Martirio y Chano Domínguez unen de nuevo la copla y el jazz para recordar los 25 años de Coplas de Madrugá
VALÈNCIA. Hace 25 años en el mundo de la música aparecía un disco rompedor, novedoso, genuino, con un trabajo interno de búsqueda de sonidos, mezclando elementos armónicos y rítmicos, que fusionó dos géneros aparentemente dispares como la copla y el jazz. Coplas de Madrugá vio la luz en 1997, aunque se estaba gestando desde un año antes. Martirio y el pianista, Chano Domínguez unían sus talentos para elaborar once canciones con una sensibilidad abrumadora.
Se llegaba a este álbum tras años de discos buscando nuevos sonidos, abrazando nuevas fusiones, sin miedo a la heterodoxia musical. Elepés capitales como, Glorieta de los lotos (1970) de Smash y Omega (1996) de Largartija Nick y Enrique Morente, de la misma discográfica, El Europeo, que acabaría lanzando el disco que nos ocupa, estaban asfaltando el camino del mestizaje.
Martirio, que desde siempre ha escuchado a grandes voces del jazz como Shirley Horn o Cassandra Wilson, se embarcó en este disco para profundizar en las sonoridades gemelas entre la copla y el jazz. Fue una revolución musical, un paso adelante en la experimentación, en el baile de ritmos para encontrar nuevas vías de expresión. El lunes 7 de noviembre, Chano Domínguez y Martirio abrirán de nuevo el disco de par en par en directo, para ofrecérselo al público en un concierto único en el Teatro Olympia, tras haber pasado en el mes de julio por el Fijazz de Alicante. Llamo por teléfono a Martirio para hablar sobre un disco, que tras 25 años desde su gestación, sigue muy vivo, actual y abriendo alamedas de imaginación y creatividad.
Hubo una chispa y un encuentro que encendió esta fusión que germinó en Coplas de Madrugá. “Yo estaba en casa”, comenta Martirio, “y ya tenía mucha amistad con Chano, porque habíamos trabajado los dos con Kiko Veneno y llegó a casa a enseñarme que había hecho una versión de La Luna y el Toro. Yo estaba escuchando Billie Holiday, y de repente digo: Torre de Arena, de Marifé, la podía haber cantado por blues, Billie Holiday”, recuerda.
Martirio conectó dos mundos musicales que quizás nadie había visto tan claramente antes. Unió la línea de puntos entre el jazz y la copla. “Y empezamos a darle vueltas, y nos fuimos con una ilusión enorme a su casa al Puerto de Santa María, y nos encerramos ahí, en el garaje que él tenía, y nos metimos, no sé, como diez días sin salir de ahí. Completamente enfrascados en esa idea, y cada vez veíamos que salía con más naturalidad. Que eran dos contemporáneos que tenían muchas razones armónicas y rítmicas para unirse, que le aportaba muchísima frescura”, comenta.
Cada género aportaba algo a la nueva creación. Era como si todas las piezas del rompecabezas encajaran, y sin lugar a dudas, todos esos elementos sonoros funcionaban porque detrás de ellos había dos genios. “La copla le añadía todo el teatro, la lírica, la poesía, el argumento; y tenían mucho que ver armónicamente, se podían unir con mucha facilidad, sobre todo los temas que habíamos elegido, no digo todos. Estuvimos eligiendo los que entraban con naturalidad, un género en el otro, y se enriquecían mutuamente”, recuerda Martirio.
Una composición ardua, larga y laboriosa. Dos mundos se fundían en uno y eso era un reto bárbaro pero precioso. De ese parto nacieron canciones que siguen poniendo el vello de punta. Solo basta con escuchar las primeras notas de Ojos Verdes, canción que también cantó Cocha Piquer o Manolo Escobar, para darse cuenta. “De ahí salimos con la maqueta para enseñarla, y empezamos a dar vueltas y no tuvimos mucha aceptación de momento en las compañías, eso pasa siempre con las cosas que son pioneras, y hasta que llegó El Europeo, que nos hizo ese disco con mucho cariño y con ese libro disco, con una edición tan bonita”, apunta la cantante.
El Europeo también había publicado a músicos de la talla de Julio Bustamante o Luís Eduardo Aute. Siempre habían apostado por discos diferentes, más adelante editarían a Coque Malla o Christina Rosenvinge. Aunque pueda parecer que un trabajo tan novedoso pudiera no tener buenas cifras de ventas, el disco funcionó bien, y Martirio y Chano recorrieron toda la geografía cantando temas como, Dicen o Con el Alma en los Labios. “Tuvo mucho éxito, fue de los discos que más hemos vendido Chano y yo, y después ya nos fuimos por toda España y Latinoamérica”, comenta.
