SON GOKU PATRIO  

'Son Goku Made in Spain': cuando el 'merchandising' se rindió al anime

15/03/2023 - 

VALÈNCIA. “Hubo un momento en España en el que, para vender un producto a un niño y/o adolescente bastaba con añadir una referencia a Bola de Dragón, o más concretamente a Son Goku. Eso llevó a muchos fabricantes a incluir algún tipo de merchandising con sus productos. Ya había pasado antes con las series de moda, pero nunca tanto como con el guerrero del cabello despuntado de Toei Animation”. Con este párrafo, Son Goku Made in Spain, un proyecto de Micky Álvarez, Pedro Flores y Jordi Valero, coetáneos del fenómeno Bola de Dragón (Bola de Drac en nuestras tierras) se aproxima al universo editorial. La iniciativa gráfica publicada por Dolmen en este año, recopila una extensa colección de material de merchandising relacionada con el anime que primero emitió TV3 y después Canal 9, hasta que saltó a la televisión nacional.

Desde que en 2005 Mafia Editores editara Dragon Ball: Dossier Definitivo, distintas publicaciones han llevado al papel el mundo creado por Akira Toriyama. Muchos de estos títulos se centraban en el manga, otros en el anime o en los videojuegos derivados de la serie que superó los quinientos capítulos. Hasta ahora, ningún autor o autora se había centrado en el estudio  del merchandising producido íntegramente en nuestro país.

A lo largo de 143 páginas, Álvarez, Flores y Valero investigan la mercadotecnia física asociada a la cuadrilla de guerreros y superguerreros que impregnó desde llaveros a chapas, pasando por cromos, bufandas y cassettes de gasolinera. “Una comercialización casi obligada por la demanda de un público cada vez más masivo que reclamaba a gritos material de su serie preferida. Hasta el F. C. Barcelona acabó salpicado. Hoy con la perspectiva de los años y del coleccionismo, se entiende mejor lo que significó todo aquello. La impronta que dejó en varias generaciones. Los autores decidieron hacer acopio de todo el material atesorado a lo largo y ancho de los años para colocarlo fotografiado, analizado y explicado”.

“Como coleccionistas y amantes de la serie pensamos que nadie había plasmado lo que consideramos que ya es un momento histórico de nuestro mercado, con productos hechos en nuestro país. Creímos que era un hueco en el mercado que debía ser cubierto”, explican los autores. Un embarazo humano fue lo que les llevó escribirlo, recopilar material, hacer las fotos y maquetar. “Dragon Ball es algo que nos ha unido como amigos a los tres y tenemos suficiente material y conocimientos para abordarlo. Pero principalmente porque con esta serie inició el boom del manganime en España, de una forma un tanto extraña y que no se ha repetido con ninguna otra”.

Bola de Drac es sinónimo de los años noventa. Desde su lanzamiento, este manga y anime se convirtió en uno de los más populares de la historia de la animación. “Son Goku Made in Spain es una selección del primer merchandising que llegó a nuestras tierras y que muchos recordarán con nostalgia y a otros les producirán pesadillas, preguntándose cómo pudimos vivir con eso, pero que ayudó a cambiar el mercado del cómic y del merchandising en nuestro país”.

El fenómeno fue tal, que hasta se editó esa muestra de la cacofonía que es Son Goku Makinero, uno de los primeros discos musicales infantiles y juveniles que salió a la venta en la España noventera. El disco publicado por el sello discográfico Bit Music, versiona temas clásicos de música mákina con el imaginario Dragon Ball. En él, se podían escuchar diversas versiones de canciones en inglés, traducidas libremente con letra sui generis para acercarlas en cierta forma al universo de Dragon Ball. Entre sus cortes, algunos algo racistas como Soy Japones (Don’t Give Me Up) (“Soy japonés todo el día como arroz / Tu ya lo ves amarillo es mi color”) o Que Empiece El Combate (The Summer Is Crazy): “Dicen que nací para luchar / pero lo que quiero es amar”.

La relación entre el anime y ese sector de la alimentación con malísima nota en el Nutriscore fue cercana. En 1992, cuando Dragon Ball llevaba dos años emitiéndose y nadie pilotaba la nave del merchandising, la Songokumania ocupaba espacio en televisiones y radios. Y en los lineales del supermercado. Matutano, Sonric’s, Crujitos, Danone con los Petit Suisse, Peta Zetas, Gelatina Royal, Phoskitos, La Menorquina o Panrico lanzaron tarjetas, pines, cromos o pósters. “El periodismo de la época empezó a investigar el fenómeno y gracias a él conocemos algunos datos. P&M (Promociones & Merchandising) había adquirido los derechos para licenciar productos derivados de la serie”. Pese a la compra de la licencia, los designios del branding se cumplían de forma irregular: “El arte de algunos productos eran las ilustraciones originales japonesas, pero redibujadas por artistas de aquí. En algunas confundían los nombres de los personajes o usaban la traducción directa al castellano del nombre con el que se conocía por ejemplo, a Piccolo en catalán: Satanàs Cor Petit”.

¿Y el anime actual? “En el pasado se dijo que era una moda pasajera, pero el tiempo ha demostrado que vino para quedarse. El mercado del manga y el anime actual ya no es algo de nicho o para frikis, se consume de forma masiva y se ha establecido como una opción cultural más. Entendemos que de forma superficial pueda parecer violento, pero no más de lo que se puede ver en un telediario u otros productos de ficción. Manganimes como Dragon Ball, Naruto o One Piece transmiten valores de compañerismo o superación, en los que en la eterna lucha del bien y del mal, siempre triunfa el bien”.

Álvarez, Flores y Valero firman una colección de “bizarradas” nostálgicas que reflejan la evolución tortuosa del merchandising de la serie. “Hemos pasado de sufrir por no tener ni un muñequito a hacerlo por no poder tenerlos todos. Pero la aventura ha valido la pena. Esta serie, más allá de polémicas estúpidas de sectores obtusos, se apoya en unos valores de amistad muy potentes, demostrando que ni era una moda pasajera, ni la violencia el motor que la hacía tan atractiva. Se trata de una serie que, precisamente por ello, se ha convertido en transgeneracional y no entiende de fronteras”.

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