ALCOI. "No entendemos nada; nosotras no somos un servicio primordial ahora mismo". Las tintorerías de la provincia de Alicante se echaron las manos a la cabeza después de que el Gobierno central les pusiera la etiqueta de "actividad de primera necesidad" por lo que vaya a durar el periodo de cuarentena motivado por el coronavirus. Así lo explica José Gómez. Su familia es, desde hace treinta años, propietaria de un grupo formado por dos tintorerías de barrio y una lavandería industrial repartidas entre Altea, El Albir -donde notó especialmente la 'fuga' de mayores del Imserso, gran parte de su clientela en los hoteles-, y Calpe, esta última, a cargo de su tía, estando el último servicio en La Nucía. "Nuestro negocio está en decadencia, primero, porque mucha gente utiliza el autoservicio y también porque la ropa es cada vez más barata, y les sale más rentable comprarse otra camiseta que traerla", cuenta. Y es que el oficio se divide, a su vez, en varios gremios, con niveles distintos. Pero ninguna de sus lavadoras –con unos cincuenta kilos de capacidad- no podría luchar nunca contra una crisis de esta magnitud, por una lógica que choca irreverentemente con el lema #quédateencasa, y propiciando que no entre ni un alma a hacer uso de un servicio que "ya no es un negocio y está en cambio de ciclo" desde hace un tiempo, explica. Su voz se suma a las del resto del sector –ya sea autoservicio, tintorería, lavandería industrial dedicada a la hostelería o, incluso, lavandería de hospitales- en la provincia. Un total de ochenta, los que contabiliza Apetla, la Asociación Provincial de Empresarios de Tintorerías y Lavanderías de Alicante, aunque el número podría ascender hasta 130. "Se nos atribuye erróneamente que somos un servicio de primera necesidad", reitera en este sentido su presidente, Braulio Castro. "Prácticamente la totalidad de los clientes son particulares, en el caso de las tintorerías, y empresas turísticas y/o de ocio, en el de las lavanderías, y que debido a la emergencia sanitaria y al Estado de Alarma, han quedado literalmente con cero clientes, además de que estos establecimientos no pueden garantizar la seguridad de propietarios, trabajadores y clientes", explica.
"Un abrigo o un traje pueden esperar, sobre todo si no se va a trabajar; los alimentos y los medicamentos, no", insiste el presidente de Apetla. Empresarios como José Pina, cuya lavandería lleva veintidós años ofreciendo el servicio de limpieza de alfombras desde el polígono de El Canastell, en San Vicente del Raspeig, dan fe. Él mismo ha sido testimonio directo del clima desértico que se respira. "He estado dando vueltas con la furgoneta y te puedo asegurar que la mayoría de las tintorerías de la provincia estaban cerradas", de las setenta que suele visitar, confiesa. Los doce euros de caja que ha hecho en los últimos días explican por qué la situación de sus otros dos trabajadores –una, su mujer- es incierta en un negocio castigado especialmente por la temporalidad. "Ahora comienza nuestro mes fuerte, cuando entra la primavera, porque la gente suele lavar las alfombras para guardarlas". Unos ingresos que se han ido al garete, de momento, confiando en que la 'salvación' del gremio sean "las comuniones", apunta. "La tintorería es un artículo de lujo, prácticamente", recuerda.
