Las mociones de censura suelen presentarse más por enfrentamientos personales que políticos. En la mayoría de los casos. Los partidos suelen buscar ediles despechados para los cambios de alcaldías, o a veces se vota o se pacta en una investidura por enfrentamientos personales del pasado. El debate también debería ser, ¿podría un partido quitar un alcalde? De solventarse este debate, posiblemente no habría mociones de censura.
No es que se produzcan muchas en los últimos años, después de que el ministro Jordi Sevilla cambiara la ley allá por 2007. Ahora, los ediles sólo pueden votar una por mandato; no pueden hacerse ni el primer ni el último año de la legislatura; los ediles expulsados por su grupo y con la condición de no adscritos no pueden participar de ellas, etc. Estas son algunas de las nuevas normas. Anteriormente, podría haber más de una moción en un mandato, lo que le convertía en una carrusel de emociones.
De todas maneras, siempre se producen atajos, que suelen beneficiar al censurante, que no el censurado. Esto días, hay debate con las mociones de censura y la salida o entrada de alcaldes. Por ejemplo, en Orihuela, donde se ha producido choque frontal entre los ediles de Cs y del PP, con múltiples vendettas anteriores, que han acabado con la presentación del voto de censura entre PSPV, Cs y Cambiemos Podemos.
El PP pudo salvar esa moción, de haber querido, buscando la renuncia de su alcalde, Emilio Bascuñana, y algún que otro edil que Cs tiene atravesado. Lo podía haber intentado, pero a día de hoy esa opción parece improbable. Al mejor, los 5 ediles de Ciudadanos en Orihuela hubieran transigido. Pero no es el caso. El PP, como ya se analizó, casi que prefiere hacer borrón y cuenta nueva.
Los alcaldes vacunados también están de actualidad. El de La Nucía, Bernabé Cano, porque puede ser juzgado por su propagandística vacunación por la covid. El ex de El Verger, Ximo Coll, y la alcaldesa de Els Poblets, Carolina Vives, porque piden la restitución de su militancia. Quizás tengan razón, pero en el caso de El Verger, como se ha demostrado con el cambio de primer edil, el problema no era solo la vacunación. Había más mar de fondo, y en su propio grupo municipal, que saltó por los aires. En El Verger, el PSPV y sus militantes lograron convencer a Coll de que la mejor opción era la salida para salvar a la agrupación y el Gobierno local. Más allá de todo lo sucedido, y por la razón legal (y en su razón personal) que puedan tener, deben admitir que no dieron la mejor de las imágenes, sobre todo, en los primeros días, cuando convirtieron su inoculación casi en un reality televisivo mientras otra concejala de su partido, del vecino municipio de Dénia, sí que tuvo que dejar el cargo.
No quiero dar ideas, porque las actas de los concejales son (y deben ser) personales. También con posicionamientos dignos de algunos ediles se evita que los partidos puedan hacer lo que les venga en gana si escuchar a una parte de sus conciudadanos, o someterse a saber qué intereses. Pero si los partidos pudieran quitar alcaldes y alcaldesas en medio de un mandato, les aseguro que no habría tantas mociones de censura ni pactos imposibles los días de la investidura del pleno. También algunos ediles deberían darse cuenta que llegados un momento, son el problema y que es mejor una retirada o dar paso al siguiente para mantener lo que dijeron las urnas. Pero no siempre es así. La ceguera o el empecinamiento personal también complica las cosas. Ahí lo dejo.