VALÈNCIA. El dibujante Juli Sanchis Aguado, mejor conocido como Harca, ha donado a la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu un total de 2343 dibujos originales para contribuir al patrimonio valenciano. Lo cuenta tranquilamente mientras pide un bocadillo de tortilla de patata en la cafetería de la biblioteca, un rato antes de comenzar el paseo por la muestra que le han dedicado para agradecer la donación. El lunes 26 de junio se inaugura 50 anys fent Harca, una exposición basada en un recopilatorio, con ese mismo nombre, a través de la que se analiza toda su carrera artística. Confiesa con tono irónico que puede que ya se estuviera quedando sin espacio para albergar tantos dibujos, y que si el título de la muestra fuera justo tendría que ser 56 años haciendo Harca, ya que sigue dibujando.
Una vez se acaba su bocadillo y se bebe su cerveza -para celebrar el legado- enseña en su teléfono su último trabajo, realizado justo ayer: “No puedo parar de dibujar, ya no solo es rutina, es como una especie de obsesión”, confiesa. La situación política le da además bastante pie para crear, y pudiera parecer que con todo lo que estamos viviendo a veces los chistes “se hacen solos”. A la entrada de la exposición -que repasa a través de varias décadas su trabajo para ver la progresión- una mujer desbordada se ve apuñalada por la violencia de género, mientras está atada al mundo. Por desgracia poco ha cambiado en 40 años, el dibujo se siente como si fuera ahora.
Foto: KIKE TABERNER
-Ya hiciste un libro sobre tus 50 años dibujando, pero verlo transformado a una exposición tiene que ser impactante… ¿Qué sientes al pasear entre tus trabajos?
-Es increíble ver integrado en un solo muro todo en lo que he trabajado durante estos 56 años. El nombre queda “desactualizado” porque sigo dibujando, pero es un buen recordatorio visual de mi trabajo. Se divide en cinco décadas para poder ver mi evolución, pero por desgracia hay viñetas mías que no han cambiado nada en 40 años, y temo que algunas de ellas aún seguirán teniendo sentido en un futuro.
-¿Qué dirías qué es lo que menos se ha actualizado?
-Muchas cosas de compromiso social y de política. Lo que sí que se actualiza es mi manera de hacer sátira y humor después de tantos años. Yo vengo de un momento de posguerra en el que lo cultural estaba pasando un muy mal momento. Para mi trabajar y dibujar a la vez era muy complicado, y vivir del dibujo en València lo era más aún.
-Y a eso súmale la censura…
-Te ponían mucha prisa por dibujarlo todo. Yo tenía que pensar en el trayecto en coche de la vuelta a casa, no sé cómo nunca me pegué un piñazo [ríe]. Mis viñetas no siempre pasaban el filtro de la censura, y llega un momento en el que empiezo a plantear las viñetas a un nivel más internacional, para poder vivir del dibujo. Hay que ser muy inteligente para pasar el filtro de la censura, dibujar entre líneas. Yo considero que ahora ya tenemos bastante censura con nosotros mismos, en cada conversación y cada tema que tratamos. Hay que ser bastante delicados con todo lo que nos rodea. Aunque de una cosa estoy seguro, desde el gobierno no nos podrán censurar jamás.
Foto: KIKE TABERNER
-¿Tiene límites el humor?
-Creo que es una cuestión muy personal, cada uno se pone sus propios límites. Es como lo de la autocensura, considero que hay que respetar todo tipo de humor por “bestia” que sea, pero evidentemente ahí entra en juego el sentido común propio
-Decías en una entrevista con nuestra compañera Lucía Márquez que cuentas con tu carpeta propia de referencias sociales para poder dibujar, una especie de archivo
-Lo hago también porque me gusta, pero es que no todo es sentarse y dibujar. Siempre leo y escucho la radio, para poder opinar hay que estar muy informado. Al margen del éxito y del dinero (o no dinero) para mi este crecimiento ha sido fundamental. El dibujo de humor es una forma de ver la realidad desde otro ángulo. Cuando tienes la idea luego viene el dibujo y entre medias la realización.
Foto: KIKE TABERNER
-En el momento que estamos viviendo ahora… ¿Dirías que la realidad supera a la ficción?
-La realidad ya es superior a todo. Los políticos ya te dan material de sobra, a veces hasta te dan el trabajo hecho. Por otra parte, a veces veo que estamos en una especie de retroceso.
-¿Qué es lo que remueve ahora a Harca?
-Estamos volviendo a un escenario similar al pasado, esto me preocupa mucho. Pienso que ningún político es perfecto, ni un fuera de serie, eso no existe. Para mí hasta Pedro Sanchez ha fallado, pero el gobierno ha hecho muchas cosas buenas y la gente en general no es capaz de apreciarlo… no lo entiendo.
-¿Cómo ha sido trabajar en contra del mundo?
-Cuando haces crítica, y trabajas en solitario, tienes muchas dudas de si lo que haces vale realmente o no. Yo siempre decía que con mis dibujos quería cambiar el mundo, no sé si lo he conseguido pero sé que sin dibujos el mundo sería peor. Una de las cosas más complicadas para mí ha sido dibujar para los medios internacionales. Tienes que hacerlo sin palabras y comprensible para todo el mundo. Estos dibujos son los que te dan los premios, pero tienes que comprender mucho mejor el contexto para poder traducirlo solo a un trazo.
Foto: KIKE TABERNER
-¿Y cómo dirías que ha cambiado tu forma de dibujar?
-La presión y el ritmo los mantengo, porque quiero yo. Ahora mismo trabajo en dos páginas web de forma semanal y con una tira mensual en Saó. Evidentemente llega un momento en el que la vida te obliga a frenar un poco, los nietos y todo lo que te rodea… pero ahora para dibujar me pongo mis límites de tiempo, no como antes.
-Nunca dejarás de dibujar…
-Sería incapaz de vivir sin dibujar, lo necesito. Forma parte de mi rutina esto de aprender y dibujar las cosas como las comprendo.
La redacción de la Constitución duró prácticamente un año en el que hubo crisis de todo tipo entre los ponentes reflejadas por los humoristas gráficos. Fraga denunció el "consenso" como un pacto "ucedista-marxista", ya que le dejaba fuera de los grandes acuerdos. Al mismo tiempo, desde la izquierda, se lanzó la premonición en el Papus de que en la Constitución había palabras bonitas y palabras feas y que, a buen seguro, unas se olvidarían y otras se cumplirían a rajatabla