VALÈNCIA. Hace algo más de un año del estreno de Barbie, de la cineasta estadounidense Greta Gerwig, convertida a la postre en uno de los grandes fenómenos de la cultura popular reciente, semanas en las que se llenaron las salas de un público ataviado con el rosa característico de la muñeca y las redes sociales de memes, entre los que también se gestó la subtrama ‘Barbenheimer’, que enfrentaba el estreno de la cinta de Gerwig con el de Oppenheimer de Christopher Nolan. Aquel verano de 2023 se antoja algo lejano ya -cualquiera diría que vivimos en un mundo bien distinto-, así que antes de sumergirme de nuevo en la película hago un ejercicio que puede salir o muy bien o muy mal: repaso algunas de las reseñas que el público ha dejado en páginas como Letterboxd o Filmaffinity.
“Basura”; “Que le jodan al patriarcado”; “Película woke sin valores”; “Esta película me hizo sentir orgullosa de quien soy”; “Feminismo de plástico”; “Yo también soy Barbie :)”. Definitivamente, Barbie no dejó indiferente a nadie, una ecuación en la que no se puede pasar por alto la descomunal campaña de marketing que envolvió su estreno y los ríos de tinta que corrieron en la prensa para analizar el proyecto del derecho y el revés. De este movimiento, por estar a favor o por estar a la contra, formamos parte todos en aquel pink summer en el que la célebre muñeca volvió a situarse en el centro de la conversación social. Una vez más.

- Eduardo Guillot -
- Foto: DANIEL GARCÍA-SALA
Y es precisamente esa conexión entre lo que es la película en sí misma y el debate que provocó en torno a ella lo que la convierte en un acontecimiento que, en algunos aspectos, la supera, un fenómeno cultural en el que ahora ahonda Barbie. Seis miradas críticas sobre la película que agitó la conversación cultural (Barlin Libros), un volumen coordinado por el periodista y hasta ahora director de la Mostra de València Eduardo Guillot que analiza con perspectiva y profundidad las múltiples capas que componen la película más influyente -y taquillera- de 2023.
Su contexto cinematográfico, su componente político y capitalista, teniendo en cuenta que le película no dejó de ser una operación de éxito para la compañía Mattel, son algunas de las cuestiones que se entrelazan en esta relación de textos críticos en los que también se aborda la gran pregunta, aquella que ha engrosado hemerotecas y que se relaciona con la propia historia de la muñeca: ¿Es Barbie una película feminista? El propio Guillot aborda algunos de esto temas, que desde distintos puntos de vista retoman y dialogan con otros seis especialistas en cine y cultura de la talla de Eulàlia Iglesias, Jara Yáñez, Jesús Palacios, Aarón Rodríguez y María Ruido, que diseccionan con precisión una película de la que todavía queda mucho por analizar y que ahora cuenta con la perspectiva como mejor aliada.
Este mismo jueves la librería Bangarang de València (C/Historiador Diago, 9) acoge la presentación del libro, pero antes aprovechamos para lanzarle algunas preguntas en clave rosa a Eduardo Guillot.
-¿Por qué es ahora el momento, más de un año después de su estreno, de sentarnos a hablar sobre Barbie?
-Precisamente porque ha transcurrido el tiempo suficiente para poder ofrecer una mirada sobre Barbie que se aleje de tomas de postura apresuradas, en caliente y producto de la coyuntura del momento. La reflexión sobre la imagen no tiene fecha de caducidad, y creo que este libro colectivo es un buen ejemplo de ello.
-En tu texto destacas la enorme cantidad de artículos que se han publicado en torno a la película y, de hecho, el propio subtítulo del libro habla de ella como “la película que agitó la conversación cultural”, ¿por qué ha sido Barbie y no otra película la que ha capitalizado esa conversación?
-Que sea una película que forma parte del mainstream sin ningún complejo ha resultado fundamental. Está claro que su alcance nunca hubiera sido el mismo sin la enorme campaña de marketing que la acompañó, y tampoco conviene olvidar que su origen está en una muñeca que ha vendido millones de unidades en todo el mundo. Dicho esto, creo que el principal motivo ha sido su rotundo éxito. Si hubiera pasado desapercibida, no hubiera suscitado tanta atención. Parece que mucha gente se ha sentido realmente molesta porque un producto en apariencia inocuo, que no debe serlo tanto si provoca debates tan encendidos, haya capitalizado el debate cultural. Y, por supuesto, que esté dirigida por una mujer y aborde cuestiones relacionadas con el feminismo ha sido también el detonante para soliviantar a señoros como el comunicador estadounidense Ben Shapiro, que llegó a prender fuego a la muñeca frente a las cámaras.

