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Isidro Ferrer: "No quiero ser una marca reconocible, quiero seguir jugando"

El Premio Nacional de Diseño e Ilustración expone en Set Espai d'Art

5/04/2022 - 

VALÈNCIA. A Isidro Ferrer (Madrid, 1963) le acompañan muchos más apellidos de los que le corresponderían por nacimiento. Hace ya algunos años que a su nombre le sigue la coletilla de Premio Nacional de Ilustración (2006) y Premio Nacional de Diseño (2002). También dicen de él que es un “poeta visual” y un referente del sector. También el de artista fallero, por cierto, tras firmar un proyecto para Corona en 2017. Todo eso y muchas cosas más dicen de él, pero, ¿qué dice Ferrer de él mismo? Hoy es el momento de la primera persona del singular aunque, a través de ella, también conoceremos la importancia del plural en su carrera. El creador recala en València con la exposición Animal Lámina, que acoge la galería de arte Set Espai d’Art (Plaça Miracle del Mocadoret, 4), un proyecto que hace un repaso desordenado por una de sus obsesiones, los animales, a través de distintos dibujos, pequeñas esculturas y una sorpresa final, una lámpara con forma de pájaro que firma en colaboración con LZF Lamps y el artista fallero Manolo Martín.

-No son pocos los que te ponen el apellido de "poeta visual". Ahora que te tengo delante, no me resisto a preguntarte si tú te ves reflejado en él. 
-Yo no me siento reflejado en él porque respeto mucho a los poetas que trabajan con la palabra. Lo que sí que trabajo es de una manera muy sentida, aproximándome mucho al valor semántico de los conceptos y las palabras. Trabajo las imágenes casi con las mismas herramientas con las que se trabaja la oralidad, utilizando recursos literarios como metáforas o paradojas, que de alguna manera aproximan el territorio visual al territorio del lenguaje. En este sentido, puede ser que el trabajo que yo realizo pueda tener esa doble lectura desde fuera.

-¿Cómo se conjuga el estar exponiendo en un espacio clásico para el arte como es una galería y no querer entrar del todo en este ámbito?
-Hay una definición que me gusta mucho de la escritora Clarice Lispector que dice que ella se sentía una invitada a la literatura. De la misma manera, yo me acerco al mundo de la ilustración o del arte como un invitado. Un invitado es alguien que está de paso, que no pertenece, que está en tránsito. Lo que no quiero es usurpar un terreno que no me corresponde, que es el del arte. Mis mecanismos de trabajo, mi lenguaje, mi forma de actuar tienen que ver con otras formas de percibir y de entender, quizá más libres, sin las ataduras de tener que trabajar sobre el proyecto. Yo trabajo en el diseño y la ilustración de una forma muy personalizada y eso me permite una libertad enorme porque no tengo que ser yo necesariamente, puedo desprenderme de mi autoría. No necesito ser autor. El diseño y la ilustración te sitúa en un territorio en el que la personalidad se diluye y puedes ser muchos otros. Esto me resulta muy acogedor porque me da muchas opciones de jugar. Yo soy un invitado en Set Espai d'Art y lo que honestamente puedo proponer no es un proyecto artístico, sino un proyecto en el que se refleje toda esa tensión personal que se produce en mi forma de respirar el diseño y la ilustración. 

"hay que saber escuchar y ser empáticos. No creo que el cliente sea el enemigo"

-No sé si este viaje que va más allá de la primera persona del singular tiene que ver con la existencia de un cliente, de colaboradores...
-En el diseño y la ilustración no tienes que generar un discurso personal, sino que prestas tu voz para ser altavoz de las necesidades comunicativas de los otros. De poco sirve que uno imponga su carácter por encima de estas necesidades, con lo que debes situarte en un lugar distinto en cada una de las situaciones. Eso te lleva al aprendizaje constante porque cada trabajo es diferente, aunque lo realices con las mismas herramientas. Eso abre el abanico de posibilidades. Uno dentro de ese abanico, claro, tiene sus preferencias, y esa caligrafía se entrevé. Es muy difícil ocultar el trazo, pero con una diversidad muy grande. 

-Esto es curioso porque uno podría pensar que la relación con el cliente es más de tensión o restricción que de estimulación. 
-Es un espacio de respeto mutuo. El cliente te elige por una serie de motivos y de razones, con lo cual se tiene que establecer una relación respetuosa e, incluso, amorosa. Ambos salimos reforzados de esa relación, por lo tanto hay que cuidarla, hay que saber escuchar y ser empáticos. No creo que el cliente sea el enemigo, sino que te está dando la oportunidad para poder actuar y poder visibilizar tu trabajo. 

