El artista mexicano Andrew Roberts “viaja” de la bienal de la Whitney de Nueva York a una inauguración simultánea en València y Barcelona con Necromancer. Expone la muestra en House of Chappaz donde, con toques de magia, analiza la historia del poscolonialismo y la lucha por las materias primas y los elementos en lo ancho y largo del globo
VALÈNCIA. Desde que nació House of Chappaz hasta la actualidad muchas cosas han cambiado, el mundo que nos rodea no es el mismo tras la pandemia pero para Ismael Chappaz, director de la galería, cabe siempre recordar y reivindicar los mismos motivos: reivindicación queer, comprender la nostalgia, poner en el punto de miro cuestiones de raza y género, y ante todo hablar de una revolución política: “Es totalmente una parte clave del statement de la galería, con todo lo que tiene que ver con las estéticas de la modernidad, lo queer, lo decolonial y todo lo que entra dentro de ello”, asegura el galerista.
Es por ello que su enlace directo con la obra del mexicano Andrew Roberts anexiona todo esto gracias a Necromancer, que da forma al concepto de la lucha poscolonial por las materias dentro de un universo inventado en el que los humanos tendrían que manejarse a través de una “estrategia” digna de videojuego. Tal y como lo contempla Roberts el mundo de ahora se rige mucho por todos esos elementos no renovables que va empleando el jugador (el ser humano) en su día a día. Estos pueden ser tanto petróleo como los materiales que se ven en una tablet o la base gráfica de un ordenador. En el texto de la sala, compuesto por Víctor G. García Castañeda, se describe esta idea a lo largo de la muestra como un paralelismo en el que se ve como la Tierra “produce distintos tipos de mana (recursos no renovables) que son usados para costear las acciones del jugador”. Es por ello que House of Chappaz se llena de libros, gemas y monstruos para hablar de este tipo de historia poshumana, que a su vez habla de razas, clases, habilidades y herramientas.
Fotos: NACHO LÓPEZ ORTIZ
Desde la galería resulta realmente clave que la lucha que se exhibe se cuente en primera persona, es por ello que Chappaz nombra a Andrew como la clara representación de lo que es la galería “desde la estética y el concepto hasta la declaración de intereses absolutamente política”. Su trabajo se centra en una historia poscolonialista en la que el norte y el sur del planeta luchan por los recursos y abusan de ellos. Lo que busca Roberts a través de la obra no es acabar con ello, sino generar ese diálogo con los visitantes que se enfrentan a su universo: “Me gusta producir sin verdaderamente preocuparme por la incidencia política de los objetos aunque sean muy críticos, y estén realizados a partir de una observación de mi entorno. Creo en el arte como la forma de entablar diálogos con la gente que me rodea”.
Y para eso se habla de la magia y la tecnología como esos factores que parece imposible trasladar al plano terrenal pero que nos rdoean. La estética de las cartas Magic y de juegos como el Warhammer y los de rol defienden un relato global de lucha, en el que todos estamos inmersos. Ismael considera que cabe rescatar este tipo de estéticas para establecer este diálogo y a su ve para “legitimarlas” a través del arte: “Hay que legitimar a través del arte contemporáneo todo lo que tiene que ver con videojuegos y con su universo. Muchas veces se acaba considerando como un arte de segundas y para nada es así. Utilizar ese tipo de estéticas dentro del arte contemporáneo establecido rompes con una parte del sistema, eso es gran parte lo que me interesa”. Y ayuda a Roberts a trasladar la magia y la tecnología a un mundo en el que realmente conviven, para hacer el paralelismo con el planeta en el que vivimos.
Para Chappaz [galería y galerista] el arte en sí ya es un propio acto político y es su deber agitar conciencias de aquellos que abren las puertas de la sala y contemplan las obras. El match nace entre la galería y el artista al ver que este expresa su queja en la que es su primera exposición individual en la sala valenciana. Roberts viene directo de Nueva York, donde hace poco pudo exponer en la bienal del Whitney Museum, recibiendo una crítica muy positiva, sobre un tema que a la vez le provocaba una inquietud grave, "cómo las imágenes ya no solo representan el mundo, sino que son un agente activo en este".
Empleando estas imágenes intenta desmantelar sus propias ideas, y en la muestra habla sobre el poscolonialismo, ante todo: “Aunque la raza y lo queer estén en parte en el poscolonialismo en realidad aquí hablo sobre como el norte extrae recursos del sur global, como África y Asia. Cada uno tiene sus visiones pero aquí a mi me gusta hablar de la perpetuación del poscolonialismo y de situaciones que hablan de la explotación de personas que están en países en desarrollo y subcolonizados”. Roberts responde aquí a una inspiración muy clave: como las empresas del norte global explotan los recursos del sur global, y lo pone en evidencia “pensando en la digitalidad”: “Parece muchas veces que existe como por arte de magia", explica
Su investigación parte del libro de The Magic goes Away, de Larry Niven. El libro lo publica en el 76 y se acompaña de un ensayo que habla de cómo la magia es una especie de recurso hacia los no-renovables. El trabajo del artista es que esa premisa se puede seguir aplicando a día de hoy, a través de los nuevos materiales. Volviendo a las palabras de Castañeda en el texto de sala, que habla de los recursos no renovables (llamados mana por Larry Niven) y los muestra como causa directa del consumo masivo: “Libros, espadas, amuletos y demás artefactos habitan en el espacio liminal donde magia y tecnología se traslapan, pero cuyos poderes tienen siempre como consecuencia transformar la tierra en el mayor cadáver del mundo”.