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-¿Es Barbie más causa o consecuencia de su contexto social y/o cinematográfico?
-Creo que ambas cosas. Greta Gerwig ya había ido filtrando en sus anteriores películas ideas que aparecen en Barbie. Se podrá alegar que un film que aspira a los Oscars y al gran público se ve necesariamente obligado a edulcorar y atemperar su mirada crítica y amoldarse al sistema, como acaba de demostrar 'Anora', pero eso no quiere decir que no pueda seguir siendo portador de argumentos que activen la capacidad de reflexión en el espectador. Barbie no surge de la nada, forma parte de una corriente mucho más amplia en la que se enmarca el creciente acceso de las mujeres a la dirección en todo el mundo, lo que implica una perspectiva y una selección de temas diferentes. Y parece que eso molesta a algunos comentaristas.
-Una idea sobre la que se ha escrito no poco es sobre el hecho de que de Barbie sea o no una película “woke”. En su texto, por ejemplo, María Ruido pone el acento en de las críticas que la tildan “subproducto woke” o por promover supuestamente el “odio a los hombres”. ¿En qué medida poner este término en la ecuación ha marcado el agitado debate en torno a la cinta?
-Lo ha marcado de manera clara, empezando por el hecho de que es el término con que la ultraderecha ha descrito la película con el objetivo de atacarla o desprestigiarla. Quizá se ha visto en Barbie más de lo que hay, por un lado y por el otro, pero que, en un momento en que el cine parece haber perdido su papel central en el debate cultural, una película sea capaz de generar tal grado de polarización e impacto social es una buena noticia. De hecho, el libro trata de recoger esa multiplicidad de interpretaciones que ha generado la película. Los textos dialogan entre sí y no buscan necesariamente dar un veredicto sobre ella sino ofrecer al lector elementos de análisis y debate para que saque sus propias conclusiones, en función de si está de acuerdo o no con ellos.
-En este sentido, me parece curioso que uno de los focos haya sido el término “woke” y un año después de su estreno estemos en plena era Trump y tras unos Óscar que muchos críticos han señalado como poco políticos. No sé si en este sentido en Barbie hay también un fin de ciclo.
-Bueno, a raíz de la nula respuesta de Hollywood a Trump en la reciente gala de los Oscars, donde ni siquiera cineastas que ondean la bandera independiente han sido capaces de levantar la voz, parece claro que la industria va a apostar por productos que no solivianten a la extrema derecha y se ajusten a esa 'cultura blanca' que tantos adeptos tiene en todo el mundo, como bien sabemos en València. No es que Barbie sea una película revolucionaria, ni mucho menos, pero sí parece que su osadía, por epidérmica que sea, puede tener los días contados en Hollywood. Al mismo tiempo, y lo explica muy bien Eulàlia Iglesias en el libro, también supone el principio de algo: el nacimiento de un nuevo blockbuster firmado por mujeres.

- Estreno de Barbie -
- Foto: Ian West / Pa Wire / Dpa /EP
-Que la película ha sido un éxito para la imagen y cuentas de Mattel no hay duda, pero, ¿en qué medida esa idea de “anuncio” -que casi todos los autores subrayan- y su núcleo capitalista lastran su mensaje o esa idea de película crítica?
-Esa es una de las cuestiones fundamentales de la película, y creo que el texto de Jesús Palacios en el libro, que algunas personas considerarán controvertido, da en el clavo en ese aspecto: Hollywood no tiene rival cuando se trata de sacar beneficio de un argumento y de su contrario. Es lógica capitalista en estado puro: ¿Por qué obtener rédito únicamente de la mitad de la población cuando la tenemos toda a nuestro alcance? Así, hay una Barbie para cada espectador potencial.
-La gran pregunta que desde el año pasado muchos críticos -y el propio público- ha puesto sobre la mesa es si Barbie es o no una película feminista. El libro ofrece respuestas variadas pero casi todos los autores señalan sus contradicciones, y el propio Jesús Palacios afirma que tanto los que piensan una cosa como la otra tienen razón, ¿es más interesante la respuesta firme o la conversación que genera?
-La respuesta, por fuerza, tiene que ser la conversación, porque resulta más enriquecedora y es, además, lo que propone el libro. Los autores y autoras ofrecen su mirada sobre la película, pero el objetivo no es dogmatizar, sino entrar en diálogo con el lector y que saque sus propias conclusiones. Tanto en lo que respecta al contenido feminista de la película, cuestión que, de un modo u otro, asoma en todos los textos, como en el resto de temas que se abordan en la película.