La nueva película de Alejandro Marín reivindica con humor, vitalidad y orgullo la lucha del movimiento LGTBI en la Andalucía de finales de los 70
VALÈNCIA. “La presencia de personajes LGBTIQA+ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer) y con discapacidad en las películas y en las series españolas se ha consolidado, pero se mantiene una gran polarización y la situación está lejos de alcanzar la normalización”, decía un artículo reciente de El País sobre una de las conclusiones del último informe del Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales de España. Según este informe, en el 9,2% de las 99 películas de 2022 analizadas aparecían personajes de los colectivos citados, a pesar de que más de la mitad de ellos estuvieran concentrados especialmente en siete películas, sobre todo, en la comedia dramática y en los musicales de género, sin encontrarse apenas referentes en las películas o series de acción, de aventura o suspense.
Como decía Emilio Papamija, director de la investigación, a pesar de no haberse superado el cliché y de quedar mucho camino por recorrer, al menos los números van aumentando y eso es una buena señal. Sin embargo, cuando leo este tipo de noticias, también me pregunto por lo que hay detrás de esos números, qué significan realmente, qué dicen y qué suponen ese 9,2% de películas donde sí aparecen representados esos colectivos, cómo son esos personajes diversos. Me lo pregunto porque a menudo tengo la sensación de que esos personajes simplemente son números, cuotas a alcanzar, etiquetas que representan lo que se espera de ellas, un gay que hace de gay, un discapacitado de discapacitado, nada más. Por supuesto, tu naturaleza determina quién eres, forma parte de ti.
Probablemente, parte o gran parte de la historia de vida y la personalidad de alguien gay esté condicionada por su homosexualidad, pero a veces también me gustaría ver la historia de un gay que no es solo un gay, de un discapacitado que no es solo un discapacitado, de un gordo que no solo hace de gordo, o al menos que se contara la historia de por qué esa condición ha determinado la vida del personaje. Esto último es lo que me ha sucedido con Te estoy amando locamente, la nueva película del cineasta Alejandro Marín, protagonizada por caras conocidas como Ana Wagener o Alba Flores y otras quizá no tan conocidas pero que apuntan alto como Omar Banana, Carmen Orellana, La Dani o Àlex de la Croix, y estrenada en cines este 6 de julio, coincidiendo con las celebraciones del Orgullo (el mismo reparto protagonizó el pregón de este año en Madrid).
Situada en la Sevilla de 1977, en plena eclosión del movimiento LGTBI+ de Andalucía, cuando todavía existía la Ley de Peligrosidad Social y la homosexualidad y la transexualidad eran delitos en España (aún se aplicaban técnicas de electroshock a los homosexuales, se les encarcelaba y marginaba socialmente), la película cuenta la historia de una madre, Reme (una creíble Ana Wegener) y su único hijo, Miguel. Ella quiere que el niño sea abogado, que tenga un buen oficio y una vida segura, y él, movido por su sueño de ser cantante y no tener que esconder su homosexualidad, se involucra en el colectivo LGTBI de Sevilla, el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria.
Miguel es gay y su personalidad y su historia están determinadas por esa condición, pero la película precisamente trata de contar por qué su homosexualidad es determinante en la vida del personaje, cuáles son sus conflictos y motivos, sus deseos e ilusiones, sus circunstancias y su contexto. Los personajes que lo acompañan también resultan creíbles, se nota que la mayoría hacen de ellos mismos, y eso da verdad a lo que tratan de contar. Su historia, la del colectivo LGTBI, tampoco se cuenta desde la condescendencia ni el victimismo, si no desde su realidad y la reivindicación festiva de su lucha, desde la convicción de luchar por lo justo.
Ahí está uno de los grandes aciertos y fuerzas de la película, en su tono, en el humor y la vitalidad desde la que se cuenta esa historia dura, a través de una cuidada puesta en escena, al ritmo de sentidas canciones populares (su título procede de una famosa canción de Las Grecas), pegadizos ritmos pop y coloridos números musicales. De esa forma, sin perder su dramatismo, la película también consigue ser una comedia con tintes de thriller y ciertos momentos de cine musical. También es interesante cómo, sin renunciar a ese carácter festivo, desde esa celebración y reivindicación de la libertad sexual, de formas de desear y amar libres, la película tiene cierto punto didáctico sin caer en el mensaje fácil.
Te estoy amando locamente es una película con personalidad, muy disfrutable y con una fuerte e inteligente carga política. La película es emocionante no solo por la historia personal que cuenta y cómo la cuenta, sino porque a través de ella, homenajea y reivindica con orgullo la historia colectiva de todo un movimiento.
Se estrena la nueva película del dúo formado por Aitor Arregi y Jon Garaño, un arrollador retrato colectivo de España inspirado en la historia real del sindicalista Enric Marco, protagonizado por un inmenso Eduard Fernández