Los ciudadanos han hablado: el Botànic tendrá una nueva oportunidad, con una reconfiguración de los actores y con un requilibrio de los bloques (al menos, en número de votos). Ahora, cualquier análisis que se haga no se puede desligar del contexto: las elecciones autonómicas coincidieron por primera vez con unas nacionales, y aunque hubo electores que sí distinguieron -sobre todo, los de la izquierda-, si que hubo una máxima: evitar un tripartito de derechas. O dicho de otra manera, hay gente que sí votó en clave andaluza, pese a que no se dieran los números: los números de las tres derechas si que fueron muy parecidos en ambas consultas, con algunos matices importantes, pero no dieron porque la movilización, sobre todo, del electorado de izquierdas fue a votar especialmente para evitar la suma de PP, Ciudadanos y Vox.
Otra de las conclusiones que dejan estas elecciones es que, una vez más, ganó el centro político. El PSOE y Ximo Puig hicieron un campaña bajo ese prisma, sin generar ruido y solo alertar de los peligros de una alianza de la triple derecha, a riesgo, a veces, poner el peligro el Botànic.
Pero hay un elemento que no trajo el adelanto electoral en la Comunitat Valenciana, pero sí que fue significativo para desarrollo de la campaña, al coincidir con las elecciones generales: los debates televisivos. Impulsaron a Ciudadanos y Podemos; estancaron a Compromís y hundieron al PP, al menos, al de Casado. Así fue el comportamiento por partidos.
Campaña de perfil bajo, de defender la gestión del president y de La Moncloa. Salieron bien parados de los ataques del PP y Ciudadanos porque el tema catalán no les mermó apoyos, más bien todo lo contrario. Fue una campaña en positivo, sin estridencias y con el objetivo que de los líderes de diferentes sectores hicieran de prescriptores de los grandes avances sociales, laborales, en investigación o tecnología. El único pero fueron los debates autonómicos en los que Puig no salió bien parado.
La campaña de Isabel Bonig no fue mala. Vista la radicalidad de Vox, optó por un perfil más moderado -quizás el más moderado de todo el mandato-pero posiblemente ese perfil no caló, bien sea porque llegara tarde y la mayoría de los votantes tenían otro de la lideresa del PP, bien porque los bandazos de Pablo Casado le perjudicaron a ella también. Pero tampoco ayudaron el resto del coro de candidatos con los que compartió campaña: el discurso de todos era muy previsible: se pasaron parte de la campaña en alertar algo que el electorado tiene muy maduro, el fenómeno del fantasma catalán, algo que ha generado, en todo caso, el efecto contrario en los votantes del PSOE: la gente ha final ha temido más el fantasma de Vox que el que ha pregonado el PP. Y si el votante de centro ha optado por Ciudadanos, en vez, del PP es porque vio más frescura y menos ortodoxia con la que los populares compitieron con Vox. Lo más frustrante para el PP es que la movilización de la derecha, que también la ha habido, la hayan rentabilizado otros.
El efecto Ciudadanos ha sido el efecto Albert Rivera. Ha sido mimético en las dos elecciones. Posiblemente, el fenómeno Toni Cantó haya tenido incidencia en València ciudad y su área metropolitana, pero en Alicante -Cantó sólo visitó la ciudad en tres ocasiones- ha sido el efecto marca nacional: además, durante la primera parte de la campaña, sus candidatos al Congreso y a las Cortes por Alicante, Marta Martín y María Quiles, respectivamente, apenas tuvieron protagonismo. Es más, les costó meter mensajes. En la segunda parte de la campaña le fue mejor, quizás impulsado por el debate del lunes en televisión. Eso sí, Ciudadanos ha aportado más frescura al debate y sí que aprovechó la movilización: el votante del centro, ante la radicalidad de Vox y los bandazos del PP, acabó comprando el tique naranja.
