El terremoto de Nepal de 2015 causó 9.000 muertos, pero un documental sobre el fenómeno se ha centrado más en la experiencia de los turistas que pretendían subir a la cima del Everest ese día. Esto le ha valido críticas a su director, pero independientemente de su decisión sobre dónde poner el foco, ha mostrado a unos turistas que son genuinos imbéciles -uno dice que aunque haya un terremoto quiere subir porque ha pagado- y otros que se dedican a mangar las pertenencias de vecinos cuyo pueblo había sido arrasado por un alud
VALÈNCIA. Nunca me van a convencer. Veo las imágenes del documental de Netflix Réplicas: El terremoto en el Everest y Nepal de escaladores subiendo el Everest con escaleras, poniéndolas como pasarela improvisada en brechas que tienen cientos de metros de profundidad y de mi garganta solo sale ¡hijos de puta! Me pasa lo mismo con los vídeos de los que hacen piruetas sobre rascacielos. Me ponen mal cuerpo. Si la gente lo hace prefiero no enterarme. Si encima pagan decenas de miles de euros, por favor, que se oculte esa información a los niños.
Aunque eso no es lo más lamentable que se ve en el documental Afterschock: Everest and the Nepal Earthquake, titulado en Netflix para el público español Réplicas, una película en la que algunos turistas que acuden a esta montaña quedan a la altura del betún. En primer lugar, un estadounidense que asegura que el viaje le había costado treinta mil dólares y por un terremoto no se iba a quedar sin subir. Idea delirante que adereza explicando que él siempre logra lo que se propone y ese tipo de eslóganes que configuran los peores estereotipos de ese país.
De todos modos, los más patéticos son unos israelíes. Su experiencia es maravillosa. Les pilló el terremoto, sobrevivieron y tomaron la decisión de volver corriendo. Por el camino, pasaron por un pueblo que prácticamente había sido arrasado por completo. Entre las pertenencias de los lugareños, esparcidas por todo el lugar, se encontraron un maletín lleno de billetes y fotografías. Decidieron llevárselo consigo. Al llegar abajo, cuando los locales se dieron cuenta de lo que tenían, se lo pidieron y se negaron a entregarlo. Los naturales del lugar, después de haber perdido a todos sus familiares, incluso tras haber identificado al fallecido propietario original de ese maletín, se pusieron violentos y a punto estuvo el enfrentamiento de acabar mal.
Curiosamente, son los propios turistas los que cuentan su experiencia. Lloriquean un poco, dicen que ojalá no hubiera pasado, pero ahí quedan patentes los hechos. Incluso hoy, los que les arrebataron el maletín con las pertenencias de un vecino siguen indignados y así lo explican ante las cámaras. Lo que es pertinente preguntarse es cómo después de haber protagonizado semejantes hechos, alguien reúne el valor para salir explicándose en un documental que se emitirá en todo el globo terráqueo. Sobre todo sin haber unificado la versión de los hechos, ya que siguen mintiendo ante la cámara y quedan peor todavía.
Este acto de cutrerío indecente se produjo en el marco de unos terremotos que ocasionaron 9.000 víctimas mortales y 600.000 edificios dañados. Era el peor desde 1934. De hecho, las críticas que ha recibido esta serie documental, una producción del Reino Unido, ha sido que se ha centrado más en las historias de los turistas. Para más inri, de estos turistas, que se llevan el mayor protagonismo en toda la serie. Solo se le da un trato similar al propietario de un hotel que vio cómo este se derrumbó con su mujer y sus hijos dentro.
La polémica llegó hasta el director, Olly Lambert, que se justificó diciendo que se podría haber rodado otra película solo con las discusiones que tuvieron para decidir cuánto protagonismo merecían los turistas y cuánto los nepalíes. "Desde el primer día de producción, la pregunta que nos hicimos fue cómo hacer que un desastre ocurrido en el subcontinente indio no se enmarcase como la experiencia de un montón de blancos a los que les salen mal las vacaciones". Como, casualmente, así fue, aunque al final hay unos minutos dedicados a las tareas de salvamento en las ciudades que son muy emocionantes. A un chico le sacan después de tres días en los que había sobrevivido bajo los escombros de un edificio porque tuvo la suerte de tener cerca de la mano un bote de mantequilla.
Por lo visto, las muertes en el Campamento Base de 22 personas que se disponían a escalar la montaña ya habían copado en su momento el 50% de los titulares a pesar de los miles de muertos nepalíes. El equipo de producción era consciente. Dice el director que "como cineastas, no queríamos caer en la misma trampa", pero también sabía que lo que fascinaría al público sería todo lo que rodeaba al ascenso del Everest. Tardaron dos años en decidirse por dónde tirar. Lo cierto es que de donde había más vídeos caseros del día del terremoto era de donde estaban los turistas.
La verdad es que el documental podría estar mejor segmentado. De esta manera, se podría haber contado la tragedia nepalí como es debido y luego ceder su lugar a los turistas, que no solo tenían las mejores imágenes, sino que se encontraron con la tragedia cuando estaban viviendo su experiencia, o como quieran llamarlo.
Lo que no haremos será mentir. La parte de los turistas es genial. Seguramente será lo que nunca olvide de Aftershock. El estadounidense que dice que él quiere subir a la cima aunque haya un terremoto porque ha pagado y si ha pagado ahí tiene que ser lo que él diga, es un personaje épico. Un genuino imbécil. Así como la chica que le acompañaba, que reconoce que lo que le obsesionaba era no mostrar debilidad ante su amigo. Esta gente ¿para qué sale de casa?
Los israelíes que mangan lo que pillan aprovechando la coyuntura podrían pasar por jóvenes turistas descerebrados como hay miles por todo el orbe. La conclusión observando el comportamiento de estos ejemplos es hasta qué punto está envilecido el turismo por el dinero y por el poco respeto a los lugares debido a, como muy bien explica el gringo, la mentalidad de que como has pagado, ahí mandas tú.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas