Jamás he cuestionado la nacionalidad, el sexo, la patria chica de uno y sí, la religión de mi pila de bautismo. Hasta el momento lo tengo bastante claro. Tampoco suelo enojarme, antes lo hacía, de todos estos predicadores, correveideles y advenedizos que reparten a su libre antojo carnets de identidad o pasaportes.
Suelo hacer caso omiso a los energúmenos que encapuchados incendian los estandartes de un pueblo o silban a la marsellesa de turno. Los himnos y las banderas merecen un respeto, representan a un colectivo, a una sociedad. Hay que aceptarlo. Guste o no.
Desde el 23J se ha activado el fuego de la antiespaña. Nunca ha estado apagado, y no creo que se extinga tal incendio por estar enquistado el absurdo conflicto en algo que, si se tuviera un mínimo de decoro, todos o casi todos viviríamos de puta madre respetando el marco Constitucional. Eso sí con alguna que otra modificación de un contrato que está obsoleto. Por ejemplo dar carpetazo a la Monarquía e instaurar una República, que es un sistema igualitario de gobierno. De todas formas ni tengo que convencer a nadie ni nadie me va a convencer.
Vivimos un tiempo en que la globalización pretende borrar de un plumazo el ADN de los pueblos, por ello quizás el calendario nos obligue a ser más periféricos, de barrio o de pueblo que nunca. Lo del nacionalismo es un término viejo y caduco. Nos quieren doblegar con el fin de consumir el café en plástico, escuchar la misma música o hablar el mismo idioma.
Si quiero, que al menos todos estos patriotas de una parte de España que han intentado boicotear cierta marca de cava catalán el daño que están causando con estas injerencias ¿qué culpa tienen los trabajadores de dicha empresa? O los que han sacado pecho de un tenista de otra galaxia, representando por todo el mundo a las Américas de España, conozcan que Hacienda tuvo que apremiarle tras una investigación que no podía fiscalizar las cuentas de sus empresas en el País Vasco para pagar menos impuestos obligándole a cambiar la residencia fiscal regulando la situación.
Hay que recordar que el exsecretario de un partido político que eligió como eslogan "España entre todos", disponía de un buen grapado de millones de euros en Suiza, uno de los paraísos fiscales del mundo. O no sé si retienen en la memoria las contundentes palabras de otro sabio del fútbol, Vicente Del Bosque, dirigidas al piloto de F1, Fernando Alonso, "protesta y luego cotiza fuera".
Y por terminar de entre otros muchos casos, el del Emérito, investigado por la Agencia Tributaria en el caso de los gastos de los viajes de las famosas cacerías. Pues eso, señores, ¡más español qué yo no hay nadie!