Antipolítica va a ser una de las palabras de este 2022, ya verán. Llega el cómico Ángel Martín, despotrica contra los que nos gobiernan y contra los que están esperando que los otros dejen de hacerlo para mandar ellos, y una turba de twitteros empieza a ver en esas declaraciones ciertos tintes franquistas. "Es así como el populismo y los extremismos se abren paso. La antipolítica es el primer peldaño para que los oportunistas que aborrecen la democracia, se hagan con el espacio público", decía el alcalde socialista de Alcañiz. Lo que ignora, o quizá no tanto, es que el régimen liberal está repleto de gente que vive a costa de esa democracia. Sueldos altos, flexibilidad laboral carne de la procrastinación… Cuántas personas que ostentan un cargo público no tendrían donde caerse muertas de no ser porque les han elegido en unas elecciones o les han enchufado como asesores gracias al cupo de puestos de libre designación otorgado por las urnas. Críticas a la labor de los políticos a los que pagas con tus impuestos y te tachan de antidemocrático.
El problema creo que es que tenemos demasiadas expectativas en nuestros dirigentes. Tendemos a pensar que todavía nos dura la savia de la transición de los perfiles preparados que tenían un proyecto para España. Vaya ilusos. Los que tienen el poder no son los que más saben sino los que menos. Hablaba con un amigo sobre la salida de Luis Garicano de la política rumbo a la Universidad de Columbia y me confesaba sentir rabia al ver cómo la democracia expulsaba a gente con talento. Que te echen quiere decir que te obligan a irte contra tu propia voluntad, lo que pasa más bien es que son las personas preparadas las que salen por patas de la política. En la mayoría de las ocasiones los que se perpetúan en las instituciones es porque no tienen nada mejor que hacer. Los partidos están llenos de gente que vendería hasta a su madre por estar otros cuatro años ocupando un puesto. Así proliferan los mantenidos, sin proyectos, sin ideas, sin ilusión, cuyo único objetivo es sobrevivir. Atravesamos unos tiempos que parecen sacados de una mala comedia estadounidense. Hemos pasado del gobierno de los mejores al gobierno de los peores, empezando porque el presidente de EEUU es un anciano senil que no es capaz de diferenciar a su vicepresidenta de su mujer. ¿Es que acaso no estamos en disposición de quejarnos de quienes toman las decisiones?
Me reuní el otro día con Toni Gallego, CEO del Intercity y salí de su despacho con la visión de una España gestionada por gente como él. ¿Cómo es posible que haya profesionales tan competentes y en las instituciones tengamos a perfiles tan limitados? Algo estamos haciendo mal. Me llamó la atención el croquis que tenía dibujado en una pizarra blanca que presidía la habitación. Una hoja de ruta, un listado de pasos a seguir en el día. Con eso me ganó. Le dije que me había impresionado ese esquema y antes de empezar a hablar reparó en que se le había olvidado marcar como finalizada una tarea. Cogió el rotulador, dibujó un tick, y se sentó. ¿Cuántas veces tenemos la sensación de que nuestros dirigentes son víctimas de la improvisación y que no saben lo que van a hacer ni el cómo? Sólo basta con proyectar más allá de los cuatro años, tener un propósito. Me gustó sobre todo que Toni me dijera que uno de los objetivos del proyecto era exportar la provincia de Alicante al resto de España. Toda empresa que tiene un propósito es sinónimo de éxito. Nuestros políticos no triunfan porque como dice Ricardo Dudda "están sumergidos en un bucle autorreferencial, están excesivamente preocupados por su reputación y se dedican al control de daños para evitar todo tipo de rendición de cuentas". Su único interés es perpetuarse en el poder.
Leí una entrevista en El Español a Salvador Martí y me llamó la atención su rechazo a cualquier tipo de personalismo en el proyecto. Ese egocentrismo del que adolecen muchos dirigentes. Narcisismo que no mira más allá de su alargada figura, piensan en gobernar sin dejar un legado para las futuras generaciones. Tras mi visita a las oficinas del Intercity empiezo a pensar que a veces el sector privado hace más por poner en el mapa a las provincias, las regiones y los países que las instituciones. ¿Es que acaso no creen que está haciendo más por la marca España Amancio Ortega con Inditex o Juan Roig con Mercadona que Pedro Sánchez?