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El músico ha vuelto tras anunciar su retirada hace 10 años

Miguel Ríos: "Me confieso adicto al aplauso, recaí"

11/06/2022 - 

CASTELLÓ. Son tantas las cosas que pueden suceder durante doce años que a Miguel Ríos le ha dado tiempo de retirarse de los escenarios, pero también de volver. Pensaba el músico granadino que podría sobrevivir sin conciertos, giras ni nuevas canciones. Pero una década después de despedirse en Bye Bye Ríos el pasado año regresó a por más. "Me confieso adicto al aplauso, recaí", dice en una entrevista con este diario. 

'El blues de la tercera edad' fue la canción que abrió la nueva etapa del rockero, ahora con canciones en acústico y fusionadas con otros géneros. Además, no está solo. En Un largo tiempoel artista se acompaña por primera vez de una agrupación: The Black Betty Trío. Juntos han iniciado una gira por toda España que pasará por Peñíscola el próximo 24 de junio. Pero no es su única fecha por tierras valencianas: el 8 de julio visitará Elche y el 23 de julio irá a Alzira. Unos directos en los que, tras sesenta años de oficio, está redescubriéndose como músico. Así lo cuenta a Castellón Plaza.

-Lleva ya bastantes conciertos en acústico como parte de su gira 'Un largo tiempo'. ¿Lo está disfrutando o echa de menos esos directos más rockeros?
-Llevo un año con este formato y es muy placentero para mí. Después de sesenta años girando con todo tipo de experimentos que admite la fusión rockera, me topo con las raíces del género haciendo una gira acústica donde prima la inspiración del blues, el country, y en la que mis éxitos de siempre suenan electrizantes, como se definió en la crítica del concierto en un periódico catalán. Pero si tenía mono de batería, en la celebración del 40 aniversario del Rock&Ríos, el pasado mes de marzo, lo sacié por partida doble.

-¿Cuál fue el detonante de su regreso?
-Me despedí con el 'Bye, Bye Ríos', un tema compuesto al alimón con el gran Luis Prado, y de regreso lo convertimos en el 'Hola Ríos, Hello'. Con las dos se contesta tu pregunta. Pero, básicamente, le debo mi vuelta a la llamada de mis compañeros de El gusto es nuestro en 2016 para hacer la gira del 20 aniversario. A esa oferta irrechazable, le siguió otra muy tentadora, el Symphonic Ríos, después, apunto de la pandemia, llegaron la nuevas canciones. Y yo, que me confieso adicto al aplauso, recaí.

-¿Podría haber hecho Miguel Ríos un disco como este si no se hubiera dado un descanso?
-Bueno, una de las razones de la truncada despedida fue la falta de temas nuevos y de un punto de agotamiento creativo. Llevo más de una década colaborando con el guitarrista y productor Jose Nortes, y empezamos a trabajar en el nuevo material en la gira sinfónica del 18. Seguro que viajar con más de 50 músicos, entre rockeros y sinfónicos, nos hizo rescatar una experiencia que tuvimos en 2014, actuando en trío para Un juguete una ilusión de RNE. El nuevo material nos llevaba a un sonido más americano y a unas historias más personales.

-Las letras hablan de usted, de esta nueva etapa, pero tampoco dejan atrás la actualidad. ¿Qué trata de generar con ellas?
-Desde que escribí mi primer tema, 'Vuelvo a Granada' año 1967, mi intención ha sido retratar lo que me mueve. Es evidente que me mueven emociones de todo orden y que con los años la vida se vuelve más introspectiva y espiritual. El primer objetivo de una canción es ser cantada. Cuando oyes tu canción y la cantan contigo, hay pocos placeres más estimulantes que escuchar algo que has escrito en la soledad de su estudio, reproducido por miles de gargantas. Al tiempo que vas conociendo el oficio vas rizando el rizo, añadiendo otras metas. Que la canción me represente, que me sirva para espantar mis diablos, que sirva como un mensaje de amor, que me identifique con la gente que conecta con mi forma de ver la vida, con mi ideología. Incluso he pretendido ligar con ellas.

-¿Puede ser el rock tan camaleónico como el pop o le cuesta más adaptarse a los nuevos tiempos?
-El rock, tiene que atenerse a unos valores menos elásticos que el pop, que es más ligero. Lo que sí parece patente es que el rock, en este país y en el mundo latino, ha perdido influencia social y política entre los más jóvenes. El segmento social que lo inventó en la mitad del siglo veinte, con el grado de libertad, identidad e independencia que el rock nos procuró, parece apuntarse a las músicas emergentes. Pero la música popular siempre tendrá un lugar para el rock, porque el rock puede ser la única música a la que se le puede etiquetar con el marchamo de clásica moderna.

Foto: Javier Salas

-Son más de 60 años haciendo música y siendo testigo de los cambios que vive la profesión. ¿Con qué época se queda?
-Mentiría si digo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero si miras tus edades desde la perspectiva de los 78 años, tienes que remitirte al poema 'Esplendor en la hierba' de William Wordsworth. Sabes que te mantienes gracias a la inercia de lo que has generado. Si cierro los ojos, el recuerdo se dispara a los años del Rock&Ríos. Pero cuando los abro, me doy cuenta de que fue una época de grandes inseguridades donde tuvimos que inventarnos una industria que partía con un retraso de décadas con respecto al primer mundo. Recuerdo la gloria de los campos de fútbol y las plazas de toros a rebosar, pero también recuerdo el miedo a los accidentes en un mundo donde nadie aseguraba un concierto de rock. Afortunadamente se vive la vida entera. La de ahora tampoco está mal.

-Aunque cada vez más artistas sacan sus trabajos de manera independiente, sin las pautas que marcan los grandes sellos, ¿existe la libertad absoluta en la industria musical?
-Por desgracia, esa libertad no existe en ningún orden de la vida y mucho menos en la industria musical. Históricamente los creadores han sido el eslabón más débil del negocio de la música. Solo en los picos de éxito en sus carreras, los músicos han tenido algo parecido a una autonomía creativa. Las estrellas más rutilantes del rock, que son una excepción, tienen un control absoluto sobre sus másters. Pero la gran mayoría somos, en mayor o menor medida, unos mandados. Algunos de lujo. Ahora ha habido un cambio de paradigma y puedes ser independiente, pero al final, la industria sigue teniendo un gran peso.

-Y usted, ¿ha tenido que ceder mucho a lo largo de su carrera?
-Pues sí, claro que he cedido. Empecé a grabar en el año 62 y no tenía ni idea de que iba esto. Pescaba en una cultura ajena y en un oficio desconocido. Tardé un tiempo en tener una voz propia, y cuando quise imponerla tuve que tragar para sobrevivir en el negocio. La longevidad me ha traído el regalo de una apreciable libertad. Pero nunca me he culpado por empecinarme en seguir en este oficio, aunque haya tenido que ceder hasta que pude imponer mi criterio. Aunque fuera de una forma intermitente.

-¿De qué trabajo está más satisfecho?
-Me encuentro bastante contento con el conjunto de mi carrera musical, porque soy un autodidacta. Aparte de grabar un montón de canciones, algunas con bastante éxito, he hecho cosas al margen de actuar en las que me he metido por la necesidad de seguir creciendo. Todas esas historias relacionadas con la música: he producido giras y me he jugado mi patrimonio en alguna de ellas, he dirigido series musicales para la televisión donde se tocaba en directo, he sido propietario de alguna sala de conciertos… bueno, he tenido mucho tiempo para desarrollar una carrera bastante completa.

-¿Hay Miguel Ríos para rato? Como poco, ahora que ha vuelto, deberá de volver a despedirse.
-No, me despediré a la francesa. Jajaja.

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