Su manager siempre llevaba un maletín con dinero en efectivo para sacarles de la cárcel y pagar los desperfectos en los hoteles. Fueron uno de los grupos paradigmáticos de los 70 y de todos los excesos de la época. Empezando por el consumo de pegamento cuando eran niños a la cocaína y el alcohol en las giras a la hora del éxito. El estereotipo los situaba con los sectores conservadores del sur de Estados Unidos, pero ellos eran hippies que recibieron buenas palizas por llevar el pelo largo
VALÈNCIA. En pocos lugares como en España se puede entender el enfado que sintieron Lynyrd Skynyrd cuando escucharon canciones de Neil Young como Southern man o Alabama. El canadiense quería protestar contra algo aborrecible, pero caía en la mayor muestra de pobreza humana y cultural que puede tener alguien al señalar el origen geográfico como problema. Esto es muy habitual y, casualmente, tiene la costumbre de repetirse siempre en la misma dirección, de norte a sur.
No solo en Estados Unidos o en España, en otros puntos de Europa es similar, ya sea Italia o Balcanes. Lo que salva a Neil Young es que en su biografía Waging Heavy Peace, de 2012, dijo en referencia a estos errores: "No me gustan mis palabras cuando las escucho hoy. Son condescendientes, no eran muy meditadas y son demasiado fáciles de malinterpretar". Neil Young es alguien con dignidad, pero a mí me cuesta pensar que la gente que conozco que esboza media sonrisa con el origen de otras personas vayan a reconsiderar su postura si no es para endurecerla y abrazar más el fascismo.
En el tema que nos ocupa, la respuesta de Lynyrd Skynyrd a Young fueron las canciones Simple Man, una maravilla, y Sweet Home Alabama, un clásico que ha tenido la muerte de los hits. Cuesta escucharla y valorarla en todo su esplendor por la sobreexposición que ha tenido, paradójicamente, por lo buena que es. Del mismo modo, la discográfica que estaba definiendo el producto, MCA, también aprovechó el éxito y la polémica para asociar la bandera sureña a la imagen del grupo. Ahora, con las discusiones que ha desatado ese símbolo, que se ha llegado a retirar de lugares públicos, podría dar una imagen contraria de lo que era ese grupo. De hecho, ellos mismos, o sus descendientes, han hecho amagos de retirarla, porque representaron todo lo contrario que se asocia al emblema confederado.
Lo expone muy bien el documental If I Leave Here Tomorrow: A Film About Lynyrd Skynyrd, dirigido por Stephen Kijak en 2018. No solo es que ellos no fueran lo que representaba el estereotipo negativo, es que fueron hippies en una región donde efectivamente abundaba gente de mentalidad conservadora deseosa de partirles la cara por llevar el pelo largo y, por si fuera poco, también había bases de marines que, como cuenta el documental, si no encontraban sexo, buscaban pelea. Por A o por B, ellos siempre recibían.
Un detalle de esa atmósfera lo da el hecho de que escribir poemas podría ser un motivo para pegarte. El futuro cantante del grupo, Ronnie Van Zant, era aficionado a los versos, aunque los escribía sorbe deportes y luego los escondía. Es más, el propio nombre del grupo es un homenaje a un profesor, Leonard Skinner, que les obligó a cortarse el pelo en el instituto. Artimus Pyle, el batería original, cuenta en esta entrevista que siempre ha sido un hippie de izquierdas, era vegetariano incluso y que en su casa jamás ha entrado un arma. Cada miembro tendría su forma de pensar, explica, pero si contra algo se rebelaron era contra el autoritarismo.
En los vídeos que salen de las casas donde vivían, no cabe lugar a dudas. Eran proletariado puro. Muchos de estos hogares estaban destartalados, el trabajo escaseaba, el alcohol era abundante y a ningún chaval se le exigía que completase su educación. De Allen Collins, guitarrista, se cuenta que esnifaba tanto pegamento que "con su aliento se podía montar la maqueta de un avión". Sin embargo, de alguna manera, nadando contracorriente, los chicos siguieron con sus melenas, sus instrumentos y sus poesías. Bromeaban con que les gustaría ir a la cárcel para poder tocar la guitarra las 24 horas sin tener otras obligaciones. Su local de ensayo era una cabaña en ruinas en mitad de un área pantanosa en la que había caimanes. Ahí surgió la chispa.
Fueron sistemáticamente rechazados por las discográficas. Incluso presentándoles canciones que luego llegaron a ser clásicos imprescindibles de la historia del rock, como Free Bird, no les querían. Tuvo que ser Al Kooper, huyendo de la condescendencia de la escena de Los Angeles, el que los viera tocar en un bar de mala muerte. Grabaron con él en el estudio sus mejores trabajos, pero los críos le impusieron su voluntad. Simple Man, por ejemplo, no le gustaba y ellos le sacaron del estudio, le metieron en un coche y la acabaron sin él. Tenían determinación.
Una gira de teloneros de The Who les catapultó al éxito, además de los solos de Free Bird, que no eran tan habituales como pueda parecer en esa época. En los 70 fueron de los que generaban batallitas sin freno. La cocaína, el alcohol y la edad obligaron a que su manager fuera siempre con un maletín con 25.000 dólares en efectivo para sacar a miembros del grupo de la cárcel o reparar daños en hoteles.
Como es ampliamente conocido, la carrera del grupo se vio truncada por un accidente de aviación. En el documental es impresionante el hallazgo. Acuden a la zona donde se produjo el impacto y todavía hay restos del fuselaje. Su avión estaba dando problemas, un motor sonaba demasiado alto, y ya había miembros de la expedición que no querían subirse a él durante la gira. Quedaron en revisarlo, pero en el penúltimo vuelo, falló. Los pilotos intentaron un aterrizaje de emergencia en un bosque con un resultado fatal. Murieron Ronnie, Steve Gaines y su hermana, Cassie, corista, el manager Dean Kilpatrick y los dos pilotos. El resto, si no hubiese sido por la población local que se adentró en el bosque, un grupo de campesinos, no hubiese sobrevivido. En una entrevista con un testigo del rescate, se comenta el orgullo de esa gente que sabe que si no se hubiese esforzado en sacarles de ahí, la nueva andadura del grupo que se inició en los años 80 no hubiera sido posible.
"No hubo pánico, todos sabían que iban a acabar mal, pero rezaban para sus adentros", recuerda Pyle en el documental sin poder contener las lágrimas, cuando rememora aquel último viaje en el avión. Sin duda, un grupo de fuerte personalidad, la que se adquiere cuando solo conoces la adversidad desde niño.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas