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VALÈNCIA. Si artista es simplemente aquella persona que hace una obra artística, entonces Asger Jorn no era un artista en absoluto, sino mucho más. Fue un generador incansable de pensamiento, a través de sus diferentes provocaciones intelectuales que tendrían su gran hito en la fundación (junto a Guy Debord y otros tantos) de la Internacional Situacionista. Fue también un niño, que supo traducir un mundo complejo siempre haciéndose servir del arte, ya fuera a través de un gran lienzo o con un dibujo de apariencia banal —“Una gran obra de arte es la banalidad consumada”. Fue un revolucionario, política y artísticamente hablando. También un etnólogo, a través del Instituto de Vandalismo Computacional. Todo esto, además de uno de los artistas más influyentes del siglo XX, era Asger Jorn.
Y todos estos aspectos están reunidos en la exposición La creación abierta y sus enemigos: Asger Jorn en situación, que inaugura el IVAM hoy mismo. "La idea más extendida en torno a la figura de Asger Jorn lo presenta como un pintor expresionista, adscrito al grupo Cobra. Pero esa mirada olvida su faceta de escritor, activista y editor; y el carácter decididamente poético y político de su actividad. Jorn va de la pintura a la edición y de la cerámica al tejido, la pintura mural o la escritura", explicaba ayer Nuria Enguita.
De esta manera, se trata de una de las mayores retrospectivas de Jorn nunca vistas, y más que por la cantidad de obras, por la síntesis de sus diferentes esferas de creación y pensamiento, que van desde cuentos infantiles hasta la construcción teórica situacionista, pasando por la huella del folklore y la historia escandinava que tanto dejó que le atravesase. Dijo Michèle Bernstein sobre él en 1960: “Todo el mundo conoce a Asger Jorn. El mejor de los pintores. Además, hizo de todo. Maravillas: es decir, en todos los ámbitos, innovaciones”; y sin duda, la sensación con la que se sale de la exposición es de asombro que arrolla desde diferentes lugares. En él está, y viceversa, Fernand Léger, Jean Dubuffet o Joan Miró. También toda la tradición natural creativa de la cultura escandinava por los siglos de los siglos.
El recorrido a través de esos diferentes ámbitos se hace a través de cinco salas. De la primera a la tercera se ve claramente el viaje de el artista hace entre el animal y el monstruo. Sus primeros experimentos editoriales se mezclan con su colección de animales animados, con su reivindicación de lo banal en el centro, y poniendo en valor su producción editorial (igual de importante que sus lienzos pero tal vez menos reivindicada).
En la segunda sala, ya se reconoce su interés por recoger las raíces culturales escandinavas e intentar comprenderlas —de manera estéril, en principio, por el paso del tiempo— releyéndolas y yuxtanponiéndolas con imágenes de otras fuentes. Guldhorn og lykkehjul (Los cuernos de oro y la rueda de la fortuna) es una obra tremendamente representativa de este aspecto, que se despliega a través del montaje expositivo para esta muestra.
Finalmente, en la tercera sala, los animales y las criaturas del pasado se convierten en monstruos para radiografiar la realidad. Por supuesto, los monstruos son personas, es el mundo actual visto con el prisma de la mitología escandinava, el pasado atravesando el presente, y la semilla del inconformismo que más tarde se podrá ver en su etapa situacionista. El monstruo son las sombras que le rodean, es él mismo, eres tú y soy yo. El monstruo es el vehículo a través del cual banalizar-vandalizar la realidad a través de la pintura. A él se le atribuye el grito de guerra “Monstruos de todos los planetas, ¡uníos!”.
Las otras dos salas de la exposición muestran al Asger Jorn situacionista, el movimiento intelectual de corte revolucionario que vino a superar las venguardias de principio del siglo XX. En esta época, Jorn se vuelve más radical en su propuesta representativa y en su producción editorial. “La pintura está terminada. / Podríais rematarla. / Desviadla. / Larga vida a la pintura”, llegó a escribir. Las técnicas pictóricas saltan por los aires y empieza a experimentar con material secuestrado. La exposición también reúne dos producciones de Guy Debord, uno de sus grandes colaboradores, para entender las coordenadas de esta corriente intelectual.
En la última sala, con el situacionismo disuelto, Jorn se centra en el trabajo etnográfico del Instituto Escandinavo de Vandalismo Comparado. Junto a Gérard Franceschi, pone en marcha un macro-proyecto fotográfico para capturar las huellas de la tribu germánica de los vándalos como contraposición a la hegemonía popular de las culturas clásicas y latinas. El fin del situacionismo no significa, ni mucho menos, el fin de la provocación de Jorn, que interviene, a través de publicaciones, las propias obras recogidas junto a Franceschi, sin dejar de lado su obra pictórica original.
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