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Una tragicomedia para hacer justicia a todas las mujeres que sostuvieron al mito del toreo Manolete

5/04/2023 - 

VALÈNCIA. Todo empezó con la figura invisibilizada de una actriz de cine adelantada a su tiempo, republicana en plena posguerra, novia de un torero de proyección internacional. Antes de que Alicia Montesquiu prestará atención a las mujeres con las que ha titulado la obra con la que visita del 12 al 16 de abril el Teatro Talia de València, Las hermanas de Manolete, la dramaturga tenía el interés puesto en Lupe Sino, la pareja del diestro.

En la España franquista de los años cuarenta, las esposas de los toreros no acudían a las corridas, porque existía la superstición de que les darían mal fario. Queridas y aspirantes a estrellas del oropel sí se acercaban al ruedo. Intrigada por saber si el gran amor de Manolete había acudido a alguna de sus faenas, Montesquiu se sumergió en la lectura de las críticas taurinas de la época. Fue entonces cuando reparó en una visita a Córdoba en la que la lidia había quedado deslucida por los insultos con los que fueron recibidas sus hermanas mayores a su llegada a la plaza. 

“Los improperios eran tan vejatorios que me dio apuro incluirlos en la obra”, explica la autora, que tirando, tirando del hilo averiguó que aquellas dos mujeres habían ejercido la prostitución en la época en la que la estrella de la tauromaquia, “comparable hoy día por su fama con Messi o Cristiano Ronaldo”, empezó con 12 años en la Escuela Taurina de Montilla y, más adelante, dejó de trabajar y estudiar para enrolarse en un espectáculo cómico taurino a fin de hacerse un nombre. “Era una época de mucha hambre, así que solo hay que juntar huecos para concluir quiénes pagaron los inicios de una carrera tan costosa”, expone Montesquiu.

El espejo apedreado 

Su propuesta es una historia de ficción basada en los personajes reales que rodearon la muerte de Manolete en 1947. El montaje ha sido nominado a seis Max, a espectáculo, dirección de escena para Gabriel Olivares, diseño de espacio escénico para Marta Guedán, vestuario para Mario Pinilla, y actriz y autoría teatral para la misma Montesquiu, que se ha reservado el papel de la estoica hermana mayor. Alicia Cabrera incorpora a la hermana pequeña y Ana Turpin, a la repudiada novia del torero. La trama está ambientada en una habitación de hotel en la que Lupe está instalada dos días después de la cogida mortal en Linares. La visita de las hermanas da pie a un repaso de los años precedentes.

“A lo largo de la obra asistes a la naturalidad con la que las mujeres vivían la represión. Durante el franquismo, la opresión no era solo política, con chicas que iban a la cárcel o a campos de concentración, sino también social. No hablaban ni decidían, vivían la vida que les había tocado vivir. Era aquello del calladita estás más guapa. Pero Lupe se salía de esa norma, con lo que no era bienvenida en el ámbito de Manolete”, describe la también actriz, quien en el texto ha incorporado anécdotas personales ligadas a recuerdos de sus abuelas y abuelos.

El encuentro nunca tuvo lugar en la vida real, pero era necesario provocar una conversación crucial es la ficción para articular una historia de sororidad. “El problema de ser pionero en las libertades es que has de dar un paso adelante, pero a veces naces en un lugar donde no puedes hacer de avanzadilla. Lupe pudo, las hermanas, no”. De hecho, a la que llamaban prostituta era a la actriz por valiente, moderna y decidida a desafiar los estrictos convencionalismos de la época.  Las hermanas de Manolete aborda la comprensión femenina a pesar de las trabas de la época y “de una sociedad donde se apedrea el espejo donde nos miramos en otras mujeres”.

Más Silvia de Suecia que Bernarda Alba

La madre de la familia tiene dejes lorquianos. Las hermanas vivieron condenadas a estar dentro de casa por el oprobio público. Desempeñaban su oficio para comer, pero eran repudiadas porque estaba mal visto. Con el tiempo, su hermano las casó con dos personas allegadas “para darles honra”. Sus existencias recuerdan el oscuro encierro de las protagonistas de La casa de Bernarda Alba, pero el texto no carga las tintas sobre las mujeres de la familia.

Alicia ha concluido que Angustias, que así se llamaba la progenitora, era conocedora de la condición de trabajadoras sexuales de sus hijas. De modo que existía una connivencia. Las hermanas no vivían reprimidas, sino que vivían con vergüenza. Como el toro, la madre está presente en la obra sobrevolando la ficción, como un símbolo al que se alude desde la distancia. “No me la imagino como una Bernarda Alba, sino como una de esas monarcas plebeyas que ponen luego impedimentos a que sus hijos se casen con mujeres del pueblo. Es el llamado síndrome de la reina”, explica la dramaturga que ha evitado juzgar a ninguna de las protagonistas porque sería injusto hacerlo desde el contexto actual. Alicia Montesquiu pone el ejemplo del elefante encadenado de bebé que cuando crece no rompe sus cadenas. Ser progresista o crear libertades puede parecer fácil desde la distancia que da el tiempo y la geografía.

“Quería mostrar que todas esas grandes figuras artísticas se han apoyado siempre en mujeres. Si las hermanas, las madres y las novias no les hubieran alimentado, arropado y acompañado, esos mitos hoy no existirían”, concluye. El drama, no obstante, se afronta desde el humor negro. A Montesquiu le gusta Berlanga y se nota: “La forma de hablar y sentir en nuestro país es tragicómica, tenemos un sentido del humor intrínseco. Y he comprobado que la tragedia con comedia golpea dos veces".

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