entrevista

Jamie Man: "La ópera contemporánea tiene que partir de gente que esté viva"

14/09/2022 - 

VALÈNCIA. Les Arts acogerá este viernes, en el marco de Ensems, la que seguramente sea la ópera más joven que ha tenido nunca, Zelle. Estrenada en noviembre de 2021, y producida por el proyecto ENOA, Jamie Man pone sobre las tablas la historia de una presunta filicida que es interrogada pero que ya ha construido una gran celda alrededor suya. Una hora de montaje, esencialmente contemporáneo, que cambia drásticamente las coordenadas del resto de la temporada operística. Culturplaza habla con Jamie Man, su autora, sobre algunas claves de su obra.

- En València no estamos nada acostumbrados a una ópera contemporánea, así que la primera pregunta tal vez sea un poco obvio: ¿qué es y qué no es la ópera contemporánea?
- La ópera contemporánea es ópera hecha por personas que están vivas. Parece obvio, pero en la música clásica le dedicamos mucha de nuestra energía y espacio a voces de personas muertas y les damos esta plataforma, y seguimos dándosela. Si hay algo que creo que es importante en la ópera contemporánea es que se escuche la voz de las personas vivas hoy, especialmente las de la generación que esté tomando el relevo. Es decir, otorgar el espacio siempre a la próxima generación.

- ¿Crees que tiene demasiado peso también en la propia formación?
- Bueno, mi formación es eminentemente clásica, especialmente como directora. Tú vas aprendiendo décadas y décadas de repertorio, sobre todo de compositores europeos. Y es la manera en la que entiendes que se hacen las cosas, porque pasan horas y horas enseñándote que lo que tienes que hacer es lo que hicieron estos hombres europeos. A mí me interesaba mucho salir de esa dinámica y preguntarme qué significa la música para mí, y descubrir qué puedo desarrollar yo en la música, qué puedo aportar que no lo pueda hacer nadie.

- ¿Cuál ha sido tu experiencia como creadora entonces? ¿Cómo es la relación del público con tu obra?
- Una de las cosas más importantes de la ópera (y, bueno, de las artes escénicas) es la representación, la manera en la que escribo mis personajes. Ya desde Heiner Müller o Samuel Beckett, deja de haber un interés único en la tercera persona y entramos en un diálogo con la primera y la tercera persona, simultáneamente. En Zelle quería crear una pieza que aludiera al reflejo de la primera personas, así que está basado en una historia pero no la contamos tal cual, sino que lo mostramos como fragmentos de la memoria. La experiencia del público es la de ordenar estos fragmentos, como si tuvieran que recordar ellos mismos a la vez que el personaje, a la vez que observan. La distancia con el público se vuelve diferente.

- Hablas de influencias y citas a David Lynch y Jean-Luc Godard, que son dos cineastas. ¿Cómo trasladar la narrativa cinematográfica a un escenario?
- A Lynch y Godard los referencio precisamente porque son cineastas porque precisamente tomo el cine para generar esa distancia diferente. En lo que ves en el escenario y lo que escuchas de lo que ocurre del escenario, he usado técnicas cinematográficas. Cuando vemos teatro, todo ocurre en el escenario; en nuestro caso, todo se vuelve oscuro, y parece que los personas emergen desde un lugar lejano. Hay música y técnicas de sonido en directo, pero también tomo prestado algunas técnicas del montaje cinematográfico.

- ¿Cuál es el potencial de la oscuridad?
- Primero de todo, experimentamos el sonido diferente. Cuando escribo música, tengo en cuenta si la estoy creando para ser escuchada con luz o en la penumbra. Para mí son dos tonos totalmente diferentes. Y en segundo lugar, la oscuridad es una invitación al público a que escuchen de una manera nueva, pero también es una propuesta a cambiar la manera en la que vemos. Los humanos somos oculocéntricos. Cuando quitas el estímulo visual, entras en una manera de pensar las cosas diferentes. Es una invitación a la imaginación, en vez de contar algo simplemente.

- Esa también es una diferencia con la ópera clásica: tú no quieres contar algo, intentas superar la narrativa y plantear el recuerdo, por ejemplo.
- Sí, creo que la época de alguien colocando a alguien en el escenario dando lecciones es una manera muy católica y mesiánica de ver las artes escénicas. Creo que la tecnología, el acceso a la información, permite superar ese escenario. Casi todo el mundo tiene la capacidad de leer y conocer, y por eso ahora tenemos que ser invitados a pensar por nosotros mismos. Y nuestra generación está cada vez más capacitada para eso. No aprendemos como lo hicieron las generaciones pasadas.

- Centrándonos en Zelle. Cuándo te refieres al concepto de prisión, ¿te refieres a una que la sociedad construye alrededor de una persona o es la que una misma se construye para alejarse de la sociedad?
- Diría que son las dos. Sin duda la protagonista tiene una prisión propia, la que se construye para alejarse de todo, generada desde la conciencia; pero hay otra prisión de la sociedad, y la imaginación es la herramienta para romperla. Por eso es tan importante crear.

- Hablando de representación, no solo pones sobre el escenario a una protagonista femenina, sino una mujer que tal vez haya cometido un crimen, una mujer mala.
- Y yo diría que también es importante el hecho de que sea una mujer mayor, que es una figura muy estereotipada. Las mujeres mayores tienen que ser sensibles y gentiles. Son ellas las que no pueden ser malas. No debemos quedarnos en que la representación femenina en la ópera sean mujeres locas, chillonas o muertas. La realidad nos dice que no es así.

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