Opinión

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Están vivos

Publicado: 05/03/2025 ·06:00
Actualizado: 05/03/2025 · 06:00

El pasado lunes, el Gobierno de la Generalitat demostró seguir vivo. Activó las medidas de emergencia cuando tocó. Cerró escuelas, cerró centros sanitarios, envió a los bomberos forestales a vigilar las torrenteras. Estuvo atento a las indicaciones de los servicios meteorológicos, alertó a la población de las zonas más afectadas. “Me guían las señales del cielo, me guía la marca de nacimiento de mi piel”, canta Leonard Cohen. En un grupo formado por representantes de las tres provincias, lo raro es que no fuera así en la dana del 29 de octubre. No solo estamos acostumbrados a que al nostre país, la pluja no sàpiga ploure, como canta Raimon. Es que cualquiera de los que integraban, o no, el Cecopi de aquella víspera de Halloween tiene una cicatriz de la pantanà de Tous, de la riada del 97 en Alicante, de la dana de 2019 en Orihuela. Pero ese día se comportaron como un ejército de zombies.

El 20 de octubre de 1982, Carlos Mazón tenía 8 años y puede que no se acuerde de que el temporal desgajó los barrios de Alicante como si la ciudad fuera una mandarina. Pero alguien se lo habrá contado, por ejemplo, su lugarteniente José Antonio Rovira, que ya contaba 20 primaveras. Es improbable que alguien de su edad no conozca los efectos de la lluvia en Valencia, con la rotura de la presa de Tous. Ni siquiera la responsable de Emergencias en ejercicio el 29O, Salomé Pradas, aunque sea de Castellón y solo tuviera 4 años cuando el agua embravecida arrasó las Riberas valencianas. En el improbable caso de que no les rozara aquella catástrofe, el 30 de septiembre de 1997 el jefe del Consell ya había cumplido 23 años. No estoy seguro, pero seguramente por esas fechas andaba recién licenciado y se fogueaba como cachorro de la política en las filas universitarias. Es imposible que no recuerde cómo quedaron las avenidas de Novelda y Alcoy ese día. Tanta destrucción aceleró las obras de canalización de Alicante, una de las pocas cosas de las que la política puede enorgullecerse en esta ciudad.

Mazón presidía la Diputación de Alicante en 2019, cuando Orihuela quedó anegada por una tromba bíblica. De hecho, esperaba en el banquillo la posibilidad de alcanzar la presidencia, primero provincial y después autonómica, del PP. Nadie que visitara siquiera el contorno de la ciudad de Miguel Hernández puede olvidar el oleaje que se agitaba entre campos de naranjos, limoneros y cultivos de alcachofas. Con todos estos antecedentes, y su trágica aritmética de muertes, no reaccionar a las nubes, a los pronósticos del tiempo o a las alertas enviadas desde Utiel en la dana de Valencia no puede deberse más que a una causa injustificada. El asunto está sub iudice y pormenorizado en el microscopio de los medios de comunicación, pero el diluvio que se llevó más de 220 vidas borró también los recuerdos, las heridas, el instinto de supervivencia y la capacidad de gestión de un equipo de muertos ambulantes. El pasado lunes, con su rápida reacción, demostraron que están vivos. Y que, por tanto, pueden asumir sus responsabilidades.

 

@Faroimpostor

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