La serie documental del canal Arte "La respuesta a casi todo" se preguntó hace un par de semanas por la guerra. Es un hecho que la utopía de la paz mundial que se creía posible en los años 90 no ha hecho más que esfumarse. La democracia iba a ser la solución a todos los males, estaba demostrado que las democracias no generan guerras entre sí, dicen los expertos, pero de forma inesperada estas han empezado a menguar y las que quedan, pierden calidad
VALÈNCIA. Parece que Aldous Huxley dijo que la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia. En la serie del canal Arte La respuesta a casi todo también se lo han preguntado. El último capítulo se titula ¿Por qué no podemos vivir en paz? y analiza algo tan sencillo y tan complicado como la razón de ser de las guerras.
Por norma general y en teoría, todos los actores pierden en una, pero no paran de sucederse conflictos. En Europa, que se la toma como medida de todas las cosas, las guerras de los Balcanes en los 90 se entendieron como una anomalía. Algo impropio después de las lecciones de la II Guerra Mundial. Ahora, con Ucrania, sucede lo mismo. Aunque basta mirar con atención la letra pequeña para entender que en Europa, por muy buen concepto que tengamos de nosotros mismos, los conflictos han sido continuos desde el final de la II Guerra Mundial aunque pueda parecer lo contrario.
Independientemente de eso, personalmente creo que lo que entendemos por cultura en términos generales es un fracaso. La serie de actividades denominadas cultura en no pocas ocasiones no dejan de ser más que supersticiones perfectamente homologables a las procesiones de Semana Santa. Es muy fácil que eso llamado cultura se convierta en munición. Es, de hecho, a lo que se dedica mucha gente con formación. A utilizar instrumentalmente sus conocimientos para obtener sus objetivos independientemente de a quién tenga que pasar por encima. En los últimos años, de gran convulsión política y efervescencia ideológica, yo me he quedado con este fenómeno.
En el episodio de esta serie documental subrayan el papel de la democracia como sistema de paz. Las democracias no van a la guerra entre ellas, remarcan, y se creía que al extenderse este sistema por el mundo se llegaría a la paz en el planeta. Era, de hecho, una profecía de Kant. Sin embargo, en los últimos años no solo ha ido descendiendo el número de democracias, sino también la calidad de las que persisten.
En el canal Arte no se andan con esoterismos, como notamos la última vez en su documental ¿Nos estamos volviendo más tontos? que en cierto sentido podría estar relacionado con este, las conclusiones son contundentes. Se puede dudar o matizar lo que dicen, pero son valientes a la hora de opinar sin ambigüedad. En este caso, el sueco Havard Hegre, de la Universidad de Uppsala, dice que introducir la democracia a la fuerza nunca ha funcionado. El caso de Iraq de 2003 sería un ejemplo paradigmático. Al igual que Afganistán. Por su parte, Urusula Schröder explica que la degradación de las democracias existentes tiene un origen inequívoco: la falta de participación.
Ahora, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid están temblando ante la reforma "profunda" y "severa" de la Sanidad que ha anunciado Isabel Ayuso. Sin embargo, este problema, el desmantelamiento de un servicio que es un derecho, empezó en 2003. Cuando en 2005 fueron flagrantes las mentiras y los intentos de concederle el protagonismo a la Sanidad privada no era un tema interesante. Tampoco lo fue en la década de los 10, cuando mucha gente llegó a perder la tarjeta sanitaria por llevar en el paro demasiado tiempo. En este punto, un par de generaciones descubrieron que la Sanidad pública no había llegado sola a España, que hubo que conquistarla y que, por el mismo procedimiento, se podía perder. Ahora ya es tarde. No solo en la Comunidad de Madrid, en muchos más sitios, el derecho a la salud como se concibió cuando se puso en marcha el SNS ya es un derecho muy relativo. No obstante, no ha habido nunca una implicación ciudadana y participación activa en estas cuestiones. Es la cruda realidad. Tan contundente como el resultado del pasotismo con la cuestión.
Con estas premisas, el documental advierte que las democracias se resienten de la abundancia de conflictos y se debilitan, pero la doctora Schröder insiste en que la utopía de la paz mundial sigue siendo posible y que se puede conseguir derribar a los tiranos y autócratas que dan tanto mal. Un camino largo, pero en el que hay que tener algo claro "ni la guerra ni la paz son inevitables".
Por complementar con una lectura, me gustó mucho cuando Margaret Macmillan en su La guerra: cómo nos han marcado los conflictos, señala que las sociedades occidentales tienen una actitud curiosa, aunque podríamos decir también neurótica, hacia la guerra. Es lo peor, pero estamos rodeados continuamente de relatos, series, películas, homenajes y días festivos relacionados con incidentes bélicos.
De hecho, ella misma aboga por conocer la guerra, sobre todo sus causas, ahora que el desarrollo tecnológico nos lleva a una era desconocida en la evolución del armamento. Se refiere, efectivamente, a los robots asesinos pero su solución es vieja. Hace falta leer.
Se pueden ponderar todos los factores aparentes, pero cualquier obstáculo o cambio repentino de dirección, cualquier error del jinete o de un director ejecutivo, fallo inesperado o reacción imprevista por parte del público o de los mercados puede producir resultados sorprendentes. Las predicciones de guerra del pasado ofrecen una rica y variada historia de errores humanos.
En este punto podemos volver al principio. Por fácil y bonita que parezca la solución, en la Historia también nos encontramos una batalla enconada por los llamados "relatos", igual de sucia e impropia de muchos académicos como la propia guerra.
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