Su impacto han sido el mitin multitudinario del Domingo de Pascua. Del resto, poco se supone de los candidatos de Alicante, más allá de lo que esbozaron en el acto de presentación. Es más, aparecieron candidatos locales con problemas -Orihuela y Benidorm-, y reaccionaron tarde y mal. Bueno, en Orihuela sigue el mismo, pese a su pasión por el régimen franquista. Al final, han movilizado a mucho votante conservador que dejó al PP hace tiempo, o en este último viaje, y que ahora han encontrado su oferta electoral. Durante los últimos días de campaña, se rumoreó que Vox podía alcanzar dos diputados al Congreso, pero finalmente la formación cosechó unos resultados conforme a su media nacional. Ahora bien, a día de hoy desconocemos sus propuestas para la circunscripción a la que se presentaron y su trabajo deberá se examinado en su nueva faceta parlamentaria. Corren el peligro de pasar inadvertidos al no tener ninguna influencia, y que parte de su electorado vuelva a opciones más pragmáticas.
La campaña de Compromís tuvo dos partes bien diferenciadas. En la primera semana se sintieron muy cómodos, y lograron vender el mensaje de que sólo con ellos, Alicante y la Comunitat Valenciana, tendría influencia en los órganos de decisión. Es más, obviaron la cuestiones más identitarias y optaron por un mensaje más social y transversal. Pero llegado el lunes de Pascua, la luz de Compromís ya no brillaba con tanta fuerza: el debate nacional les engulló. Y la prueba es que en los últimos días zurraron al PSOE por el adelanto electoral, a sabiendas de que les iba a perjudicar. Los resultados en las generales son muy pobres, decepcionantes, y los autonómicos les dejan una sensación agridulce: calcaron los resultados de 2015, pero han perdido un escaño. Hay quien prefiere ver la botella medio llena, en vez de medio vacía: ven consolidación, en vez de desgaste y una ligera pérdida de confianza, que atribuyen al voto útil, que se ha ido al PSOE y a Podemos como diques de contención ante la derecha de Vox.
Unidas Podemos ha ido de menos a más en esta campaña, pero la intervención de Pablo Iglesias en el segundo debate televisivo les impulsó a consolidar los 8 escaños que les daban las encuestas más optimistas. Bien es verdad, que el candidato a la Generalitat, Rubén Martínez Dalmau, hizo un gran esfuerzo por recorrerse la Comunitat y darse a conocer, pero finalmente sus resultados los ha impulsado la marca, e Iglesias. Y en las generales, el electorado de izquierdas les eligió a ellos y al PSOE para frenar a la derecha, en vez de Compromís. En las autonómicas, salvaron los muebles. Optaron por un mensaje muy claro hacia sectores laborales muy precarizado, y de ahí su éxito parcial.
Como dije hace unas semanas, este es un partido a tres vueltas: el primero lo ha ganado la izquierda, y lo ha perdido el PP. El segundo son las municipales: lo ganará (el bloque o partido) que consiga movilizar más votos. Por ejemplo, el PSOE ha ganado esta vez en municipios que le eran esquivos desde hace lustros. ¿Puede ganar ahora? Si mantiene el nivel de motivación sí. Pero es que lo mismo puede pasar con la derecha, que también ha movilizado mucho, aunque fragmentada. Puede ganar muchos ayuntamientos con tripartitos de derechas. Ahora bien, hay que llegar a la próxima estación, que son la elección de alcaldes. Y ahí puede ser clave el papel que jueguen PSOE y Ciudadanos en otros territorios, y que puedan reproducirse la provincia de Alicante. Y eso es lo que puede acabar de hundir al PP, aunque se recupere en la próxima cita. Insisto, Alicante, Benidorm y Orihuela pueden ser plazas clave, si Ciudadanos ve opciones de sobrepasar al PP. Y de ahí que Podemos reitere en firmar algo con el PSOE. Queda mucho partido todavía. Pero lo que ha quedado claro que el PP tiene que virar el discurso y algunos candidatos trabajar más. Pensaban que esto era como las remontadas del Real Madrid en la Champions. Y ahora hay formaciones como el Ajax que te pueden hacer un traje.