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'Blue again' es su monumental película con más de tres horas de metraje

Thapanee Loosuwan: "A veces elegimos salvarnos a nosotros mismos antes que a una buena amistad"

2/07/2023 - 

VALÈNCIA. Cinema Jove se clausuró ayer en València con su gran anuncio: el Premio Luna al mejor largometraje. En esta edición, ha recaído en Blue again, de Thapanee Loosuwan, una monumental película de más de tres horas de metraje sobre el auto-descubrimiento de una estudiante de moda que hereda de su familia la tradición del tinte índigo. A medio camino entre el mundo rural, de donde es natural, y Bangkok, Ay tendrá que lidiar con los retos que le propone su familia, sus raíces, la amistad adolescentes y su primer romance.

-En primer lugar, más allá de el vínculo personal, háblame de la dimensión cultural de la artesanía índigo en Sakon Nakhon. ¿Por qué era importante mostrar el proceso en tu película?

-Generaciones y generaciones de artesanos se han dedicado minuciosamente al teñido índigo en Sakon Nakhon. Sin embargo, esto no ha creado mucho valor, desincentivando a las generaciones más jóvenes que anhelan escapar de esta cuestión. La juventud se encuentra en la necesidad de adquirir otros conocimientos, más contemporáneas a ellos, como marketing o e-commerce para crear valor a su trabajo. Ahora vemos a los descendientes de tintoreros añiles estudiando moda en la capital, con la intención de aprovechar sus conocimientos y establecer su propia marca de telas añil en su ciudad natal.

Aprendí que el clima frío es un obstáculo para el teñido con índigo, ya que hace que los organismos del índigo sean ineficaces. Sin embargo, los lugareños todavía intentan mantener vivo el índigo (incluso en el clima frío): sumergen sus manos en el tinte índigo frío y trabajan minuciosamente con él. No se trata solo de su espíritu y amor por el teñido. Si no se tiñen, no ganarán dinero. Además, cada familia que tiñe el añil también tiene que cultivarlo. Tienen que ser agricultores y artesanos al mismo tiempo.

En mi película, fue crucial retratar este proceso para articular las aspiraciones que cada generación tiene con respecto al teñido con índigo. La generación mayor, las abuelas, no pueden continuar con la tradición pero imponen la responsabilidad a la generación de la madre. La generación de la madre se ve entonces obligada a presionar a sus hijos para que lo mantengan, independientemente de si les gusta o no. Sin embargo, ellos mismos (la generación de la madre) están a punto de darse por vencidos. Esto crea un conflicto generacional dentro de la misma tradición.

-La película habla de una relación de pareja, pero desde el principio y hasta el final, también habla de una amistad. ¡Qué difícil es mantener una amistad cuando todo a tu alrededor cambia!

-Algunas personas pueden pensar que nada puede cambiar una verdadera amistad. Sin embargo, para aquellos que sienten que se están ahogando en luchas vitales, cómo buscar un mejor trabajo o salvar un negocio familiar, a menudo elegimos salvarnos a nosotros mismos primero. A veces, podemos perder una relación querida ante nuestros ojos, aunque nunca lo deseáramos. Es un dilema complejo de describir.

En mi película, la amistad no se destruye, pero se desvanece lentamente, como el color índigo en el clima invernal. Cada persona aprende a navegar su vida sin depender unos de otros. Es doloroso decir adiós, pero es beneficioso crecer y aprender sobre la pérdida, que es una experiencia común a la que nos enfrentamos tarde o temprano.

-¿Planteas una puesta en escena diferente para las secuencias de Sakon Nakhon y Bangkok?

-Cuando filmaba en Sakon Nakhon, primero exploré los lugares y luego escribí el guión, ya que no podíamos alterar significativamente el entorno de los lugareños. Tuve que integrar el rodaje en su cotidianidad. En Bangkok, escribí el guión antes de buscar las localizaciones porque teníamos que alquilar un lugar para montar y diseñar las escenas. Las dos ciudades tienen ritmos distintos.

La parte de Sakon Nakhon tiene un ambiente relajado y auténtico. El proceso de filmación fue más espontáneo; por ejemplo, a menudo nos despertábamos y empezábamos a rodar de inmediato o sin depender de los storyboards.