Coplas de Madrugá fue un disco que aterrizó y dejó a la gente con cara de sorpresa, pensando cómo sonaría aquello. Ese elepé con una fotografía de Martirio de Jesús Ugalde, con sus características gafas de sol en un tono verdoso casi magnético. “No tanto incomprendido como sorpresivo”, apunta la onubense. “Hubo muy buena acogida desde el principio, lo que pasa es que claro, era una cosa nueva, y la copla es un género bastante clásico y entonces cualquier innovación se mira con lupa; pero viendo que estaba hecho con todo el respeto, acabó gustando mucho”.
También fue un éxito y tuvieron una gran gira en Latinoamérica, donde Martirio es muy querida. “En Latinoamérica, que son muy amantes de la copla, y por supuesto del jazz, les encantó en todos los lugares, en Colombia, en Venezuela, el Cuba, en Miami…”. Como toda buena experiencia, Coplas de Madrugá estaba creado desde el cariño, y ese cariño tuvo su continuidad en 2004 con Acoplados, un disco con mayor presupuesto, y que siguió los pasos innovadores y luminosos de su predecesor. El álbum contó con la Big Band de Sands y la Orquesta de Radio Televisión Española dirigida por Adrián Leaper. Fue algo más grande pero con los mismo mimbres de humildad, respeto y creatividad que el primero.
Martirio venía de la copla, aunque ella siempre ha sido una mujer muy inquieta, que deseaba seguir innovando y encontrando nuevas propuestas musicales. Llegando de la copla al jazz las cosas cambiaban un poco, y hubo un proceso de adaptación a los códigos jazzísticos. “A mí me costó un poco pero también aprendí mucho, y era un placer cada vez que se me abría un mundo nuevo porque también me influenciaba a la hora de cantar, y cantaba de otra manera. Al principio le decía a Chano, no improviséis mucho, no improviséis mucho (risas). Ellos se han ceñido mucho a que no se perdiera la canción”
Entre las once canciones que componen el álbum, No me digas que no, se cuela sinuosa con ese contrabajo de Javier Colina, que va marcando el tempo de la canción los primeros segundos, y que te hacen bailar involuntariamente. Martirio tiene un extenso bagaje musical, pero no solo como solista, sino también como melómana, y entre sus gustos también estaban vocalistas de jazz e inevitablemente algo penetra en tu interior y aflora cuando interpretas. “Me encanta, Chet Baker, Bill Evans, para mí Shirley Horn o Cassandra Wilson siempre me han encantado, Morgana King; por supuesto Billie Holiday; yo las he escuchado a todas, nunca las he querido imitar, pero el amor que le pone uno cuando escucha se le queda en las neuronas de algunas manera”, explica.
Antes de que la pandemia segara muchos proyectos que estaban en marcha o que iban a comenzar, Martirio se reencontraba trece años después con Chano, un reencuentro musical y creativo que inundaba las alamedas de boleros y coplas. Un regreso que ponía sobre las tablas la voz tan personal y dramática de Martirio y el talento pianístico de Chano Domínguez. Ambos se unían en otro de esos proyectos maravillosos y lleno de sentimiento, que tantas alegrías nos han dado para homenajear a un mito musical como Bola de Nieve.
A Bola de Nieve es un disco que funde el bolero y la copla. Quince canciones preciosas que te dejan sin aliento. “Estrenamos primero en el Berlín pero luego estuvimos en Pirineo Sur, en San Sebastián, en Barcelona, Mallorca, y de pronto comenzó la pandemia y estuvimos casi nueve meses sin tocarlo; después hemos tocados en otra serie de ciudades, pero bueno, ese ímpetu del principio, quieras o no, frenó un poco la cosa”, comenta Martirio. Sin embargo, A Bola de Nieve es un álbum tan bonito, tan epidérmico y emocional que cuando puedan lo retomarán para el directo. “Yo creo que esto está vivo para hacerlo en Latinoamérica en cualquier momento, porque Bola era un artista consumado en Sudamérica sobre todo, y en Norteamérica también, porque estuvo en Nueva York, en el Carnegie Hall y en todos lados. Eso está para retomarlo en cualquier momento”, apunta para nuestro alivio.
Ambos fueron muy valientes por publicar un elepé tan lleno de magia, de pasión y de homenaje imperecedero de la figura de Bola. Un disco perfecto para los neófitos en boleros y jazz, para que se introduzca en estos sonidos. También para los curiosos de vocación. “Es el bolero filin, que es cuando en Cuba entra la influencia del jazz en el bolero, y es entonces el máximo exponente, Bola de Nieve, o Marta Valdés o Portillo de la Luz. Ese piano jazzístico, con esos boleros tan sentidos, con esas letras tan poéticas y maravillosas, era un pedazo de espectáculo que yo lo he disfrutado mucho, porque además Chano iba conmigo”
Los proyectos de Martirio son tan especiales y únicos, tan increíbles y salidos del corazón que pone toda su alma en cada trabajo. “Yo elijo lo que canto: no tengo capital, tengo libertad”, sentencia, “entonces le tengo una cariño grande a todo lo que hago porque lo he elegido yo”. Desde la elección personal es más fácil implicarse, buscar, investigar, imbricar sonidos, sensaciones y musicalidades.
