ALTEA. La antigüedad no siempre se traduce en desfase. Las prendas de ropa antiguas que todavía no están preparadas para catalogarse como tal se mantienen a la moda bajo la etiqueta vintage, al igual que sucede con los videojuegos que ya suman algunos años y pasan a ser retro. Una particularidad que también sucede en el sector audiovisual, cuya longevidad no vuelve viejas a las películas o series, sino que las revaloriza, convirtiéndolas en un culto. En este último grupo se encuentra la española Al salir de clase, una serie que dejó de emitirse hace 18 años, pero que sigue manteniendo esa "frescura -obviamente con las diferencias que pueda haber en la sociedad en el transcurso de 20 años- y con una visión de las cosas que sigue siendo actual", respalda Eduardo Zaramella, uno de los creadores de la serie.
Tan grande fue su impacto que ha pasado a la historia como la serie en que se han reflejado otras posteriores que van en la misma línea como Compañeros, Un Paso Adelante, Física o Química e, incluso, la actual Élite. "Todas son, de alguna manera, herederas de Al salir de clase. Aunque en otros países ya se había hecho, en España fuimos los primeros en crear una serie juvenil", señala el escritor. Debido al éxito extendido en el tiempo y por haberse configurado como el embrión de otras series, el Festival Internacional de Series Nostrum, celebrado en Altea, le otorgará el Premio Legado.
La entrega del galardón tendrá lugar durante la tarde del sábado 28 de noviembre, coincidiendo con el acto de clausura de un evento que hace hincapié en mostrar el mundo creativo que reside tras las cámaras y el modo en que trabaja el director. Además, a lo largo de esa misma mañana, habrá diversas actividades en relación a la serie, como mesas redondas, proyecciones de algunos capítulos y un encuentro que girará en torno a "por qué Al salir de clase tuvo tanto impacto sin ser nosotros conscientes de ello", comenta el sentido de su intervención.
Sobre este último apunte, Zaramella amplía que empezaron a ser conscientes de que el audiovisual era un éxito -además de por los datos de audiencia- por el fenómeno fan, porque "los actores nos contaban que cuando iban a cualquier sitio todo el mundo les hablaba e, incluso, les perseguían". Para las anécdotas al co-creador le falta hueco, pero destaca como algunas de las más relevantes del proceso creativo tener que "eliminar un personaje cuando ya se había planteado una temporada con él, porque, de repente, decidía que se iba de la serie" o verse obligados a cambiar el primer episodio por decisión de los directivos después de meses trabajando.
El escritor advierte que son varias las claves que forjaron el carácter de la serie y su posterior mantenimiento en el imaginario colectivo: "Queríamos crear un producto entretenido y que, a su vez, pudiera aportar algo a la sociedad; que sirviera como espejo de lo que era, en ese momento, la juventud, dentro de unos cánones", explica. El producto audiovisual también estaba pensado para ser un 'potenciador de conversaciones', dando pistas a los padres y madres de "qué hacían sus hijos al salir de clase; ahí reside el concepto del título. De alguna manera, era un canal de información", desvela.
En el ámbito creativo, la frescura fue una condición unánime, así como el planteamiento dinámico de los diálogos, "en los que los actores y actrices hablaran con un lenguaje joven, natural y nada impuesto, aunque con una jerga entendible para todo el mundo y sin abusar de ella", matiza Zaramella. Un dinamismo que se potenciaría con los movimientos de cámara, gran parte de ellos grabados en mano, "como si fuera un documental", aporta. "Esto es algo que se ve muy claramente en la primera etapa de la serie".
Al salir de clase fue pionera, no solo por convertirse en la primera serie juvenil en España, sino también por establecer el engranaje de lo que serían las series diarias. "Esa temporalidad no estaba tan establecida como ahora, por lo que comenzamos a crear esa estructura, ensayando el modelo de creación de una serie diaria con lo que ello suponía: escribir cinco episodios a la semana, porque se tenían que rodar esos cinco episodios a la semana. Había una rapidez increíble en la escritura, en los actores al memorizar el guion, en el rodaje...", enfatiza el frenesí.
A lo largo de los casi 20 años que han transcurrido desde que la serie terminó su emisión, el modelo de consumo se ha visto alterado. Si antes la parte espectadora estaba obligada a ajustarse a los horarios de emisión, ahora son los propios receptores quienes eligen el momento de visualización con la televisión a la carta. Pese a que la tecnología sí ha alterado el modo de consumo, el cambio no ha sido tan notable en la escritura, pues "realmente, el proceso creativo es el mismo", confirma el escritor. "A nivel de plantear giros dramáticos o de construcción y profundización de personajes es exactamente igual; lo que cambia al escribir para plataformas tipo Netflix, Amazon o Movistar es la especialización en un target y el poder tratar un tema de forma más libre y casi sin censura, porque no tienes que estar pendiente del horario o de si lo van a ver menores", ejemplifica.
El creador de Brassic vio cómo su padre, que trabajaba en una fundición a la que tenía que acudir en bicicleta, fue despedido en los 80, lo que acabó en divorcio y en una familia desestructurada. Él era disléxico, no tenía acceso a tratamientos de salud mental y acabó siendo un adolescente hinchado de antidepresivos que se puso a mover marihuana. Basada en esa experiencia real, surge esta serie, con dos primeras temporadas bestiales, en la que refleja una clase trabajadora adorable que lo respeta todo menos la propiedad privada