-¿Cómo ha sido ese proceso de selección para una exposición en la que conviven, sin ningún tipo de distinción, encargos con obras de tus diarios personales?
-No establezco diferencias entre unos y otros, hay una contaminación constante que hace que en mi forma de trabajar haya mucho de lo personal en lo laboral y también mucho de lo laboral en lo personal. Hay un latir común en esos dos espacios. Como no tengo la necesidad de tener un lenguaje artístico no establezco la dicotomía entre un campo y otro, sino que ambos fluyen en una misma dirección, son armónicos. 

-El eje de la muestra es ese universo animal que te acompaña desde hace tantos años, ¿qué te lleva a estar reimaginándolo constantemente?
-No sé muy bien si tiene que ver con la infancia, puede ser, con esos elemento iconográficos que han poblado mi imaginario y que me han acompañado a lo largo de los años. El mundo animal no acaba nunca, es un mundo muy rico de matices, está lleno de posibilidades. Muchas de las culturas y civilizaciones comparten las representaciones más populares, de tal manera que puedes ver representaciones animales del mundo islámico que son muy parecidas a lo que hacían los incas. Me resulta muy emocionante establecer esos paralelismos en la forma de representación de distintas culturas. Ahí me integro como uno más. 

Foto: ESTRELLA JOVER.

-Este universo se puede ver desde lo terrenal o desde la magia, especialmente con la distancia que da la urbe. De hecho me hace pensar en esas imágenes durante el confinamiento en las que los animales tomaron las calles, ¿cómo lo enfrentas tú?
-Lo miro desde ambos aspectos. Tengo la suerte de vivir en un entorno en el que la naturaleza está muy presente y en el que tengo la posibilidad de ver a los animales en su espacio natural. Es habitual ver zorros, ciervos, jabalíes, muchos pájaros... y cada vez que aparece uno la emoción es nueva y distinta. La sorpresa no se pierde nunca frente a un animal, puedes ver 2.000 ciervos y siempre te sorprende su belleza. Hay algo que conecta con esa pulsión atávica. 

"lo que valida el proyecto no es el nombre de quién lo hace sino el trabajo, el resultado"

-La muestra es un recorrido principalmente por obra gráfica, aunque en la segunda sala espera una sorpresa, una gran lámpara creada de la mano de LZF Lamps que ilumina a uno de tus animales. 
-La relación con LZF Lamps es muy bonita, de muchos años. Conocí por casualidad a Sandro [Tothill] hace unos 25 años y a partir de ahí nació una relación muy fructífera. De hecho, yo les hice el primer logotipo. Nunca ha desaparecido el respeto y la amistad. Hace unos años me propusieron hacer la comunicación gráfica de temporada y, en ese proceso de aproximación al mundo de lo matérico, realicé el proyecto de Funny Farm. Inicialmente esos personajes no estaban pensados para ser una colección, sino para la comunicación gráfica. Esto abre la puerta a este pájaro gigante que vemos aquí. Al final es un juego de sorpresas, de relaciones y de suma de capacidades. 

-Hablas de jugar, también de la sorpresa... son conceptos que quizá se podrían vincular a una cierta inocencia, quizá alejada del cinismo de los adultos...
-Hay un libro muy interesante de Huizinga, Homo Ludens, que habla sobre la seriedad, la necesidad y la importancia del juego en todo el desarrollo del ser humano. No estoy de acuerdo en todo lo que propone, pero sí entiendo el juego como una forma de actuar que te permite establecer una relación muy rica con el proyecto, muy intensa. El juego abre muchas posibilidades.

Foto: ESTRELLA JOVER.

-Empezaba la charla preguntándote por el apellido de "poeta visual", pero hay otros que también te acompañan: Premio Nacional de Diseño en 2002 y el Premio Nacional de Ilustración en 2006, ¿qué significan estos reconocimientos para ti?
-Cualquier reconocimiento es una alegría porque te lo conceden tus compañeros. Una vez lo has recibido tienes que olvidarte de él para que el premio no te condicione. Muchas veces cuando recibes un galardón de estas características, un reconocimiento a tu trayectoria, uno siente la obligación de perpetuarse de la misma forma en la que ha trabajado hasta ese momento. Mi caso es el de una huída hacia adelante. No quiero repetir los mismos argumentos, no quiero ser una marca reconocible, quiero seguir jugando, emocionándome y emocionando. Ese es el reto, sin la obligación de estar en el podio. 

-No sé si, a raíz de esto, te piden mucho 'un Isidro Ferrer', con una idea preconcebida de lo que van a recibir.
-Sí, y eso es un problema. Digamos que te conviertes en una marca, en un sello. En realidad lo que valida el proyecto no es el nombre de quién lo hace sino el trabajo, el resultado, y cada resultado tiene que acomodarse a sus propios intereses. Hay que trabajar con el cliente esa flexibilidad para que no sea el Isidro Ferrer de siempre, sino que se ajuste a sus necesidades.

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