“Todas las cosas que canto, las canto porque las he sentido, porque me han llamado, porque pienso que puedo aportar algo. Desde luego, te puedo asegurar que canto mejor las canciones dramáticas, digamos. Ahí lo vivo muchísimo. De todo el mundo es conocido que hago canciones con mucho humor también, las de la primera época, con lo cual creo que está un poco parejo. Las canciones dramáticas, es que yo soy muy así, muy sentía”, señala.
Martirio no para, es como una locomotora de creatividad, siempre un nuevo reto profesional. “Estoy trabajando canciones”, comenta cuando le pregunto por su posible trabajo junto al cantautor, Javier Ruibal. “Todavía no se puede decir que voy a estrenar disco, estoy trabajando canciones, porque yo adoro a Javier y lo admiro muchísimo, y teníamos muchísimas ganas de hacer algo juntos, pero vamos despacito”, dice. “No sé si será el próximo o el siguiente (ríe). Además, él ahora mismo está triunfando por todos la lados. Tenemos que coger los tiempos que podamos y vamos a trabajar cositas, pero yo no daría fecha todavía”
Sí que nos puede, muy amablemente, adelantar de qué tratará el álbum, como siempre conceptual. “Yo siempre sacaré discos que tengan un rollo conceptual. Ahí también meto la estética y más cosas”, remarca. Sobre el nuevo disco comenta que será, “mujeres que me han marcado profundamente. Son personajes que tienen muchísima importancia, gente de la literatura, del cante, de la música, que me ha impactado mucho su forma de vivir, su forma de dejar su huella”
Han pasado 25 años desde la publicación de Coplas de Madrugá, que como ya hemos visto, fue pionero y hasta transgresor. Un disco que la gente acogió entre sus brazos con cariño. Sin embargo, ahora, con esta distancia que nos ofrece el tiempo, el hito se torna más hito. “La gente está mucho más preparada para este trabajo, ya lo oyen con regusto, con paladar, con conocimiento y aceptación de esa unión de la copla y el jazz”, señala. “Se produce una sensación de felicidad y alegría. De sumar otro horizonte más para ese género fantástico que es la copla y para ese género que es el jazz”.
Indudablemente ahora el disco se paladea de otra forma. Se valora también por el arrojo y el talento para unir esos dos mundos musicales. Y se tienen menos prejuicios, menos clichés para abordar no solo su escucha, sino su complejidad. “Yo creo que se retroalimentan el uno con el otro, y la gente sale muy contenta porque conoce las canciones; pero ve que hay una lectura distinta y se reconcilian muchísimo, tanto la gente que le gusta la copla como la que está más aislada y la encontraba desde unida a la banda sonora de la dictadura, a una cosa muy folclórica, y sin embargo, es un género con una riqueza melódica y lírica alucinante. Es un clásico de la música popular del siglo XX que perdurará para siempre”, resume.
Martirio siempre fue una mujer innovadora, que cogía un machete y abría el sendero. Una exploradora musical. No podía marcharme sin preguntarle por Jarcha, una de las propuestas más interesantes que ha dado Andalucía y España a nivel musical. Un grupo que iba mucho más allá de su himno, Libertad sin ira, y que contó también con Martirio. “No ha salido nada parecido y la gente lo tiene en la memoria”, comenta. “En mayo hicieron ellos un concierto de cincuenta años; bueno, dos conciertos en Huelva celebrando los cincuenta años, y fuimos toda la gente que habíamos pertenecido al grupo. No te puedes imaginar cómo estaba la gente chillando, con unas ganas de ese grupo y lleno los dos días. Lo dividieron por poemas y poetas y fue fantástico, y creo que van a hacer un documental de eso”
Y de ahí, Martirio, en esa época de explosión creativa que fue el final de los 70 y principios de los 80 en Andalucía, también trabajó con Pata Negra y Kiko Veneno. “Eso fue maravilloso. Eso me abrió a mí la cabeza, el corazón y las entendederas”, sentencia emocionada. “Fue una época creativa fantástica y maravillosa”. Y en ese momento nació el personaje de Martirio, el álter ego de Maribel Quiñones. “De ahí salió el personaje de Martirio, porque yo quería hacer una cosa en solitario y poder unir mi influencia de la copla con otras músicas underground que también me gustaban. Entonces estaba el camino un poco trillado y en mi búsqueda encontré esas dos dualidades de tener un personaje que encarnara todas esas cosas que quería”
València siempre ha sido un buen lugar para la copla y para Martirio. “A mí València me apetece mucho porque; primero porque es la cuna de Concha Piquer, y entonces esas coplas las conoces perfectamente y después porque en València hay un oído finísimo y un público muy muy cariñoso con nosotros siempre”, remata.