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Fuera del foco

3/12/2020 - 

Tengo una hija de 13 años, la misma edad que la hija de Lidia. Mi hija está en casa haciendo Tik Toks y la suya está internada en la unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital de Sant Joan d'Alacant.

Esta semana se conmemoró el Día Internacional para la lucha contra los trastornos alimentarios. En Elche la asociación de familiares ABAE ha planteado una propuesta diferente para este año tan complicado y llenaron de lazos con mensajes motivadores la pasarela del mercado, a modo de los famosos candados de Roma. “Me quiero”, “me cuido”, “soy capaz”o “soy única” son algunos de los mensajes que se podían leer.

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria afectan a 4,1% de la población entre los 12 y los 21 años. Los más frecuentes a los que se refieren las siglas TCA son anorexia y bulimia.

Son trastornos psicológicos graves y debido a estas alteraciones alimentarias, se pueden desencadenar enfermedades físicas importantes y, en casos extremos, pueden llegar a provocar la muerte, (la causa más frecuente de muerte es el suicidio o la desnutrición). Eso le pasó a una joven deportista ilicitana, Ana, hija del fundador de la asociación. Su familia peleó, sufrió e hizo todo lo que puedo por sacarla de ese pozo pero no lo lograron y murió con 20 años. No se sabrá nunca qué hubiera pasado si esta enfermedad hubiera tenido los recursos que mínimamente necesitan las personas que la padecen.

Los TCA afectan principalmente a mujeres, adolescentes y además se ceba en aquellas chicas con una alta exigencia por ejemplo por la práctica de un deporte o actividad donde el físico desempeña un papel importante. De todos modos, las causas por las que se desencadena son multifactoriales.

Lidia espera cada día la llamada de su hija desde la UTCA. Si el teléfono no suena es que no ha comido. Me cuenta que su hija un día con 12 años decidió que no iba a comer más y ahí comenzó su calvario. Escuchando la historia de estas dos mujeres no podía evitar pensar en el sufrimiento que están pasando estas familias.

Lidia y Mercedes, como tantas otras madres, incluso se han llegado a sentir culpables por lo que están pasando sus hijas. El desconocimiento, la falta de información y por supuesto que es una de esas enfermedades “de las que no se habla” lleva a las personas que la padecen y a sus familias a vivir un doble sufrimiento. La asociación les da un apoyo y acompañamiento que precisamente para esta enfermedad es imprescindible. Necesitan hablar con otras madres y padres y contar lo que les pasa. Los trastornos de la conducta alimentaria producen una relación de amor-odio entre las madres y las hijas. “Somos las policías, las malas, pero a la vez nos echan de menos y saben que nos necesitan”. “Cuando a tu hija le diagnostican un trastorno de este tipo estas perdida, y cuando vas avanzando sientes impotencia”.

Hacen falta recursos. La única Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de toda la provincia de Alicante está en Sant Joan con solo 6 camas y no existe en toda la provincia un Centro de día donde seguir el tratamiento cuando salen de allí. Se las deriva a centros privados pero en muchas ocasiones “el papeleo burocrático” retrasa el acceso y en el lapso de tiempo que transcurre entre que salen del internamiento en la unidad y el acceso al Centro de Día donde siguen su recuperación, se genera una nueva recaída.

“Es volver a empezar de cero” me cuenta Lidia que narra como le pasó a su hija exactamente eso. “Me duele mucho cuando está ingresada en la UTCA pero al menos sé que cuando está allí come”. Termino la charla con ellas y se van. Antes me piden que dé voz a su situación porque esta enfermedad está fuera del foco mediático y político.

Recuerdo como en los primeros años 2000 se inicio un esfuerzo importante para acabar con esos cuerpos de modelos famélicas que eran los referentes de las jóvenes de entonces. Podríamos pensar que se ha avanzado y ya muchas marcas y firmas apuestan por mujeres y chicas reales para la publicidad, pero ahora han llegado las redes sociales y el photoshop. Niñas y niños muy pequeños ven como hay un mundo donde los cuerpos, las caras y las vidas son perfectos. Y creen que es real y se quieren parecer a ellos. Y es imposible porque las personas reales no somos así y tampoco nuestras vidas son perfectas como simulamos en ese escaparate digital.

La anorexia y la bulimia no están en las agendas de medios y política pero sí en el día a día de familias como la de Lidia y la de Mercedes.

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