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SILLÓN OREJERO

'Mujeres raras', de Nazario: joyas de un cómic underground a base de porno punk

Lógicamente, no eran afines a las autoridades, pero tampoco a los de la chaqueta de pana que las combatieron. No eran equidistantes, ni mucho menos, en la disputa que hubo en España a finales de los 70 y principios de los 80, pero su motivación era la transgresión. Despertar emociones no siempre plácidas y agradables. Nazario fue su máximo exponente y en esta obra convertía cuentos clásicos o tebeos destinados a las chicas en verdaderas barrabasadas de un humor corrosivo

14/03/2022 - 

VALÈNCIA. Es muy pertinente en este momento lo que declaró Nazario a El País en 1989 cuando publicó Mujeres Raras: "Algunos de mis álbumes se venden en sex-shops, mientras la violencia se ve cada día en el telediario, cuando es lo segundo lo único pernicioso". Su obra fue incluida por el departamento de Sanidad y Seguridad Social del Estado del Sarre, en la RFA, entre el índice de libros "perjudiciales" para los jóvenes. Hoy, el patriarca de la iglesia rusa ha declarado que la invasión de Ucrania es "correcta" porque es una guerra contra "el lobby gay". Autoridad y libertad sexual siempre han sido antagonistas, pero se ha perseguido más el sexo que el autoritarismo, por desgracia. 

Por eso sigue siendo un soplo de aire fresco echarse al gaznate un tebeo como Mujeres raras de Nazario, ahora reeditado como Nuevas mujeres raras por La Cúpula. Estas páginas en su día se publicaron en blanco y negro y se colorearon posteriormente. La edición, en tapa dura y 25x33 centímetros, es el formato en el que hay que tener la obra de Nazario, en el de los grandes artistas. 

Cuenta el autor que desde pequeño sentía un interés morboso por los tebeos "para niñas". Concretamente, de la colección Azucena. Al Nazario dibujante después le gustaba recordarlas, adoptar sus estructuras narrativas, pero con un toque perverso marca de la casa. Lo curioso es que no era extraño encontrarse en la sección de cartas de El Víbora de la primera época misivas que le rogaban a este dibujante que, por favor, dedicara su talento a retratar también mujeres. Cuando hablamos con él hace unos años para la reedición de Anarcoma, igual de imponente que esta, su respuesta al respecto fue lapidaria: "para el que no le gusten las pollas, tres serán demasiadas, pero para el que le gustan, nunca son bastantes". 

Sin embargo, este humor iba más allá de lo que puede suponer la generosa presencia de genitales masculinos. En la historieta La princesa que perdió el pie de su zapatilla hay incesto frisando con pederastia. Con todo lo que llevamos encima de barbaridades difundidas con megáfono en la sección de sucesos de las televisiones, este humor da reparo. Los años nos han llevado a sentir cierta culpabilidad con estas cafradas, pero hasta en el trazo y los rasgos de los personajes que dibujaba Nazario y por los que se filtraba o reflejaba su personalidad o estado de ánimo en ese momento, lo que hay es inocencia y buen humor. Bromeaba con la candidez de un niño que hacía ni más ni menos lo que estaba haciendo: adulterar los cuentos clásicos para convertirlos en barbaridades. Una travesura. 

Para cogerle el pulso a la época en la que esto era posible, no hay más que pasar las páginas. Pierna de cordero a la sepulvedana es mi historia favorita de esta recopilación. Tal y como lo explica su autor va de "dos mariquitas modernas de los 80 se han citado con dos jóvenes para comer y luego retozar con ellos". Al más puro estilo Taniguchi y su gourmet solitario, lo que se producía era una no cita. Es decir, los dos maromos no aparecían y Nazario se deleitaba contando cómo se preparaba la cena. Se trata tan solo de conversaciones ordinarias mientras se cocina la comida, una escena cotidiana y realista, con un dibujo que cuida todos los detalles, y que es una verdadera joya. 

Otro de los capítulos más sorprendentes es la fotonovela La caperucita encantada en el bosque rojo. En sus memorias La vida cotidiana del dibujante underground (Anagrama, 2016) Nazario cuenta que esta se le ocurrió en el contexto de sus idas y venidas a Sevilla desde Barcelona cuando se quedaba sin dinero. Lo hacía para encerrarse en casa de un amigo en La Antilla. Se concienciaba, llevaba una vida monacal y acababa su trabajo. Ahí surgían también múltiples ideas para nuevos guiones y una fue la de una fotonovela con "príncipes, bellas durmientes, caperucitas barbudas, guerreros enmascarados, violadores y gran cantidad de mujeres". 

Cuando se lo comentó al gran editor de aquellos años locos, Berenguer, le gustó la idea y la encontró divertida. Reunió a toda la plantilla de dibujantes y fotógrafos en la Floresta y Nazario sacó del armario un vestido de Salomé, con el que le habían metido en la cárcel cuando fue a parar a prisión junto a Ocaña, y otro blanco de volantes, además de mucho maquillaje. 

El resultado es una Caperucita con barba que intenta caminar por los senderos, pero que le es imposible. Es violada a cada paso. En esto que se encuentra a la Bella durmiente junto a su Príncipe Azul, y lo que hace Caperucita es intentar acostarse con él porque por fin da con un hombre delicado y romántico. En el lance, es sorprendida por las Vaginas Enmascaradas, que querrán hacer lo mismo que los machos del camino: violarla. ¿Y quién puede salvarla en esa situación? Pues la Virgen del Rocío que se aparece en ese instante. La trama sigue, todavía más delirante, hasta que a quien atrapan las Vaginas Enmascaradas es al Príncipe Azul. 

Qué decir. Hay más que una explosión de imaginación, es un momento y una época. Lo que transmiten todos los que posaron es diversión. Algo que no sabían dónde encajar, por supuesto, las autoridades, que entonces muchas seguían siendo fascistas o propias de la dictadura, pero tampoco los que venían de la oposición al franquismo o de la era hippy. Esto ahora era punk, era otra cosa, y de alguna manera logró trascender. No cabe duda de que, si echamos la vista atrás, nos identificamos más con la forma de pensar y el humor de esta troupe que con el de otros personajes más dominantes o célebres entonces, sin embargo, los Nazarios y compañía eran los marginales. 

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