Ese mismo, por otro lado, que es lo que es este sector: un oficio, mayormente transmitido entre generaciones, que debería valorarse en estas circunstancias. "Es una tarea artesana y muy dura, con mucha normativa". De momento, muchas de las empresas de tintoreros y lavanderos ya han echado la persiana. Un hecho que 'justifica' el presidente de Apetla. "El problema es que se obliga a cerrar, pero no a abrir, con lo que esto último es opcional". Una situación imposible de sostener con la que cae para dos de los locales de Cornelio Martínez, representante de una empresa familiar con tres décadas a las espaldas, y donde también están sus padres y sus tres hermanos. Su caso es especial porque, junto a su primer centro, una tintorería –la primera en 'levantar la mano' al encontrarse con la hecatombe sufrida por el servicio de cara al público- y el segundo, una lavandería industrial en Polop dependiente de la hostelería –con el agravante del cierre hace apenas unos días de los hoteles-, cerrados, aún 'saca pecho' con la planta de Xeraco, dedicada a ropa hospitalaria. Justo allí, la segunda de sus lavanderías, donde trabajan cerca de sesenta personas, ha podido reubicar a una pequeña parte del personal. Pero la cosa no está clara tampoco para el sanitario: algo así como el bulo que se extendió acerca de que la industria papelera se estaba 'forrando' por el éxito del papel higiénico. "Es cierto que es un negocio que ha ido poco a poco evolucionando", reconoce Cornelio hijo, "pero ha habido una bajada en la ropa de cama, toallas, sábanas, de hasta un 30%". El motivo se debe a que hay un "cambio más lento" de estas prendas, ya que los pacientes permanecen más tiempo ingresados, insiste Cornelio, mientras que antes "era diario". También, el hecho de que mucha de esta ropa se quema, directamente.
Con todo, la bajada global en la actividad de su tercer centro es de un 15%. El protocolo de higiene no es nuevo, tampoco, acostumbrados a recibir prendas infectadas que llegan en bolsas herméticas. "Estamos aguantando a la espera de un aumento en el servicio", asegura, esperanzado. El 'reflote' lo espera del aumento de volumen de ropa de los pacientes y sanitarios –dos batas al día-, sumado a las prendas de los nuevos contratados. "Lo cierto es que abrimos este servicio hace dos años porque era un complemento estable" a un negocio que espera que vuelva a coger impulso mientras lo compagina con su apoyo altruista a hoteles medicalizados y hospitales de campaña, también a ayuntamientos o Guardia Civil, o al Hospital Peset de Valencia, donde desde el departamento de Costura están ayudando en la fabricación de mascarillas con sábanas.
"Que el sector de la tintorería y lavandería haya quedado excluida de los establecimientos con la obligatoriedad de cerrar según el RD 463/2020, no hace sino crear todavía más incertidumbre sobre la posible viabilidad de muchas empresas del sector, que no van a ser tratados por parte de la administración en las mismas condiciones que los que sí están dentro", apunta el presidente de Apetla. "Sí. A muchas tintorerías puede que esta situación les obligue a cerrar", confirma, lamentablemente. El servicio a domicilio de las tintorerías no es suficiente. "Siempre ha sido un complemento para los meses en que se recogen prendas más grandes, como mantas, pero no puede ser un sustituto porque no es rentable", además de que la gente, explica el responsable de la asociación provincial, no lo está demandando tampoco en esta situación agravada por la crisis.
¿La solución? Pasa por la misma alternativa de otros sectores. Permisos pagados, vacaciones adelantadas, quitar turnos, por ejemplo, el de la plancha. Pillando a muchas empresas del gremio, entretanto, metidas en una reciente inversión para ver crecer sus franquicias, o viendo una inversión truncada por las circunstancias. Las que subsisten, por su parte, están a la espera de que se aclare el "vacío legal" que, según confiesan, está siendo un verdadero calvario. "Sentimos miedo, preocupación y tristeza, estamos con una mano delante y otra detrás", confiesa, notablemente afectado, un profesional del gremio en Ibi, Vicente Barrachina, con una tintorería donde trabaja junto a su mujer y su hermana, esta última con una minusvalía. “No es la primera crisis que sufrimos; siempre hemos estado dejados de la mano de Dios, pero ahora más", lamenta. La misma 'suerte' de los municipios pequeños y medianos es el que corre el servicio en localidades de más de 230 habitantes, como pueda ser Elche. "Nos han dejado totalmente de lado; además, no entendemos la incongruencia de la administración que nos cataloga como servicio de primera necesidad mientras nos aplica un tipo impositivo del 21%", denuncia un profesional del sector, Sergio Martínez. Una situación realmente grave que está uniendo al sector más que nunca con el objetivo de que todos, desde la pequeña tintorería de barrio hasta la lavandería de gran infraestructura, puedan echar adelante.