La parte de Bangkok requería una planificación más cuidadosa por las limitaciones de tiempo. Las imágenes estaban más organizadas y en su mayoría con guión, creando una atmósfera más estructurada: necesitábamos encuadres precisos y tomas estáticas para reflejar los sentimientos de Ay mientras estaba en la ciudad.

-¿Hay una crítica al modelo familiar de la Tailandia rural, como en Sakon Nakhon? ¿Cómo crees que influye en este autodescubrimiento de Ay?

-No, no lo interpreto únicamente como una crítica al modelo familiar típico en espacios como Sakon Nakhon. Más bien sirve como ejemplo de la dinámica familiar y el peso de las expectativas de una generación a la siguiente, que la nueva generación tiende a romper. El autodescubrimiento de Ay está influenciado por su comprensión a la importancia de priorizarse a sí misma sobre las expectativas que otros le imponen, incluida su familia.

Creo que Ay es alguien que no se ha dado cuenta de estar atrapada dentro de esas expectativas a lo largo de 20 años. Es crucial para ella liberarse de esas ideas preconcebidas y aprender que no puede estar demasiado atada a las expectativas de los demás. Priorizar su crecimiento personal se vuelve esencial en este viaje de autodescubrimiento.

-Más allá del romance con Sumeth, es muy interesante conocer las fricciones religiosas que planteas entre el budismo y el cristianismo. Cuéntame más sobre lo que querías reflejar.

-En Sakon Nakhon, la mayoría de la gente es budista. Sin embargo, en el pueblo donde reside Sumeth, la predominantemente es una comunidad cristiana con una fuerte adhesión religiosa. Quería transmitir la idea de que la familia es algo en lo que nacemos y no podemos elegir, similar a la religión que nuestros padres eligen para nosotros cuando nacemos. Pero la religión es algo que se puede cambiar; no está determinada por nuestra sangre. Puede ser difícil decir: "Quiero cambiarlo", especialmente en una familia profundamente religiosa.

Quería transmitir a todos los que sienten una sensación de alienación o desapego que no están solos experimentando esos sentimientos, y que todo se puede transformar si tenemos el fuerte deseo de hacerlo.

-Esta es tu primera película como directora y has participado con ella en festivales como Busan o Cinema Jove. ¿Cómo has sentido la acogida de la película y cuáles son tus planes de futuro?

-Esta es mi primera película, acabo de terminarla y tener la oportunidad de proyectarla en lugares que me encantan. En Busan o Cinema Jove sentí que la gente reconocía el valor de mi película. Las películas tienen un lenguaje universal y pueden viajar a cualquier lugar siempre que haya personas dispuestas a recibir su mensaje. Es una experiencia gratificante para mí y para el equipo recibir comentarios positivos y constructivos que podemos utilizar para desarrollar proyectos futuros.

En el futuro, aspiro a seguir haciendo películas. Hay muchos temas e ideas que me apasionan y me encantaría explorarlas a través del cine. Sin embargo, es un desafío para los cineastas en Tailandia hacer realidad su visión. Aún así, espero convertirme en alguien que pueda reflejar mi propia visión y darle vida.

-¿Cómo ha influido el golpe de Estado de 2014 en tus prioridades a la hora de contar la realidad de Tailandia?

-El golpe de estado de 2014 fue un punto de inflexión muy significativo y la sensación de impotencia más profunda que jamás haya experimentado el país. Los derechos de las personas fueron arrebatados en todos los aspectos, y los que disentían fueron reprimidos, secuestrados y desaparecidos.

A pesar de esto, persistimos en la lucha por la libertad de pensamiento. Incluso en el cine, nos enfrentamos a la censura que buscaban garantizar que nuestras historias no contradijeran la agenda del gobierno. La censura con respecto a las discusiones sobre el budismo y la monarquía se hizo más frecuente a medida que el gobierno buscaba influir en las perspectivas y sentimientos colectivos. Carecíamos de la libertad de pensar de forma independiente.

Además, la financiación del gobierno que solía apoyar a los cineastas anualmente disminuyó significativamente, lo que llevó a que el arte y la cultura tailandeses se congeleran. Muchas personas talentosas optaron por mudarse a países con mayor libertad intelectual para su crecimiento artístico.

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