VALÈNCIA. A Phil Manzanera le decían cada tanto que estaría bien que dejara escritas todas las historias que ha vivido, que no son pocas. Escribirlas en lugar de contarlas para que no se las lleve el viento del olvido. La pandemia le dio la oportunidad de ponerse a ello. Manzanera fue miembro de Roxy Music, ha tenido grupos propios y ha grabado en solitario. Entre sus colaboradores se encuentran David Gilmour, John Cale, Pretenders, Robert Wyatt, Godley & Creme o Tim Finn, hermano de Neil Finn, de Crowded House, al que conoció cuando trabajó en uno de los discos de Split Enz, la banda que los hermanos tenían a mediados de los setenta. En España también jugó un papel importante, firmando producciones para Luz Casal, Héroes del Silencio, Gabinete Caligari o Antonio Vega. De la revolución a Roxy es el título de ese esperado compendio de recuerdos convertido en libro de memorias, que la editorial valenciana Efe Eme acaba de publicar, adelantándose a la edición inglesa del libro.
No tiene nada de raro que esto sea así. El castellano es la segunda lengua del músico. Manzanera nació en Inglaterra pero su madre era colombiana. Conoció a su padre cuando este desempañaba su trabajo como técnico de la compañía aérea pública británica BOAC. La compañía lo destinó para que desarrollara itinerarios en países de Latinoamérica. Durante sus primeros años de infancia, Manzanera vivió en Londres, en el barrio de Clapham, pero unos años después volvieron a ser una familia nómada que pasaba largas temporadas en una ciudad para luego acabar trasladándose a otra. Su madre le enseñó a hablar español y con ella aprendió también a tocar la guitarra, escuchando temas tradicionales del cancionero latino. Manzanera cuenta todo esto con un ritmo ágil. No se enreda en las típicas disquisiciones que suelen lastrar los libros de este tipo. Las estrellas de rock tienden a creer que todo lo que tiene que decir es interesante. Y sus seguidores tienden a convencerse a sí mismos de que así es. De la revolución a Roxy no sufre de ese tipo de lastres. Ofrece una lectura amena. Tampoco contiene ajustes de cuentas ni ejercicios de autocompasión. La parte en la que el narrador explica la vida con su familia durante su infancia es emotiva sin recurrir al artificio. Y sus cuitas con Bryan Ferry las resuelve con bastante elegancia.
La familia de Manzanera vivió en la Cuba inmediatamente anterior a la revolución castrista. Episodios que el músico compara a escenas sacadas de Mad Men. Su padre ya había vivido la caída del peronismo y un golpe de estado en Paraguay. Después de dar varios tumbos más, Phil volvió a Londres para estudiar. Ya había descubierto a Chuck Berry y ahora iba a experimentar el cortocircuito de los Beatles. Manzanera comenta que cuando abandonó su vida en las ciudades latinoamericanas para volver a Inglaterra fue como pasar del color al blanco y negro. No obstante, la influencia latina siempre pervivió en él y, de una manera u otra, fue abriéndose paso en su música. Costó que pudiera desarrollarse porque en aquellos tiempos, las referencias que los anglosajones tenían de la música latina no eran muy benevolentes. El rock, hasta la aparición de Santana, no parecía muy interesado en aceptarlas. Así que Manzanera, que ya había decidido que quería tocar la guitarra eléctrica, le dijo a su madre que él lo que quería era tocar rock. Ella le miró con cara de extrañeza y le preguntó: ¿”Y eso qué es?”
En aquellos días de mediados de los sesenta, algunos de sus primeros cómplices en esto de hacer música fueron Syd Barrett y, sobre todo, Dave Gilmour, que se convertiría en un buen consejero y un amigo con el que ha mantenido los vínculos. También conoció al batería Rbert Wyatt y al músico Bill MacCormick, con el que planeaba montar su primera banda. Pero los planes se fueron al trate cuando Wyatt lo llamó para que se uniera a su grupo Matching Mole. Las cosas a veces suceden por algún motivo, porque gracias a ese parón forzoso, Manzanera contestó a un anuncio en la prensa. Una banda llamada simplemente Roxy buscaba un guitarrista. Al final no fue el elegido, pero, una vez más, el destino parecía empeñado a llevarle a trabajar con aquella banda compuesta por músicos formados en escuelas de arte. Bryan Ferry, Brian Eno y Andy MacKay terminaron recurriendo a él cuando descubrieron que el instrumentista que habían elegido en su lugar, era insoportable. A principios de 1972, Phil Manzanera pasó a ser miembro oficial de Roxy Music.
Aquella fue una experiencia reveladora que Manzanera cuenta sin enredarse demasiado en detalles. Desde el principio conectó muy bien con Eno, pero las tensiones entre este y Ferry no tardaron en hacerse manifiestas. Según el guitarra, el poder de seducción de Eno, que físicamente era mucho menos agraciado que el guapo Bryan Ferry, no es una leyenda sino una realidad. Con The Velvet Underground entre sus referencias principales, la cultura pop americana que Ferry admiraba y una necesidad irrefrenable de crear una música que resultara nueva, Roxy Music irrumpió en la actualidad musical británica con un primer álbum que jugaba al juego según sus propias reglas. Y eso empezaba por la propia portada del disco, dominada por la imagen de la modelo Kari-Ann Muller, ataviada como una pin up de los cincuenta. Ese glamour era afín a las canciones de Roxy Music y Manzanera contribuyó a darle forma. Durante esa primera etapa, con su top de músicos de boleros y sus gafas cubiertas de decenas de pequeños falsos diamantes que le daban un aspecto extraterrestre, Manzanera hizo realidad su sueño. No tardaría en darse cuenta de que Ferry era muy suyo y de que mantener el equilibrio en Roxy Music no iba a ser fácil. Pero para saber bien lo que ocurrió después es imprescindible leerse este recomendabilísimo libro.