribe: “Con toda mi obra (la que llevo por ahora), siempre intento que el mundo sea un sitio mejor en el que vivir”.