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Hay que primar la lista más votada... si es la mía

Foto: EDU BOTELLA/EP
4/02/2023 - 

Esta es una historia tan vieja como las ansias de gobernar de la derecha española: cuando, por la razón que sea, no salen las cuentas, de repente comienza el clamor indignado: es una vergüenza que en España no gobierne siempre la lista más votada. Es un chantaje antidemocrático inmoral y antiespañol, que deja en la estacada a los buenos ciudadanos que han confiado en la mayoría.

No suele añadirse, claro, que este drama para la democracia sucede porque esa mayoría no es, después de todo, muy mayoritaria; no deja de ser una minoría mayoritaria. Si fuera una mayoría genuina, de las que suman más del 50%, seguro que no habría tantos atentados contra la democracia.

Hacía tiempo que esto no le sucedía al PP. Pero en el periodo anterior de Mariano Rajoy, sobre todo en su etapa final, el mantra de la "lista más votada" fue recurrente. En aquel momento (en torno a 2015-2016) el PP podía ser desalojado (y, de hecho, lo fue) de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas merced a "pactos de perdedores" (utilizando la terminología que siempre emplea el PP en estos casos), en los que el PSOE, unido a diversos socios, sumaba lo suficiente para alcanzar una mayoría de concejales o diputados. Así sucedió en la Comunitat Valenciana y en el ayuntamiento de València en 2015, sin ir más lejos: dos "pactos de perdedores" auparon a la izquierda al poder. Los "perdedores" en cuestión agrupaban en sendos casos holgadamente más del 50% de los votos, lo que nos da una idea de qué hablamos cuando hablamos de "la lista más votada". La más votada... pero tampoco mucho.

En el pasado, la historia llegó a extremos si cabe más ridículos, pues el PP no sólo defendió la teoría de que gobernase siempre "el más votado", sino que especificó en qué condiciones: si sacaba un 35% y más de cinco puntos de diferencia al segundo; o un 30% y más de diez puntos. Podrían haberse molestado en añadir "y que el más votado sea el PP", para clarificar la hondura y rigor de la reforma.

Foto: EUROPA PRESS

Tampoco es una fiebre que sólo le aqueje al PP; en 2019, entre cita electoral "para parar a la ultraderecha" y cita electoral para no pactar con los únicos con los que podía pactar "para parar a la ultraderecha", Pedro Sánchez también se gustó lamentándose de las dificultades para obtener una investidura, él, que había encabezado la lista más votada, nada menos. ¿No sería oportuno hacer algún tipo de reforma legal para facilitar la investidura del más votado? (no hacía ni tres años que el más votado, el PP, pidió la abstención del PSOE para lograr la investidura y ya saben cómo acabó Pedro Sánchez por negarse en redondo: expulsado de Ferraz con un autogolpe socialista con mucho sentido del espectáculo y estética de república bananera).

De hecho, desde 2018 el PP no hablaba mucho de la lista más votada, fundamentalmente porque fue este partido el principal beneficiario de que no se otorgara el poder a la lista más votada. Gracias a ello, el PP consiguió el poder, entre otras plazas, en Andalucía, lo recuperó en el ayuntamiento de Madrid y lo mantuvo en la Comunidad de Madrid, Castilla y León o Murcia. En todos estos casos, gracias a contar con un partido que pasará a los anales como el perfecto pagafantas de la política: Ciudadanos, que hace ahora tres años tuvo en sus manos acabar con el PP echándole de sus espacios de poder, en lugar de ello decidió convertirse en fiel escudero... y ya ven qué bien le ha salido la cosa.

Pero ahora Ciudadanos ya casi no está, sus votos se han repartido entre PP y Vox, fortaleciendo las expectativas electorales del PP en solitario y al mismo tiempo abocando a este partido a pactar con Vox y sólo con Vox (porque es incompatible en España asumir la visión de las cosas que tiene Vox y la que tiene casi cualquier otro partido político, en especial si se trata de partidos nacionalistas, por muy conservadores que sean). Así que es posible que el PP sea la lista más votada en muchos sitios, incluso en España, pero que no le salgan las cuentas.

Pero esto, obviamente, es un problema del PP, no del sistema electoral. Si este partido quiere gobernar, el secreto es el de siempre: o te ganas la confianza de suficientes ciudadanos para que te voten y gobernar en solitario, o consigues negociar con suficientes parlamentarios de otros partidos para obtener una mayoría en la investidura. No tiene ningún sentido democrático otorgar más ventajas a la lista más votada que la que ya tiene: en casi todos los sistemas de distribución territorial de escaños en España, la lista más votada suele traducir con más eficacia sus votos en escaños. Es decir: la lista más votada esta aún más representada que las demás.

Por otra parte, el Congreso de los Diputados siempre ha terminado invistiendo al partido que obtuvo mayor número de votos en las elecciones. La única vez que surgió un Gobierno cuyo candidato no lideraba el partido más votado fue, justamente, con la moción de censura de Pedro Sánchez en 2018. Algo que demostró, sobre todo, la soledad del PP, la insuficiencia de sus apoyos electorales, circunscritos a otros partidos conservadores o reaccionarios de ámbito nacional, es decir: partidos que comparten el mismo espacio electoral del PP.

Y de ahí viene el griterío sordo actual, que ocurre periódicamente en España. Cada vez que uno de los dos grandes partidos se ve ganador, pero no con mayoría suficiente. Como casi siempre que esto pasa le sucede al PP, suele ser este partido el que más implora por el "respeto" a la lista más votada. Un respeto que ya hemos visto la validez que tiene: si no soy el más votado, pero sumo con mis acólitos, que le zurzan a la lista más votada.

Estas propuestas de reforma, en definitiva, no tienen ningún futuro, porque no se corresponden con la realidad, en la que hay que pactar y buscar acuerdos. Si no puedes buscar acuerdos con casi nadie, te pasa lo que le puede pasar al PP: o sumas con Vox, o no sumas, aunque te quedes a un escaño de sumar.

Además, los demás partidos no se quedarían de brazos cruzados tras una hipotética reforma electoral de estas características, y se adecuarían a la nueva situación, coaligándose lo que fuera preciso para maximizar sus posibilidades. Algo que ahora no ocurre tanto, precisamente, porque el sistema es proporcional, aunque beneficie a los partidos mayoritarios. No sería la primera vez que un partido hace de aprendiz de brujo con una reforma electoral y le sale el tiro por la culata: recordemos la ya mítica reforma electoral de Dolores de Cospedal en Castilla - La Mancha, pensada para perpetuarse en el poder, y con la cual perdió el poder en 2015... ¡a pesar de ser la lista más votada!

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