Cuando tenga Ud. unos minutos para leer este artículo igual ha pasado ya el 28M, el domingo del calendario marcado como el día en que nos llaman a elegir representantes y gobierno en los ayuntamientos de toda España y, en nuestro caso, diputados autonómicos en Corts y el próximo Molt Honorable President de la Generalitat. Aunque quizá le haya pillado su lectura aún en vísperas del día D…
En cualquier caso, no pretendo pedir su voto, aunque fuera esperable por otra parte por mi condición de diputado nacional de un determinado partido y como candidato que cierra lista en la de mi ciudad, Orihuela. No al menos de manera explícita, que no me cedieron este espacio para ello. Aunque confesaré que jamás reprocharía tal favor. Muy al contrario, mi sincero agradecimiento si fuera el caso.
Pero sí me permitiré al menos dar mi impresión de lo que es posible que acontezca en esta cita electoral, así como hacer una reflexión, personal por supuesto, de lo que debería significar para el ciudadano llamado a votar.
Si las encuestas no se equivocan, y es difícil que lo hagan cuando las mismas se han convertido en los últimos años más en una herramienta para dirigir el voto que en una perspectiva fiable de la opinión de los electores, estas elecciones servirán más como un plebiscito y como antesala de las generales previstas para finales de este mismo año. Porque parece que a nadie le importa en este momento que estemos eligiendo no otra cosa que concejales para gestionar nuestros ayuntamientos y diputados autonómicos para legislar y conformar mayorías de gobierno, y no en todas las CCAA españolas, sino solo en doce -más Ceuta y Melilla- de las diecisiete, en todas menos en Galicia, Andalucía, País Vasco, Cataluña y Castilla y León.
Sin embargo, llevamos meses esperando a este día enzarzados en un debate sobre quien precisamente no se presenta a las elecciones: Pedro Sánchez. Porque ese es el planteamiento, decidir si Sánchez sí o Sánchez no. Con todos sus aderezos: Bildu, indultos, Franco y el solo sí es sí. Y ello pese a que lo que toca ahora, sin embargo, es decidir entre Fulano o Mengana, y valorar su capacidad para gestionar lo que nos es más cercano: las aceras, las farolas, los impuestos de nuestras casas, la limpieza de las calles, la disponibilidad de zonas verdes, tener más instalaciones deportivas, o el aparcamiento del coche en el centro, por ejemplo. Como igualmente se nos pide decidir sobre el modelo educativo de nuestros hijos, los servicios sociales que prestamos a quienes los necesitan, o sobre la gestión de la sanidad pública, entre otras cuestiones concretas.
Ojalá fuéramos por eso capaces de identificar perfectamente para qué nos llaman este 28 de mayo a las urnas y quiénes son realmente los candidatos que nos presentan sus propuestas. Ojalá fuéramos capaces de abstraernos del debate que llegará a final de año, cuando hayamos de renovar y elegir unas Cortes Generales que a su vez designen con su mayoría a un Presidente del Gobierno.
La verdadera, y más necesaria, cultura política que debiéramos tener y poner en práctica ahora pasa precisamente por ahí: identificar qué y para qué votamos en cada momento, porque por ahí empieza la libertad del elector en democracia, por la información correcta.
Puede que no soporte Ud. a Sánchez, algo absolutamente legítimo y hasta comprensible, pero el candidato socialista en su municipio igual resulta ser el más solvente. O hasta puede que idolatre Ud. a Sánchez, pero le hayan colocado a un auténtico zote invotable en el cartel socialista de alcaldable de su ciudad.
Y hasta es posible que sea Ud. capaz de ver que lo que menos importa a la hora de elegir un buen alcalde es el color de su carnet político, así como que ni los lemas muy tradicionales y patrióticos ni muy pretendidamente progresistas nos van a solucionar los problemas del día a día. Para eso habrá tiempo en cuestión de unos meses. Y nada de lo votado ahora tiene por qué condicionar lo que se vote en ese momento.
Ojalá por eso un votante en esta ocasión, sobre todo en las locales, que pueda pararse un minuto antes de ejercer su derecho en la urna de su colegio electoral, que conozca realmente a los varios candidatos que se presentan en su municipio y que los juzgue y decida por lo que sabe de ellos y de sus propuestas, de su historial personal y político, que, al fin y al cabo, es su vecino. Y que vote así con la misma convicción que lo haría para elegir al presidente de su comunidad del edificio, al de su asociación profesional o de fiestas, o al de su club deportivo: por lo que sabe que vale como gestor y por su trayectoria como persona, y no por su adscripción ideológica.
Ojalá…