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a través de ‘Poeta a Nueva York’, un viaje solo de ida

Ricardo Cavolo ante el gran reto: dibujar el surrealismo de Lorca

El artista Ricardo Cavolo embarca junto a la editorial Lunwerg hacia América con Poeta en Nueva York, un trabajo en el que se adentra en los años más sombríos de la vida Federico García Lorca, quien tuvo que permanecer durante nueve meses en Nueva York sumido en una gran depresión, que hizo que regurgitaran de su interior los versos más duros

14/04/2023 - 

VALÈNCIA. ¿Hubieran sido amigos Ricardo Cavolo y Federico García Lorca en la actualidad? Si bien ambos tienen alma de poeta resulta casi imposible averiguarlo, aunque hay algunas pautas que podrían indicar su afinidad: la forma de percibir el mundo, la visión del amor y la tristeza, y la conversación sobre inspiración y perspectivas. Cavolo contempla al poeta desde el más absoluto respeto y admiración, complementando sus poemas con la visión del artista, que aunque plagado de bibliografía y obra del poeta debe prestarse a su inspiración pura para interpretar los versos surrealistas de Lorca. Poeta en Nueva York, editado a todo color y texturas por Lunwerg, cuenta el relato del momento más duro de la vida de Lorca, cuando se va a Nueva York y allí se siente encerrado.

Estuvo allí durante nueve meses, los justos y necesarios para que el poeta tuviera que enfrentarse de forma obligatoria a sus propios demonios personales y a los que le rodeaban: la industralización, la pérdida de valores de la sociedad moderna, la pena, el abuso, el racismo y la pobreza. Desde la habitación 617 del Furnald Hall contemplaría la calle y viviría el crash de la bolsa del 29, que le llevaría a su vez a contemplar la deshumanización de todo alrededor. 

En las presentaciones del poemario Lorca siempre decía: "Digo Un poeta en Nueva York, cuando debería decir Nueva York en un poeta". ¿Y cómo es introducirse en este momento tan sombrío? Al igual que el trabajo Amarillo de Cavolo nace en un momento de superación de una depresión, Poeta en Nueva York le hace tener que viajar a pasajes oscuros sin siquiera sentirlo plenamente: "Hago un ejercicio enorme, lo veía con la tranquilidad y desde la cima de haber pasado una depresión. Sí que me he permitido jugar a tragarme ese bicho, es un ejercicio de empatía para ver dónde está él, comprender cómo ve las cosas y luego desarrollarlas en la imagen", y posteriormente hacer el ejercicio de sacar esa pena del cuerpo, claro.

Cavolo ya había "enfrentado" a la potencia del poeta en el Romancero Gitano, pero esta vez se va al otro lado del charco con la etapa de su vida más oscura: “Cabe comprender no solo el viaje que hizo o cuando lo hizo sino el momento en el el que se encuentra. Su pareja le deja y su estancia fue espantosa, todo mal”, cuenta Cavolo. Todo ello se ve en el libro con tonos azulados y tristes, que se suman con decenas de ojos por página que lloran la vida del poeta en un lugar en el que lo ve todo más sombrío. Ello le lleva a componer una poesía mucho más narrativa “como una fotografía de todo lo que sucede en el lugar”, y lo usa para hablar de como es él. Lo hace a través de versos tales como: “Del óxido de hierro de los grandes puertos”, o definiéndolo como el lugar que “era la reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz”.

Con todo ello son los animales casi los únicos que dan vida a un relato que va más bien de la muerte: “A veces se me hacía un poco cuesta arriba representar todo lo que contaba Lorca”, confiesa Cavolo, “habla de gente que vomita y orina en la calle, gente que asesina, habla del racismo, del niño que muere de cáncer, la niña que desaparece en el pozo… Parecen más bien portadas de Death Metal”. Para rescatar la inspiración el artista jugaba después a videojuegos, para poder limpiarse un poco de la pena y poder retomar con fuerza.

Los animales en cierto modo hablan de donde viene Lorca, del campo y del contraste con lo urbanita, y por supuesto marca la semilla del artista que en este momento se libera a través de algo vivo entre los poemas. Pero también hay penumbras y pena, el racismo se refleja con una sorte de “ejército” a dos páginas en la que los niños negros observan directamente al lector, en un libro que el propio autor admite que debe tratarse como un manual de consulta, pero que no debe leerse nunca de una sentada.

En la relación con todo esto Cavolo descubre una nueva faceta del poeta totalmente distinta a la del Romancero. En ese caso el trabajo fue “todo disfrute” porque hablaba de cosas un poco más tradicionales, pero… ¿Qué pasa cuando el autor se presenta al surrealismo? “La gracia del surrealismo en la poesía es que no se puede representar, de ninguna manera. Pero si hago un libro ilustrado debo representarlo de alguna manera”, comenta dubitativo, “tienes siempre dos opciones: o perderte en cada uno de los vertientes y detalles de la cabeza de Lorca o absorber lo que ves y vomitarlo de otra manera”. 

De ambas técnicas ha resultado costosa la labor del artista, que incluye elementos de la cultura pop propia como el niño de Akira o a Bambi mientras deja a su vez páginas que se asocian más con lo literal: “Al principio me perdí mucho entre esos vericuetos, pero vi que no lo iba a disfrutar y que estéticamente no me funciona”, de hecho el lector puede encontrarse con dos o tres páginas ejercicios de ese “fallo” que considera Cavolo: “Quise dejarlas ahí mimetizadas con las demás, están ahí como ejemplo para ir aprendiendo, es una huella que queda de mi mismo en el libro”, comenta orgulloso.

Después de todo... tal vez sí que hubieran sido amigos. Ricardo comenta que Federico (tuteándose en este artículo) es su “droga” de inspiración para los proyectos generales de la vida: “Yo desde hace muchos años tengo su poemario en la mesa, porque hay momentos en los que me bloqueo de trabajo y me viene bien”, a veces un café o un paseo le basta, pero otras no y recurre a la poesía: “cuando no lo consigo descifrar cojo el poemario, leo tres o cuatro casas y esas palabras me meten een el mecanismo mental. Por eso digo que es como mi droga, porque es un vehículo de alguna manera, que no es tanto el vehículo en sí sino donde me lleva.. Y cuando estoy ahí ya soy capaz de descifrar lo que necesito”. Tan bonita la declaración que pudiera parecer un poema en sí mismo, el 'metapoema'. 

Al final del libro Lorca concluye su viaje y llega a La Habana… ¿Cómo es la llegada del artista junto al poeta?

-"Emocionante también. Un libro, como cualquier proyecto, se tiene que acabar y en el fondo quieres terminarlo y ver el producto final. Todo el proceso de un libro es como una apuesta que haces de tener fe en que luego quede bien. Al final queda genial y eso significa alegría, y en este caso casa con la de Lorca, que emplea un poema al más puro estilo “de puta madre, se acabó la mierda… ¡a tomar por saco!” [ríe] A mi es lo que más me ha llegado".

Y ahora, la llegada de Lorca en algunos versos: Son de negros en Cuba

Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago,
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano,
iré a Santiago.

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